Despido jornalero
Esta carta no pretende dañar al Sindicato de Obreros del Campo y del Medio Rural, es más, quienes la firmamos nos hemos sentido identificadas con los fines de la organización, a la que hemos prestado apoyo solidario durante décadas. Por ello, nos cuesta aceptar que los actuales dirigentes de un sindicato de clase y asambleario hayan decidido primero condenar al ostracismo laboral y luego despedir, sin mediar negociación ni diálogo, a Ana Eslava Hidalgo, fiel y honesta trabajadora que durante 22 años ha prestado servicio a esa organización. De semejante injusticia, obviamente, no culpamos a los afiliados, porque sólo son responsables los dirigentes.
Entiéndase, por tanto, este escrito como una defensa en desagravio a dicha trabajadora y una reprobación pública a señores como Diego Cañamero Valle, secretario general, y Juan Manuel Sánchez Gordillo, dirigente, parece que plenipotenciario y vitalicios, de un colectivo que abandonó en el último congreso una secretaría general colegiada para restablecer una secretaría unipersonal en aras de no se sabe qué intereses y para la consecución de no sabemos qué eficacia.
Ellos, y sólo ellos, podrán responder a los interrogantes que planteamos:
¿Por qué tras 22 años de servicio al sindicato es castigada con el despido una persona cuya labor seria y entregada en beneficio de la organización? ¿Cómo puede decir el señor Cañamero que ha perdido la confianza en una persona que es reconocida por todos como 'la secretaria del sindicato'? Y, ¿por qué, señor Cañamero, se ha resistido, como cualquier empresario al uso, a reconocer los derechos laborales de Ana? ¿No les parece inmoral e injusto todo esto? En fin, respondan si pueden por qué han realizado una purga contra una mujer cuya honorabilidad se ha demostrado sobradamente a lo largo de los años.- Fuensanta Plata García y tres firmas más. Sevilla.
Mejorar las urgencias
Hace unos días tuvimos la mala fortuna de tener que acudir con un familiar a las urgencias del Hospital General Virgen del Rocío, en Sevilla. El espectáculo que nos encontramos fue tercermundista: la sala de espera estaba repleta de enfermos esperando que se les atendiera, aquello parecía un aparcamiento de camillas, personas con oxígeno, otras con dolores intensos, una señora que vomitó delante de todos, y otra mujer que no se pudo contener y allí mismo se orinó en una camilla; ni que decir tiene que la falta de intimidad de las personas era total.
A pesar del esfuerzo y del ritmo frenético con el que trabajaban los distintos profesionales, tanto médicos como celadores, la masificación era tremenda y no podían con las personas que les entraban por las puertas; el ritmo de visitas era lento y el tiempo de espera rondaba la hora o más.
¿Por qué se llega a esa situación? ¿Por falta de instalaciones, de personal, de medios técnicos que den los resultados de las distintas pruebas más rápidamente?
Posiblemente por lo anterior. La solución puede que sea aumentar la inversión en la sanidad pública; el dinero público debería gestionarse mejor, establecer prioridades e invertir en aquello que realmente es necesario y que redunda en la calidad de vida de los ciudadanos.
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