Los tres motores de la economía global desaceleran al mismo tiempo
Por primera vez en 25 años, la actividad en EE UU, Japón y Alemania retrocede al mismo tiempo
Es la primera vez en 25 años que las tres mayores economías del mundo -Estados Unidos, Japón y Alemania- están en franco retroceso al mismo tiempo. Después de 20 años de crecer a un ritmo del 2,9% anual, el mundo apenas superará este año el 2%, según las últimas previsiones de varias instituciones. La Organización Mundial de Comercio (OMC) prevé que los intercambios comerciales sólo crezcan entre un 3% y un 5% este año, frente al 13% de 2000. Las exportaciones mundiales representan el 25% del PIB del planeta.
Los precios de las materias primas, que suponen una gran fuente de ingresos para la mayoría de los países en desarrollo, han caído más de un 10% desde finales de enero. El petróleo, en cambio, vale hoy un 30% más de lo que ha costado de media durante el último cuarto de siglo y su escalada sigue siendo un fuerte escollo para el crecimiento de la mayor parte del mundo. Además, el Instituto de Finanzas Internacionales prevé que los flujos de capital neto hacia los países en vías de desarrollo disminuyan de 33 billones a 27 billones de pesetas este año. Cuando la financiación exterior se reduce, los Gobiernos de los países en vías de desarrollo suelen adoptar políticas de ajuste que socavan el crecimiento.
Estos datos son los grandes trazos de una crisis de la economía mundial que día tras día se dibuja con más nitidez. Son síntomas de un cambio que por ahora se queda en una desaceleración, término que puesto en palabras simples significa que el mundo ganará menos este año, pero ganará algo. No obstante, aún hay un 50% de posibilidades de que no sólo no gane, sino que, además, pierda.
Un problema de todos A diferencia de lo que sucedió entre mediados de 1997 y principios de 1999, la crisis actual no es una sacudida que surge de las economías emergentes, sino de las desarrolladas. No son el sureste asiático, Rusia o América Latina el foco de la crisis, sino Japón, al borde de la recesión; EE UU, que vive un parón más acentuado del que se previó inicialmente, y la UE, amenazada por el arrastre de su mayor economía, la alemana. Entre 1991 y 1993, cuando los países ricos de la OCDE crecían a un ritmo del 1,4% anual, los países emergentes lo hacían al 4,5%. En 1997-1998, los emergentes se hundieron, pero la OCDE avanzaba un 2,4% anual, y EE UU, al 4,4%.
'Además de la elevada sincronización de la desaceleración en las principales áreas económicas, esta crisis tiene otras dos características muy concretas', explica José Ramón Díez, director de economía internacional del servicio de estudios de Caja Madrid. 'Una es la aparición de shocks de oferta [subida del petróleo, restricciones energéticas como las de California y Brasil, o la crisis de las vacas locas y la fiebre aftosa en la UE] que hacen que el debilitamiento de la actividad venga acompañado de un incremento de precios, fenómeno que no aparecía en el escenario internacional desde principios de los ochenta', explica Díez. 'Aunque parece excesivo hablar de estanflación [nombre con el que se conoce este fenómeno], lo cierto es que el incremento de precios afectará negativamente al crecimiento, al disminuir la capacidad de flexibilizar la política monetaria y reducir la renta familiar', añade.
'Una segunda característica, que añade un factor de riesgo, es la importancia que han adquirido los mercados financieros para el ahorro de las familias, sobre todo en EE UU, donde la suma del mercado de bonos y acciones representa en torno a un 300% del PIB del país', comenta Díez. 'Si la gente deja de ganar con estas inversiones puede suceder que las familias corten drásticamente el consumo', explica. Este potencial comportamiento es el mayor peligro latente para EE UU y la razón fundamental de que el banco central de ese país haya recortado seis veces en lo que va de año los tipos de interés, hasta situarlos en el 3,75%. 'Si la economía estadounidense no se ha hundido es porque la demanda de los particulares aún la mantiene a flote', comentó recientemente en Madrid Gavyn Davies, economista jefe de Goldman Sachs. 'Si este comportamiento de los usuarios cambia, entonces tendremos un serio problema', auguró Davies.
La primera voz de alarma de esta crisis emergente la dio la industria automovilística estadounidense a finales de 2000. Los grandes de Detroit, como se conoce a General Motors, Chrysler y Ford, anunciaron casi simultáneamente la eliminación de miles de puestos de empleo y justificaron la decisión sobre la base de que sus ventas habían caído drásticamente y sus vehículos se estaban apilando en los almacenes. Desde entonces y hasta ahora, todos los sectores de la industria de EE UU pusieron en marcha planes de reestructuración draconianos para rebajar costes: reducción de la producción, despidos, desinversiones no rentables, congelación de planes de inversión y expansión.
Japón, en quiebra Del otro lado del Pacífico, los primeros síntomas del esperado parón de la economía estadounidense hundieron el ánimo de los japoneses. Japón, cuya economía se viene deteriorando desde principios de los noventa y más aún en los últimos tres años, había diseñado un plan de rescate cuyos dos pilares eran la inversión pública interna y el fortalecimiento de las exportaciones. El primer pilar demostró ser hueco. El segundo se comenzó a agrietar con el parón estadounidense. En el primer semestre de este año, las exportaciones japonesas cayeron un 3,6%, su primer declive en dos años. El dato, sumado a otros tan o más negros, resultó en el decrecimiento del 0,2% del PIB japonés entre enero y marzo pasado respecto al trimestre anterior y un 0,8% en términos anuales. Si para finales de este mes la economía japonesa vuelve a decrecer, el país habrá entrado en recesión por cuarta vez en los últimos 10 años. Y esto, como explica Rita Sánchez, de Analistas Financieros, 'es lo que la mayoría de los expertos esperamos'. Los últimos cuatro Gobiernos japoneses, a pesar de haber inyectado casi 160 billones de pesetas de dinero público en los últimos ocho años, no han logrado aplacar el remolino que hunde a la economía.
Los japoneses no consumen, las empresas dejan de producir y los empleados son despedidos. El paro en Japón, en el 4,9%, supone un récord en 50 años. Tener empleo no supone, como antaño, una garantía para los japoneses. No sólo pueden perderlo de un día para otro, sino que, además, una parte del salario que se percibe es en acciones. Si éstas caen, como ha estado sucediendo, el poder adquisitivo merma. En lo que va de año, la Bolsa de Tokio ha retrocedido casi un 11%. La crisis de Japón, además, ya afecta negativamente al resto de las economías asiáticas.
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