Italia empieza a conmemorar el centenario de Vittorio de Sica

Su mundo era el de los marescialli grandilocuentes, que se paseaban por la pantalla luciendo sombreros con plumas sin más preocupación que la de seducir a la bella protagonista de turno. Y era también el de la Italia dura, injusta y miserable de la posguerra entregada al esfuerzo de sobrevivir a cualquier precio.

De Sica fue un artista sin ideología y sin pretensiones. Un hombre que trabajaba por pasión y en ocasiones urgido por las ingentes necesidades familiares de dinero, como ha recordado su hija mayor, Emi de Sica, nacida del primer matrimonio del actor con Giusitta Rissone.

Emi, de 63 años, participa estos días juntos a sus hermanastros, Manuel y Christian De Sica, 53 y 50 años, respectivamente, nacidos de la relación posterior del artista con la actriz española María Mercader, en las proyecciones especiales, conferencias y mesas redondas organizadas en Italia para celebrar el centenario del artista. La memoria tiende al exceso, en este caso positivo, y los tres De Sica han sido unánimes en las alabanzas a un hombre que, aseguran, fue el más tierno de los padres, el más humilde de los artistas, generoso con todos y nada pretencioso. Emi de Sica le recuerda como un trabajador infatigable, espoleado por las obligaciones familiares y por las facturas que llegaban a casa inexorablemente.

Vittorio De Sica, nacido en la localidad de Sora, a medio camino entre Roma y Nápoles, era hijo de un empleado de banca y su destino de pequeño contable, parecía sellado desde el primer día de escuela. Sin embargo, un golpe de fortuna le permitió abrirse camino poco a poco en el teatro primero y luego en el cine, hasta convertirse en un galán imprescindible en muchas comedías italianas de baratillo. Emi de Sica asegura que fue su madre, Giusitta, unos pocos años mayor que Vittorio, actriz en la misma compañía, el verdadero pigmalión de su padre, al que convenció de su atractivo y sus dotes de galán. El actor solía contar, en cambio, que el golpe de fortuna había sido conocer a Tatiana Pavlova, que le dio la primera oportunidad en el teatro.

Más tarde llegaron las primeras películas de éxito. El señor Max, Grandes Almacenes, Pan, Amor y Celos, junto a una jovencísima Gina Lollobrígida, Pan, Amor y Fantasía, y El general Della Rovere, dirigida por Roberto Rossellini. El De Sica director, destaca sobre todo en dos dramas neorrealistas, Sciuscia que le vale el primer Oscar, y El ladrón de bicicletas con la que obtiene el éxito internacional y la segunda estatuilla de Hollywood.