Asesino nato
¿Sería la vida de Mark Chopper Read, el más reputado -es un decir, claro- criminal australiano la que fue, la que todavía hoy sigue siendo, sin los medios de comunicación de masas? Esta pregunta queda flotando en el aire tras contemplar esta extraña ópera prima, basada en uno de los, hasta ahora, nueve libros-de gran venta, aclaro- que Chopper ha escrito desde la cárcel, donde ha vivido la mayor parte de sus 47 años.
Asesino convicto de 19 personas, casi siempre liquidadas 'sin móvil aparente' y en medio de irrefrenables, parece, ataques de cólera. El australiano ha utilizado, con perversa sabiduría, la notoriedad pública que le dieron en su país televisiones y periódicos para convertirse en objeto de mal disimulada estimación por parte de éstos.
Debutante en la dirección, el neozelandés/australiano Andrew Dominik ha utilizado la propia escritura del asesino para intentar bucear en los motivos de su irracional, tremendo comportamiento. El resultado es un thriller extraño, de un zumbón, casi irreal sentido del humor, que convierte a Chopper en un demente de accionar siempre imprevisto, pero también, en ocasiones, en un desvalido hijo que espera la lejana aprobación de su terrible, castrador padre.
Narrada con un pulso no siempre seguro, con silencios sobre la vida anterior del personaje que se supone un australiano puede rellenar sin dificultad, pero que se antojan un poco más abstrusos para alguien de las antípodas, la película capta, no obstante, la atención gracias sobre todo al retrato, entre despiadado y cínico, que hace de su máxima estrella.
No es una película estimulante, su atmósfera luce siempre demasiado cargada; pero la hace creíble un actor grande y duro como un buey, Eric Bana, y un guión que privilegia siempre el mostrar sobre el sancionar, una lección de puesta en escena que parece más de un autor europeo que de un artesano estadounidense.
Babelia
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