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Tribuna:LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA Y ARGENTINA
Tribuna
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Dos países...

El autor, que condena los ataques a empresas españolas en Argentina, asegura que el PIB de este país crecerá pronto hasta duplicarse para el final de la década

En la historia de España y Argentina -en gran parte coincidente- ha habido altibajos en ambos lados. España sufrió los coletazos de su conflicto hasta los años setenta y hoy está en auge. Argentina, que estuvo en auge hasta los setenta, hoy está en crisis. A veces ha ido bien a unos, a veces a otros, y, sobre estas oscilaciones, la cercanía afectiva ha actuado de puente para que los menos favorecidos vieran en el otro la puerta abierta más cercana para probar mejor fortuna.

España comenzó su integración en Europa hace un cuarto de siglo, y lo ha hecho bien. La apertura de su economía le permitió disponer de capitales para inversión en el exterior hasta convertirse de un país de emigrantes y receptor de cooperación en un país de inmigración y fuerte inversor externo. Gran parte la ha volcado a América Latina, y en Argentina contabilizamos alrededor de 40.000 millones de dólares que han contribuido a modernizar la economía y han generado, además de empleo para los argentinos, importantes ganancias a las empresas españolas, aun a pesar de circunstanciales caídas en la Bolsa.

No es inteligente arriesgar el potencial del trabajo conjunto por un fracaso empresarial

Y hemos crecido juntos. En cifras del Banco Mundial, España ha crecido de 513.700 millones de dólares en 1990 a 595.900 millones en 1999 -equivalente a un 16%-. Argentina ha incrementado su producto anual de 141.300 millones de dólares en 1990 a 283.200 millones de dólares en 1999 -equivalente a un ciento por ciento-. Ahora, cuando la recesión se está ensañando en nuestro país, es bueno recordar, para aquellos que con la mejor buena fe nos preguntan '¿cómo puede ser que un país tan rico esté en esta crisis?', que:

1. Estamos pagando por nuestra deuda, que en términos de porcentaje sobre el PIB es similar a la española, una tasa de interés que la triplica. Es como si a España se le cobrara por su deuda un interés anual de casi 40.000 millones de dólares al año en lugar de los poco más de 10.000 que paga hoy. Si se nos cobrara una tasa 'civilizada', en lugar de más de 12.000 millones de dólares al año deberíamos estar pagando 5.000 o 6.000. Desde la otra vereda, diríamos que el mundo financiero se está haciendo con Argentina un verdadero festín.

2. Perdemos otros 5.000 millones de dólares al año como consecuencia de la distorsión de los mercados agrícolas provocada por los subsidios y el proteccionismo de norteamericanos y europeos. Haciendo otra comparación, lo que Argentina pierde por el proteccionismo anualmente es aproximadamente equivalente a lo que España recibe de Europa como 'fondos de cohesión' para desarrollar sus infraestructuras.

3. Estamos en el punto álgido de la reforma previsional, que comenzamos hace una década. Con ella se cambia el tradicional sistema jubilatorio estatal 'de reparto' por uno de capitalización individual, lo que hace recaer sobre las cuentas públicas el déficit de la transición, hoy equivalente a 5.500 millones de dólares por año financiados con impuestos.

4. La devaluación del euro de un 25% desde que apareció ha castigado fuertemente nuestro comercio exterior. El efecto es como si en España hoy con un dólar sólo se pudiesen comprar 150 pesetas en lugar de más de 190, con todo lo que implicaría para el turismo, que para la economía española es el equivalente cualitativo a nuestras exportaciones. Nuestro otro gran socio comercial, Brasil, por su parte, ha devaluado su moneda en tres años en un 140%.

Vemos entonces que la economía argentina está soportando una sangría de alrededor del 10 % de su producto por cuestiones de coyuntura que no sufren la mayoría de los demás países de la región y que hoy agrava la pobreza de los menos pudientes y ahoga el esfuerzo de la población económicamente activa, con su reflejo en la política y el estado de ánimo colectivo.

Los argentinos estamos trabajando fuertemente para enfrentar estas dificultades. El Estado ha reducido sus gastos operativos entre 1997 y 2001 en alrededor de 7.000 millones de dólares al año -incluyendo rebajas de sueldos nominales-, el esfuerzo fiscal de la sociedad se ha incrementado con mayores impuestos y se ha acordado el congelamiento del gasto nominal por cinco años en todos los niveles del Estado. Sin embargo, todo ello es insuficiente para lograr 'confianza en los mercados', que siguen penalizando a Argentina con la tasa de interés.

Estas razones han llevado al Gobierno argentino a una acción destinada a aliviar el peso coyuntural de la deuda sobre las cuentas públicas como una forma de aliviar también el peso de la tasa de interés sobre la economía. El blindaje que se pactó con el FMI y al que España contribuyó prestando a Argentina 1.000 millones de dólares a una tasa de interés del 7,5 % anual, fue el primer paso, y el canje de la deuda concentrada en el corto plazo, el segundo. El tercer paso es el estímulo a la producción, el que se hace con una serie de medidas fiscales reactivantes sin tocar el tipo de cambio, que ha sido mantenido y seguirá siéndolo en paridad con el dólar hasta que su valor confluya con el del euro, momento a partir del cual estará fijado por el promedio entre ambas monedas. Lo que sí se ha hecho es introducir un 'factor de convergencia' para el comercio exterior hasta que el euro y el dólar se equiparen, consistente en una tasa para-arancelaria establecida para las importaciones y un reintegro equivalente a las exportaciones cuya medida estará dada por un factor ajeno a la decisión argentina, cual es la diferencia de valor entre ambas divisas fuertes, y para atenuar el efecto sobre las importaciones se han reducido los aranceles mayores en el mismo porcentaje del factor de convergencia. No ha habido entonces una devaluación: aunque en España no se consigue quien venda un dólar por 150 pesetas, en Argentina se sigue y se seguirá comprando un dólar por un peso. Se trata de una medida esencialmente arancelaria en el marco de la OMC, apoyada en la decisión de vincular el valor del peso al promedio del dólar y el euro a partir del día de su equiparación, y es esencialmente transitoria hasta que ello ocurra. Y en el medio de estas carencias se ha lanzado en estos días un plan social destinado a paliar las necesidades más urgentes de los más desfavorecidos.

Argentina sorteará este bache como ha sorteado muchos en su historia. Hoy su economía está incubando un crecimiento que derivará de las fuertes inversiones -muchas de ellas españolas- que se están realizando en minería, en energía, en el complejo forestal-maderero-papelero, en explotación de gas, en turismo, en el desarrollo de las telecomunicaciones, en la rentabilización del idioma español en el mercado latinoamericano, en la notable pujanza de sus nuevas empresas de contenidos, en infraestructura. El crecimiento argentino se reanudará, y no tenemos dudas de que hacia finales de la década habremos duplicado nuevamente nuestro producto como lo hicimos en la década anterior.

Como embajador de un país amigo, expreso al pueblo español mi pesar más sincero por el agravio que pequeños grupos de marginales le han ocasionado a la bandera de España, lo que no hace honor a nuestra historia de respeto y solidaridad recíproca. El pregonado boicot antiespañol en Argentina, aunque tiene la notoriedad de lo inesperado, no cuenta con el respaldo de la enorme mayoría de la sociedad -como lo pueden atestiguar las importantes empresas españolas que allí están radicadas, los 300.000 españoles que viven entre nosotros y las encuestas de opinión realizadas en estos días-. El propio presidente De la Rúa ha condenado de manera enfática esta irresponsable iniciativa, impulsada por un ala ultramontana del gremialismo en conjunción con sectores políticos más radicalizados.

A Argentina, por el contrario, le interesa la sociedad con España y le gustaría que a España le siguiera interesando la sociedad con Argentina. No parece inteligente poner en riesgo el enorme potencial de trabajo conjunto a causa de un fracaso empresarial que, aunque extremadamente irritativo, es la única 'piedra en el zapato' que molesta nuestra marcha.En la historia de España y Argentina -en gran parte coincidente- ha habido altibajos en ambos lados. España sufrió los coletazos de su conflicto hasta los años setenta y hoy está en auge. Argentina, que estuvo en auge hasta los setenta, hoy está en crisis. A veces ha ido bien a unos, a veces a otros, y, sobre estas oscilaciones, la cercanía afectiva ha actuado de puente para que los menos favorecidos vieran en el otro la puerta abierta más cercana para probar mejor fortuna.

España comenzó su integración en Europa hace un cuarto de siglo, y lo ha hecho bien. La apertura de su economía le permitió disponer de capitales para inversión en el exterior hasta convertirse de un país de emigrantes y receptor de cooperación en un país de inmigración y fuerte inversor externo. Gran parte la ha volcado a América Latina, y en Argentina contabilizamos alrededor de 40.000 millones de dólares que han contribuido a modernizar la economía y han generado, además de empleo para los argentinos, importantes ganancias a las empresas españolas, aun a pesar de circunstanciales caídas en la Bolsa.

Y hemos crecido juntos. En cifras del Banco Mundial, España ha crecido de 513.700 millones de dólares en 1990 a 595.900 millones en 1999 -equivalente a un 16%-. Argentina ha incrementado su producto anual de 141.300 millones de dólares en 1990 a 283.200 millones de dólares en 1999 -equivalente a un ciento por ciento-. Ahora, cuando la recesión se está ensañando en nuestro país, es bueno recordar, para aquellos que con la mejor buena fe nos preguntan '¿cómo puede ser que un país tan rico esté en esta crisis?', que:

1. Estamos pagando por nuestra deuda, que en términos de porcentaje sobre el PIB es similar a la española, una tasa de interés que la triplica. Es como si a España se le cobrara por su deuda un interés anual de casi 40.000 millones de dólares al año en lugar de los poco más de 10.000 que paga hoy. Si se nos cobrara una tasa 'civilizada', en lugar de más de 12.000 millones de dólares al año deberíamos estar pagando 5.000 o 6.000. Desde la otra vereda, diríamos que el mundo financiero se está haciendo con Argentina un verdadero festín.

2. Perdemos otros 5.000 millones de dólares al año como consecuencia de la distorsión de los mercados agrícolas provocada por los subsidios y el proteccionismo de norteamericanos y europeos. Haciendo otra comparación, lo que Argentina pierde por el proteccionismo anualmente es aproximadamente equivalente a lo que España recibe de Europa como 'fondos de cohesión' para desarrollar sus infraestructuras.

3. Estamos en el punto álgido de la reforma previsional, que comenzamos hace una década. Con ella se cambia el tradicional sistema jubilatorio estatal 'de reparto' por uno de capitalización individual, lo que hace recaer sobre las cuentas públicas el déficit de la transición, hoy equivalente a 5.500 millones de dólares por año financiados con impuestos.

4. La devaluación del euro de un 25% desde que apareció ha castigado fuertemente nuestro comercio exterior. El efecto es como si en España hoy con un dólar sólo se pudiesen comprar 150 pesetas en lugar de más de 190, con todo lo que implicaría para el turismo, que para la economía española es el equivalente cualitativo a nuestras exportaciones. Nuestro otro gran socio comercial, Brasil, por su parte, ha devaluado su moneda en tres años en un 140%.

Vemos entonces que la economía argentina está soportando una sangría de alrededor del 10 % de su producto por cuestiones de coyuntura que no sufren la mayoría de los demás países de la región y que hoy agrava la pobreza de los menos pudientes y ahoga el esfuerzo de la población económicamente activa, con su reflejo en la política y el estado de ánimo colectivo.

Los argentinos estamos trabajando fuertemente para enfrentar estas dificultades. El Estado ha reducido sus gastos operativos entre 1997 y 2001 en alrededor de 7.000 millones de dólares al año -incluyendo rebajas de sueldos nominales-, el esfuerzo fiscal de la sociedad se ha incrementado con mayores impuestos y se ha acordado el congelamiento del gasto nominal por cinco años en todos los niveles del Estado. Sin embargo, todo ello es insuficiente para lograr 'confianza en los mercados', que siguen penalizando a Argentina con la tasa de interés.

Estas razones han llevado al Gobierno argentino a una acción destinada a aliviar el peso coyuntural de la deuda sobre las cuentas públicas como una forma de aliviar también el peso de la tasa de interés sobre la economía. El blindaje que se pactó con el FMI y al que España contribuyó prestando a Argentina 1.000 millones de dólares a una tasa de interés del 7,5 % anual, fue el primer paso, y el canje de la deuda concentrada en el corto plazo, el segundo. El tercer paso es el estímulo a la producción, el que se hace con una serie de medidas fiscales reactivantes sin tocar el tipo de cambio, que ha sido mantenido y seguirá siéndolo en paridad con el dólar hasta que su valor confluya con el del euro, momento a partir del cual estará fijado por el promedio entre ambas monedas. Lo que sí se ha hecho es introducir un 'factor de convergencia' para el comercio exterior hasta que el euro y el dólar se equiparen, consistente en una tasa para-arancelaria establecida para las importaciones y un reintegro equivalente a las exportaciones cuya medida estará dada por un factor ajeno a la decisión argentina, cual es la diferencia de valor entre ambas divisas fuertes, y para atenuar el efecto sobre las importaciones se han reducido los aranceles mayores en el mismo porcentaje del factor de convergencia. No ha habido entonces una devaluación: aunque en España no se consigue quien venda un dólar por 150 pesetas, en Argentina se sigue y se seguirá comprando un dólar por un peso. Se trata de una medida esencialmente arancelaria en el marco de la OMC, apoyada en la decisión de vincular el valor del peso al promedio del dólar y el euro a partir del día de su equiparación, y es esencialmente transitoria hasta que ello ocurra. Y en el medio de estas carencias se ha lanzado en estos días un plan social destinado a paliar las necesidades más urgentes de los más desfavorecidos.

Argentina sorteará este bache como ha sorteado muchos en su historia. Hoy su economía está incubando un crecimiento que derivará de las fuertes inversiones -muchas de ellas españolas- que se están realizando en minería, en energía, en el complejo forestal-maderero-papelero, en explotación de gas, en turismo, en el desarrollo de las telecomunicaciones, en la rentabilización del idioma español en el mercado latinoamericano, en la notable pujanza de sus nuevas empresas de contenidos, en infraestructura. El crecimiento argentino se reanudará, y no tenemos dudas de que hacia finales de la década habremos duplicado nuevamente nuestro producto como lo hicimos en la década anterior.

Como embajador de un país amigo, expreso al pueblo español mi pesar más sincero por el agravio que pequeños grupos de marginales le han ocasionado a la bandera de España, lo que no hace honor a nuestra historia de respeto y solidaridad recíproca. El pregonado boicot antiespañol en Argentina, aunque tiene la notoriedad de lo inesperado, no cuenta con el respaldo de la enorme mayoría de la sociedad -como lo pueden atestiguar las importantes empresas españolas que allí están radicadas, los 300.000 españoles que viven entre nosotros y las encuestas de opinión realizadas en estos días-. El propio presidente De la Rúa ha condenado de manera enfática esta irresponsable iniciativa, impulsada por un ala ultramontana del gremialismo en conjunción con sectores políticos más radicalizados.

A Argentina, por el contrario, le interesa la sociedad con España y le gustaría que a España le siguiera interesando la sociedad con Argentina. No parece inteligente poner en riesgo el enorme potencial de trabajo conjunto a causa de un fracaso empresarial que, aunque extremadamente irritativo, es la única 'piedra en el zapato' que molesta nuestra marcha.

Ricardo Emilio Lafferriere es embajador de la República Argentina ante el Reino de España.

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