_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vacas ( I )

El proyecto de la Fundación Bilbao 700-III Milenium Fundazioa para que se pintaran 175 vacas de fibra de vidrio, que luego quedarían instaladas por las calles de Bilbao, no empezó con buen pie, a juicio de muchos artistas. De entrada, se dieron como participantes a algunos artistas sin contar con su consentimiento. Vino después la presentación del contrato de participación voluntaria. Cada artista cedía a la Fundación organizadora los derechos que le correspondieran como autor, e incluso todos los derechos de reproducción que la imagen de la vaca podía generar. En el texto del contrato, además de memorar reiteradamente lo de decoración de la vaca -cosa poco alentadora para todo artista que se precie-, prohíben rigurosamente la exhibición de consignas de carácter político, religioso, sectario y algún etcétera más.

Con esas premisas, no era extraño que un buen número de artistas no quisiera entrar en semejante historia. Consideraban que una vez más se les trataba como a pingajos. Eran y son conscientes que quienes son tenidos por bobos útiles en público no serán tenidos por listos en privado.

Sin embargo, algunos artistas accedieron participar. Lo han hecho a través de determinados patrocinadores que la Fundación ha conseguido involucrar. El patrocinador ha pagado por cada vaca doscientas mil pesetas. En una plaquita azulenca van impresos el nombre del artista y el del patrocinador. Para que se animaran a participar en calidad de patrocinadores, la Fundación aseguraba a cada uno de ellos que le llegaría 'la correspondiente certificación que le permita la recuperación, vía fiscalidad, de una parte del valor invertido'.

No entramos a valorar los compromisos que hubiere entre los artistas y quienes ejercieron de patrocinadores. Lo que hemos percibido es que la mayoría de esos artistas se han limitado a cubrir el expediente. De ahí que entre esa falta de entrega plástica, de los que podíamos considerar consagrados, y el excesivo amateurismo reinante, en lo que atañe al resto de esas ciento setenta y tantas vacas, el resultado, salvo contadas excepciones, en términos artísticos no es demasiado esplendente.

Pero si no como arte, al menos cabe tomarlo bajo el aspecto lúdico. En ese punto hay coincidencia casi total. Se ha convertido esa vaquidad coloreada -permítaseme la expresión- en cosa simpática, además de trocarse en un acontecimiento feérico en toda regla. Se ha erigido en un asombro para los niños, en especial, y para mayores, sin dejar de estar de estar en boca (sonriente) de la mayoría de los ciudadanos. Muchos de ellos fotografían a sus niños al lado de tal o cual vaca pintarrajeada. Un acierto pleno en ese sentido.

No obstante aquí entra en escena un pero sumamente grande. Un pero no especulativo, sino real. Veamos. Después de hacer un recorrido entero por cada uno de los lugares donde 'apacentan' esas 175 vacas, contabilizamos cuatro ubicadas en Santutxu, dos en la Campa Basarrate y dos en la Plaza del Carmelo. No hace falta ser un experto en sociología para plantearse, siquiera con un mínimo de rigor, un hecho comparativo. Como por ejemplo: que haya en Santutxu, que es un populoso Bilbao dentro de Bilbao, sólo cuatro vacas, en tanto en la plaza Elíptica, por ser lo más céntrico de la ciudad, se exhiban doce, ¿no resultan desproporcionadamente injustas esas cifras? Dice Santutxu y puede aludirse a otra zona de gran enjambre de habitantes como Rekaldeberri, con sólo dos vacas, o San Ignacio, enclave asimismo multitudinario, con otras dos...

¿No tienen derecho a sonreír y a sentirse 'visitados' por un buen número de vacas colorísticas los niños de esas zonas, de por sí degradadas y olvidadas a lo largo de demasiados años?

Seguiremos indagando, desde la levedad de la sonrisa hasta lo profundo del ser, admitiendo que en esa levedad pueda encontrarse lo más profundo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_