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Columna
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¡Ojo, cocina!

El lenguaje político vasco, a la hora de elegir sus imágenes, vuelve últimamente a mirar a nuestras industrias más características: la siderurgia, con sabor a pasado, y la gastronomía, que sabe a presente y futuro gloriosos. Parece haber pasado el momento del sector de la construcción (nacional, faltaría más), que tantas y tan esforzadas metáforas suministró a los discursos. Ahora de lo que se habla es de lo bueno que es hablar, del diálogo como acción vivífica e incluso bella arte. Y una ocupación tan delicada necesita del auxilio de las industrias citadas. Tanto el solemne diálogo (político, claro) como sus hermanas plebeyas, las conversaciones (también políticas), precisan 'blindaje', la protección de una gruesa buena chapa de buen acero templado. Pero también requieren cariño y preparación: 'mucho trabajo de cocina', es la expresión de moda.

Poco habría que objetar si tales metáforas se tradujeran por discreción o reserva, que es lo que aconseja la enjundia y trascendencia del asunto sobre el que hay que dialogar, nuestro 'problema' ancestral, casi metafísico. Sin embargo, penosas experiencias no muy lejanas llaman a desconfiar de los platos políticos preparados en cocinas ciegas al público y de las conversaciones blindadas al horror circundante. En la democracia, el procedimiento y la transparencia en la toma de decisiones que afectan muy directamente a los ciudadanos resultan esenciales. Y puestos en materia, también en la gastronomía. Nadie aceptaría en un restaurante la creación culinaria más atractiva que pueda imaginarse si sospechara que en la cocina los chefs flojean en sus usos higiénicos o utilizan alimentos dudosos.

La discreción deja de ser una virtud cuando se convierte en secretismo y opacidad. Y la búsqueda de resultados a espaldas de la sociedad nos enlaza con un despotismo no siempre ilustrado. A la postre, nada hay menos democrático que sacar de la cocina el plato ya guisado y proponer al ciudadano-comensal el dilema reduccionista de las lentejas. Ya se sabe: o las comes, o las dejas.

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