El Museo Barbier-Mueller expone su fondo en París
La Maison de l'Amerique Latine acoge, hasta el próximo 9 de septiembre, una muestra -una cincuentena de piezas- de la colección Barbier-Mueller, la misma que alimenta dos museos, uno en Barcelona y otro en Ginebra, el primero especializado en arte precolombino, el segundo en lo que hoy llaman artes primeras, cuya procedencia mayoritaria se localiza en Oceanía y África. La colección, comenzada por Josef Mueller en el año 1908, cuenta con más de 7.000 obras.
La selección que ha viajado a París -es el primer viaje internacional del material depositado en Barcelona- reúne obras de diferentes estilos, realizadas entre los años 400 y 1100, todas ellas provenientes de Centroamérica: jarrones y platos de estilo Macaracas, en cuatro colores, con formas geométricas y abstractas o jugando con metamorfosis mitológicas que permiten a los guerreros transformarse en saurios; cerámicas de estilo Joaquín, sin el grueso trazo negro que separa el blanco del rojo, y que remiten a animales altamente estilizados, ya sean peces espada o serpientes; esculturas de la región de Diquis, con cabezas humanas transformadas en máscaras de jaguar; guerreros tallados en roca volcánica, sus pectorales trazados a partir de una elegante simple línea de relieve, una forma artística delicada que contrasta con el mundo al que hace referencia, explicitado en la cabeza reducida que el personaje lleva debajo de su brazo, cabeza que no era otra cosa que un trofeo, símbolo de su habilidad, valentía y gloria como luchador.
Las diferencias entre los estilos de la costa atlántica y los de la costa del Pacífico, más próximo a la figuración realista el primero, más simbólico el segundo, sorprenden en un territorio de distancias cortas si olvidamos la magnitud de las barreras naturales -selvas, lagos, montañas, volcanes, etcétera. Pero más extraordinario aún que las variaciones entre las dos costas oceánicas es el poder trazar paralelismos entre las cerámicas de Costa Rica, en la región de Guanacaste-Nicoya, y las de Guinea: ambas presentan de la misma manera la figura femenina, brazos en jarras, desafiante, la boca haciendo una mueca y los ojos entrecerrados.
Algunos animales -el jaguar, el cocodrilo, el águila, el escorpión, el pez espada- parecen tan omnipresentes como los guerreros. La gama de funciones es tan reducida como la de colores, y algunos de los estilos llegan a sobrevivir al desembarco de los españoles en 1492, como lo prueba el haber hallado en ciertas tumbas copas de estilo Cubitá junto a utensilios de procedencia europea.
El conjunto presentado en París es extraordinario. En su totalidad procede de búsquedas arqueológicas realizadas en lo que hoy son Nicaragua, Costa Rica y Panamá, al margen de las grandes culturas más conocidas, la de los olmecas y aztecas, la de los mayas o la de los incas.
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