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La FAMP quiere que los ayuntamientos deslinden las partidas para las bibliotecas

El Defensor del Pueblo alertó de la situación de estos centros

En la próxima reunión de la Comisión de Cultura de la FAMP, Cortecero defenderá que los ayuntamientos recojan esta sugerencia y deslinden en sus presupuestos los gastos de cultura con los de biblioteca. En la última asamblea, la FAMP ya recomendó a los municipios que diferenciaran las inversiones en cultura y en festejos, dos conceptos heterogéneos que, al ir juntos, impedían conocer cuáles eran las inversiones reales en actividades culturales.

A la vista del desmoralizador informe del Defensor del Pueblo sobre las bibliotecas municipales, la FAMP pretende que al diferenciar los gastos en libros y en información no se solapen con otros y se controle mejor su ejecución.

Uno de los ponentes fue Jerónimo Martínez, director de la Biblioteca de Andalucía, con sede en Granada, quien apuesta por un cambio radical del concepto mismo de biblioteca. 'Lo malo no es tanto que no haya dinero para libros o personal con poca cualificación, sino que no hay una idea clara de para qué sirven. Yo lucharé por la biblioteca municipal posible, no por un sitio desangelado donde los escolares vayan a estudiar', explica.

'Las bibliotecas no deben ser una especie de obligación que les cae a los ayuntamientos, cuando en realidad son algo esencial. A mí, de esa palabra, me sobra desde hace tiempo la mitad, biblio, la que hace referencia al libro, pues son válidos todos los soportes, pero también la segunda, la que significa caja para guardar. Una biblioteca no es un almacén sino un conjunto de servicios con fondos propios o fondos ajenos pero a los que tiene acceso. Una biblioteca es la suma de los libros que tiene pero también de los libros o información posibles ya sea por préstamo o de manera virtual', señala Martínez.

La comisión que prepara la nueva ley de bibliotecas ya ha terminado la redacción y espera someter el borrador a alegaciones en los próximos meses. La mayoría de las bibliotecas municipales son, según Martínez, 'salas de estudio atendidas por personal no cualificado'. En un segundo grupo prevalece el concepto de conservación del patrimonio bibliográfico y se dedican preferentemente a atesorar periódicos o libros de temática local. 'No tienen una función viva y no atienden la demanda de los lectores de los barrios o de las personas con desventaja social', agrega.

Por último, hay un tercer grupo, minoritario, cuya labor se basa en el fomento de la lectura mediante actividades imaginativas. A juicio de Martínez la biblioteca debe ser en realidad 'una puerta abierta a la información sin desatender el cuidado del patrimonio ni la animación a la lectura'.

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