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MUERE UN TESTIGO DEL SIGLO XX
Columna
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Un intelectual y una época

Lo asegura Michel Winock en un libro. -Le siècle des intellectuels- esencial para explicar esa institución social del mundo cultural francés y, en general, latino. La historia de los intelectuales y de su relevancia pública se puede organizar en torno a una serie de grandes figuras. Un intelectual es un creador que tiene una dedicación específica en una parcela, pero que la trasciende hasta unos intereses de carácter general y ejerce un cierto magisterio moral. Algunos, muy escogidos en cada generación, han tenido la virtud de concitar, a su favor o en su contra, todos los debates colectivos. Nos ha desaparecido una de las grandes figuras del siglo pasado en un momento en que, con cierta razón, se advierte que esa figura del intelectual tiende a extinguirse por las dificultades confluyentes nacidas de la trivialización de la cultura y de la barbarie del especialismo.

Para su generación, la guerra civil fue el acontecimiento definitorio y una obsesión biográfica. En un breve folleto titulado La guerra civil y las generaciones españolas consta la dedicatoria al autor de este artículo con la mención a 'esta historia de esperanzas y fracasos'. La tragedia fue ambas cosas, y la inteligencia y la bondad de quien había escrito esas líneas se pueden medir por el empleo de las dos palabras y por su misma ordenación. Algunos quedaron esclerotizados en las esperanzas sin compararlas con la realidad. Otros tardaron en descubrir que el fracaso había sido de todos.

Intereses y dedicaciones

El mérito de Pedro Laín Entralgo estuvo, en primer lugar, en la calidad. Es posible que a las jóvenes generaciones universitarias les parezca inabarcable tal multiplicidad de intereses y dedicaciones. Quizá esa tarea, asumida como una misión, pueda parecer imposible, pero, ahora que están desapareciendo quienes tenían esa fundada pretensión, bueno es que los saludemos con admiración entusiasta.

La vida, como intelectual, de Pedro Laín Entralgo se puede resumir en dos frases extraídas de sus memorias. Fue, en sus años mozos, un 'joven católico' que 'tenía demasiados intereses intelectuales como para aceptar aquellas que denominaban 'ideas sanas'; eso, quizá, explica que se convirtiera en falangista.

Pero en su actividad dentro de esa adscripción supo organizar lo que denominó como un 'gueto al revés'. Sus libros de la posguerra, empezando por España como problema, son una buena prueba de esa apertura que se tradujo, para él, desde 1956, en convertirse en una especie de paria. De esas memorias llama la atención un exceso de compunción cuando, como le he oído a Marías, siempre la vida colectiva española fue un poco mejor gracias a la presencia y la actividad de Laín. Ojalá siempre todos los 'descargos de conciencia' fueran tan leves como el suyo.

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