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'No me limita ser hispana, son ellos los que se limitan'

La nueva generación de hispanos que crece en Estados Unidos viene pegando fuerte. La minoría de mayor crecimiento en Estados Unidos tiene energía, dinero y, ahora, un nuevo rostro, el de Michelle Rodríguez. A sus 22 años, esta mezcla de puertorriqueña, dominicana y estadounidense, nacida en Tejas, pero con una fuerte dosis del Caribe en sus venas, pertenece a esa nueva camada de jóvenes estadounidenses que no son ni de aquí ni de allí. Y hay muchos como ella. Nada de Rita Moreno o Dolores del Río como ídolos de la pantalla, sino más bien Julia Roberts y Jodie Foster. 'A mí no me limita nada lo de ser hispana. En todo caso, le limitará a quien aplica este tipo de calificativos', subraya la protagonista de Girlfight. Pertenece, pues, a una generación de mujeres jóvenes que ni siquiera defiende su hispanidad porque la da por sentada. Son bilingües, conocen más de una cultura y no están dispuestas a dejarse limitar por estereotipos. O a integrarse en la maquinaria de Hollywood a base de teñirse el pelo y cambiar de nombre, como le pasó a Rita Hayworth (Margarita Cansino). Son así y así es como el público las va a aceptar. 'Sé cuál es mi color y por qué mis ojos están rasgados, pero también estoy cansada de segregación y lo que quiero es ser un camaleón', afirma.

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Una bella mirada oscura

Rodríguez tiene las cosas claras en cuanto a su carrera a pesar de ser una recién llegada, con poco más que un papel de figurante antes de llegar a ser la protagonista de Girlfight, su debú profesional.

En la pantalla, su aspecto es desmadejado y algo hombruno, el mejor para retratar la furia contenida de Diana Guzmán, el personaje que interpreta en Girlfight, que cuenta una historia que transcurre en el mundo del boxeo femenino. En las revistas queda subrayada toda esa belleza emergente que en la vida real no logra ocultar ni con la camiseta negra algo raída que viste ni con sus botas de combate. 'Yo me gusto como soy, con mis granos y mi cara regordeta'.

Michelle creció con su madre, separada desde que ella tenía siete años, con la que aún vive en Jersey City y con la que comparte la fe de los testigos de Jehová. De su padre, ahora fallecido, aprendió valores más revolucionarios las pocas veces que se vieron, y con su abuela, Sarah, con la que se crió en Santo Domingo y en San Juan, aprendió todo lo que enseñan las abuelas sobre educación. Según Rodríguez, gracias a esta mezcla ha evitado quedarse embarazada, contraer cualquier enfermedad venérea o acabar colgada de algo cuando se rebeló contra todo y decidió disfrutar del ambiente festivo que esconden las noches de la ciudad. Esa rebeldía le costó varios trabajos, pero tenía algo muy claro: 'Nunca he querido ser una marioneta de la sociedad. Quiero trabajar mi lado creativo'.

Cuenta con un talento innato para el boxeo, y como actriz triunfó en el Festival de Sundance. 'La mayor decepción de ese festival es que en lugar de hablar de cine sólo se trataba de dinero', recuerda. No quiere dejarse encasillar como la hispana. Lo que quiere hacer son buenas películas. 'Dame una película de verdad, un filme sobre algo que no hable de razas, sino que hable de realidades. Quiero hacer historias que vayan sobre lo que pasa en la vida, como las que hace Pedro Almodóvar. O como Girlfight'. Por el momento, a sus agentes los ha vuelto locos tras haber rechazado pequeños papeles en algunas grandes producciones en favor de otros filmes donde su trabajo no tenga nada que ver con el de la 'chica de', por no hablar de la adolescente torturada. Por eso ha elegido The Fast and the Furious como su siguiente película, una historia de carreras ilegales de coches 'donde el único amor de los protagonistas es la velocidad y que me ha permitido recorrer Los Ángeles a toda pastilla'.

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