¿Ha muerto la 'tercera vía'?
El pensamiento del nuevo laborismo sigue influyendo en el Gobierno, pero Blair ha dejado de mencionarlo
Tony Blair ya nunca menciona la tercera vía en sus discursos. Ese concepto revolucionario con el que llegó al poder en 1997, que abrió grandes expectativas entre la izquierda de Europa y que transformó el laborismo británico ha escapado por la puerta falsa de la campaña en estas elecciones, las del 7 de junio. Ha perdido su glamour ante el gran público. En algún momento de estos cuatro años, sin que nadie sepa explicarlo bien, la gente empezó a identificarlo con una palabrería hueca. 'La tercera vía no existe', decían los conservadores. 'Es el thatcherismo de rostro humano', decían los izquierdistas críticos.
Han caído tormentas sobre esas palabras, pero lo cierto es que hoy, cuatro años después de su lanzamiento, los mejores analistas británicos y el propio Gobierno defienden que esa nueva corriente ha supuesto una revolución para el laborismo británico y, por tanto, para la historia británica. Detrás del mero concepto, en resumidas cuentas, ha habido mucho más que esos nuevos laboristas con traje y corbata capaces de contener la inflación y ajustar el presupuesto.
'Todavía vale como alternativa entre un Estado fuerte y los excesos de Thatcher', dice Robin Cook
'La tercera vía sí existe y está vigente, se produjo en el momento en que los laboristas dieron la espalda al concepto de que el libre mercado era algo malo, que estaba en la médula de su partido durante 35 años, y lo aceptaron, aceptaron el mercado', asegura el profesor Howard Glennerster, de la London School of Economics. 'Aceptan el mercado, pero a la vez se dan cuenta de que el mercado falla cuando se habla de educación o de sanidad, y de que ahí hace falta una red de seguridad, que debe poner el Estado. Fue una ruptura con el pasado'. El profesor explica que la idea no es tan excitante y romántica como la vieja utopía socialista de cambiar el mundo, y por eso ya no es popular, aunque revoluciona mucho más la realidad.
'El término ya no lo usamos', reconoce el ministro de Exteriores, Robin Cook, a EL PAÍS. 'Pero el concepto todavía está ahí, en los discursos de Blair. La opción ya no es ni un Estado con un poder central fuerte ni los excesos de la derecha de Thatcher. Hay una alternativa entre los dos, que es un Gobierno comprometido con la inclusión social, con la solidaridad, con el cumplimiento de un programa moderno y flexible, abierto a la economía global, para competir con éxito en el mundo', agrega.
Una de las transformaciones clave que trajo la tercera vía fue la de eliminar la filosofía del subsidio al desempleado como fórmula de vida, un mal crónico y enquistado en las clases trabajadoras británicas durante décadas. 'Había que hacer la vida del parado menos atractiva y sacar a la gente del hábito del subsidio', dice Glennerster. Hoy, con lo que está ahorrando el Gobierno británico al reducir esos fondos de subsidios, entre otras cosas, está empezando a invertir más en educación y sanidad, las dos grandes asignaturas pendientes del Estado de bienestar británico y temas clave en esta campaña.
La tercera vía ya no es popular como concepto y no ha tenido un seguimiento ideológico en Europa, pero en el Reino Unido ha cambiado la historia.
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