La rebelión de los abuelos de San Blas
96 ancianos de una residencia pública se niegan a ser trasladados si no es 'todos juntos y con el personal incluido'
'No queremos estar mejor atendidos. Queremos estar juntos. ¡No nos moverán!' Con estas palabras, escritas al final del texto que consensuaron ayer, los 96 ancianos que viven en la residencia de la tercera edad de San Blas (avenida de Guadalajara, 96) dieron una lección de que la edad no está reñida con los buenos reflejos ni con la capacidad de movilización.
Apenas una hora después de que supieran que la Consejería de Servicios Sociales se dispone a desalojarlos de su hogar y dispersarlos por otros centros para mayores, el Consejo de Residentes (el poder ejecutivo de los ancianos) convocó con carácter de urgencia a la Asamblea de Residentes (su órgano soberano). Resultado: una firme negativa a abandonar el centro si no lo hacen todos juntos, con el personal que les atiende incluido.
El Consejo de Residentes convocó a la asamblea para dejar clara su postura
'Somos 96 personas que nos hemos acostumbrado a vivir aquí, algunos desde hace 20 años', explicó Luis López Galindo, nacido en 1916 y uno de los cabecillas de la revuelta. 'Muchos están muy mayores y con problemas mentales. Las familias vienen poco a visitarnos y nuestro apoyo somos nosotros mismos y los trabajadores que nos atienden. Separarnos sería matarnos un poco más rápido', se lamentó.
La residencia, que ocupa un solar de casi 10.000 metros cuadrados y dispone de un gran jardín y dos patios, era ayer un hervidero de rumores, comentarios y nervios. Trabajadores y residentes, muy bien avenidos, se unieron más que nunca. Los primeros pintaban una pancarta para protestar por la medida en uno de los patios. Los segundos miraban con cara de satisfacción, aunque se quejaban de que esos 'jóvenes' no tenían mucho arte en eso de pintar. Valentina, una mujer de 80 años que ha vivido en la calle de Alcalá, en la casa en la que nació, toda su vida, recordaba que ella también pintaba algunos cartelitos con un pincel muy fino cuando trabajaba en una mantequería.
'Venga, a moverse, que con la excusa de todo este follón hoy no andáis nada', les recriminó Estrella, una auxiliar de enfermería que lleva 16 años en la residencia. 'Yo me he hecho una hora esta mañana', le respondió José María Arcega, de 68 años y presidente del Consejo de Residentes.
'Convocada la Asamblea de Residentes, presidida por el Consejo, ha sido un clamor el malestar de todos por el desarraigo que nos supone la separación de las personas. Hemos tomado la decisión de no movernos de la residencia San Blas hasta que nos garanticen que todos los residentes iremos al mismo centro donde podamos continuar con los lazos de amistad y convivencia todos juntos'. En estos términos se explicaba el escrito, aprobado por unanimidad por la asamblea, que fue firmado por todos los residentes y entregado a la dirección del centro.
En la residencia San Blas, un antiguo convento reformado en 1972 para albergar a personas mayores, viven 24 ancianos 'no válidos' (incapaces de valerse por sí mismos) y otros 72 válidos (con un buen estado físico) atendidos por 90 trabajadores. La decisión del Servicio Regional de Bienestar Social se fundamenta en un estudio técnico que concluye que el edificio no cumple casi ninguna de las normas de seguridad de un centro de estas características.
Por ello, Bienestar Social comunicó el martes a los sindicatos que la residencia deberá ser abandonada próximamente. La mayoría de los ancianos 'válidos' serán repartidos en dos grupos con destino a dos centros de Las Rozas y la carretera de Colmenar. Los 24 'no válidos' y los trabajadores serán distribuidos en diferentes centros según su capacidad y necesidades.
Pergentino Martínez, de 71 años, es el vicepresidente del Consejo y no le gusta abandonar el edificio, 'que es muy grande y está muy bien', pero estaría dispuesto a hacerlo si se van todos juntos. 'Que nos lleven como a una piña; si no, que se olviden'. Por su parte, Luis López Galindo echó mano de su experiencia de militante de la CNT durante la guerra civil para anunciar: 'A mí no me echan. Si lo intentan, me declaro en huelga de hambre'.
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