Por la entrada de España en la astronomía europea
En el pasado mes de abril se celebró en Garching (Alemania), en la sede de ESO (Observatorio Europeo Austral), un congreso sobre la visión con el telescopio VLT (Very Large Telescope) de la formación de estrellas y planetas. Tuvimos la oportunidad de presidir sendas sesiones del congreso. Para nosotros es una satisfacción profesional formar parte de la comunidad científica europea, capaz de desarrollar una herramienta única como el VLT. Sus logros científicos son ya impresionantes, pero sus perspectivas futuras prometen serlo aún más. El VLT, instalado en Chile, consta de cuatro telescopios óptico-infrarrojos con espejos de ocho metros de diámetro cada uno, que pueden trabajar individual o conjuntamente mediante la técnica de interferometría. El VLT es la máquina astronómica más avanzada de las existentes, gracias en gran medida a su instrumentación auxiliar. ESO se encuentra varios pasos por delante de cualquier otra institución astronómica mundial: no hay proyecto comparable, a corto y medio plazo, en el rango de longitudes de onda óptico-infrarrojo. España, un país de vocación europea declarada reiteradamente, no forma parte del club de países que configuran ESO. No lo entendemos.
La astrofísica en España ha experimentado un desarrollo espectacular en los últimos 20 años. La situación actual es muy distinta al páramo de finales de los setenta. Hay grupos en primera línea de investigación astronómica. Este avance se ha realizado en medio de tensiones y desequilibrios, en parte similares a los de otras áreas científicas, en parte específicos de la astronomía. La nunca suficientemente denostada endogamia es un ejemplo de los primeros. Para superarlo debe cambiar profundamene la mentalidad y deben adoptarse medidas que realmente la dificulten y penalicen. Es un problema de los responsables de política científica (las medidas anunciadas no nos permiten ser optimistas), pero los científicos no pueden hurtar su responsabilidad: ellos forman las comisiones que otorgan los puestos de trabajo. Invocando una respetable libertad de criterio, pero de hecho vaciándola de contenido, se toman con demasiada frecuencia decisiones que priman la mediocridad científica y el localismo. Son decisiones prevaricadoras, al margen del conjunto de los criterios internacionales que evalúan la excelencia científica. Mientras tanto, jóvenes científicos, y no tan jóvenes, con una sólida formación no encuentran una forma digna de integración. Es un dispendio para el país.
Un desequilibrio específico de la astrofísica es el siguiente. La comunidad astronómica española sabe explotar bien los medios instrumentales puestos a su alcance por otros países, pero no sabe todavía desarrollar instrumentos competitivos propios, hecho esencial si se pretende estar en la primera línea real de investigación. Este aspecto, posiblemente inevitable, no es un demérito; pero su reconocimiento es condición necesaria para superarlo.
La astronomía de este país está demostrando su valentía al emprender el complicado desarrollo de un telescopio de 10 metros, proyecto Gran Telescopio de Canarias (GTC), cuyo positivo impacto en el tejido industrial se puede constatar. El GTC jugará un papel importante en la investigación si logra dotarse de instrumentación vanguardista; en caso contrario, no será un motor revolucionario del conocimiento científico y tecnológico mundial. Éste es su reto principal y donde tiene las principales dificultades. Reconocerlo sin falsos complejos es un ejercicio de autocrítica responsable. La incorporación de España a ESO permitiría aprovechar la gran experiencia instrumental de esta organización y supondría un espaldarazo significativo a la feliz conclusión del proyecto GTC, lo cual deseamos. También ayudaría a superar los otros desequilibrios mencionados. Además, mejoraría nuestra posición en ALMA (Atacama Large Milimeter Array), un proyecto internacional de 64-96 radiotelescopios previsto para el año 2009, y pondría a la astronomía e industria españolas en posición de igualdad para futuros proyectos vanguardistas, como el OWL (Over Whelmingly Large), un telescopio óptico-infrarrojo de 100 metros de diámetro en fase de estudio conceptual por ESO.
Los astrónomos españoles han manifestado reiteradamente su deseo de integrarse en ESO; por ejemplo, a través de la Sociedad Española de Astronomía. Se han producido intentos de adhesión con éxito nulo, sin que conozcamos las causas reales del fracaso. Parece ser que se han iniciado, o van a iniciarse, nuevas conversaciones; sin embargo, nadie informa a la comunidad científica implicada, ni en éste ni en procesos similares. La falta de transparencia no apunta al camino adecuado para que la integración en ESO sirva realmente al conjunto de la comunidad científica, más allá de intereses particulares de personas, grupos o centros. Este temor se basa en experiencias concretas con observatorios internacionales en territorio español. En cualquier caso, deseamos que las negociaciones, si se producen, alcancen esta vez un éxito total. Los responsables de la política científica española tienen el turno de palabra.
Carlos Eiroa es profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y José María Torrelles es investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
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