El 'padre' de la 'narcosala'
José Cabrera Forneiro, un médico forense de 44 años especializado en psiquiatría, llegó a la Agencia Antidroga en agosto de 1997. Su predecesor en el cargo, Alejandro Martín Carrero, también dimitió alegando que las instituciones regionales le habían abandonado tras la polémica desatada por el cerco policial a los poblados chabolistas de venta de drogas.
Cabrera, hasta entonces jefe del Servicio de Información Toxicológica del Ministerio de Justicia e Interior, se fijó como prioridad incrementar los programas de metadona. A su llegada había 2.400 plazas de este sustitutivo opiáceo. Ahora hay 8.000. Siempre ha defendido a capa y espada estos programas de reducción del daño. Con ese objetivo abrió tres centros para drogodependientes en La Rosilla, Moncloa y Móstoles, en los que se ofrece comida, ducha, descanso y atención sociosanitaria.
Hace un año, Cabrera decidió dar un paso más audaz: habilitar una sala de venopunción donde los toxicómanos pudieran inyectarse drogas bajo supervisión médica (para evitar contagios y pinchazos de riesgo). El proyecto, innovador, no gustó en sus primeras formulaciones al Ayuntamiento ni al presidente del Gobierno, José María Aznar. La guerra duró meses y Cabrera presentó por primera vez su dimisión. Finalmente, el 24 de mayo de 2000 la narcosala abrió en el poblado vallecano de Las Barranquillas, no sin cierta polémica tras la concesión del servicio a una empresa de nueva creación.
'Trato de favor'
No era la primera vez que la oposición criticaba la adjudicación de un servicio de la Agencia. En 1999, el PSOE denunció 'trato de favor' en la concesión de tres centros de drogodependientes a Punto Omega, Ática y Grex. Cabrera negó el favoritismo aduciendo la larga experiencia de las citadas entidades.
También creó malestar el despido de los cinco gestores del Programa de Prevención de Drogodependencias en escuelas (PPD) 72 horas después de que pidiesen un contrato estable. El Juzgado 8 de lo Social ha considerado nulas estas expulsiones, que Cabrera justificó porque el PPD había 'perdido eficacia'.
Dos de los últimos programas de la Agencia, la dispensación de parches de detección del consumo de drogas a padres preocupados por la posible toxicomanía de sus hijos y el centro de atención para cocainómanos, han tenido por ahora más divulgación que eficacia. Sólo cinco chicos llevan los apósitos y en el centro de cocainómanos están vacías la mayoría de sus 25 plazas.
Ante las críticas, Cabrera, aficionado a las frases lapidarias, ofrece una máxima de oro: 'Sólo quien no hace nada no se equivoca nunca'.
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