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Columna
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Tres preguntas y dos protagonistas

Qué va a hacer el lehendakari Juan José Ibarretxe respecto a las ambiciones independentistas de su partido, expresadas en los llamados 'soberanismo' y 'ámbito vasco de decisión'; qué actitud va a adoptar el presidente del Gobierno José María Aznar ante el fracaso y la frustración de su partido por los malos resultados electorales obtenidos; y hasta dónde puede cooperar el Partido Socialista con el Gobierno del PNV, son las tres preguntas que mejor reflejan en este momento las inquietudes de los distintos sectores de la sociedad vasca, nacionalistas o no.

Ibarretxe es un hombre bastante solitario, que no tiene un gran equipo de colaboradores propios y que nunca se ha distinguido por sus decisiones enérgicas o por protagonizar discusiones internas en su partido. Sin embargo, su participación en la victoria electoral del PNV es muy importante, y así lo ha reconocido, en justicia, el propio presidente del partido, Xabier Arzalluz. Todo el mundo admite ahora que la posición de Ibarretxe puede ser decisiva en la polémica interna sobre la reivindicación de la 'plena soberanía' de la que ayer hablaba, de nuevo, el diario peneuvista Deia.

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Un sector del partido, el más moderado, desea que esa polémica no pase de meras declaraciones. Se sentiría mucho más tranquilo si el lehendakari enviara rápidamente una señal al mundo no nacionalista en el sentido de que este Gobierno no planteará iniciativas de desarrollo soberanista en el nuevo Parlamento, donde podrían prosperar con el apoyo de los siete escaños de EH. (Ibarretxe ha prometido que no aceptará el voto de Otegi en la investidura, pero no que renuncie a él durante toda la legislatura). Algunas de las personalidades más moderadas del PNV aseguran que Ibarretxe comparte sinceramente la línea conciliadora, pero admiten que tienen la gran duda de qué haría en el caso de que Arzalluz y la dirección del partido no estuvieran de acuerdo.

Es razonable suponer, además, que el grupo que más defendió el Pacto de Lizarra reclame también su parte en el éxito electoral, sobre todo por haber conseguido uno de los grandes sueños del PNV: atraer al voto más radical e independentista. Hasta Otegi admite que su derrrumbe se ha debido a la huida de votos hacia el PNV, pero muchos analistas creen que ese voto es muy volátil. En concreto, piensan que sería un voto nuevamente perdido en cuanto se formalizara, por ejemplo, la escisión de la corriente Aralar, integrada hoy en Euskal Herritarrok.

En cualquier caso, los buenos resultados obtenidos por el PNV han introducido un elemento de perplejidad y de distorsión dentro del sector más crítico con la actual dirección del partido. De momento, se han suspendido todos los contactos anteriores a las elecciones, a la espera de la digestión de los votos y de los primeros mensajes de Ibarretxe.

La decisión que adopte el lehendakari respecto a las posibles inciativas soberanistas del PNV será también el elemento esencial que marque sus relaciones con el Partido Socialista de Euskadi. Actualmente, esas relaciones se mantienen bloqueadas a la espera de la primera ronda oficial de entrevistas, pero los socialistas ya están preocupados por el hecho de que el lehendakari se mantenga en silencio y sea Arzalluz quien haya formulado las primeras propuestas políticas.

El PSE ha anunciado que pasa a la oposición, como es lógico tras el desarrollo de su campaña electoral. Pero es indudable que la ejecutiva socialista considera que se han cometido serios errores, asumidos formalmente de un modo colegiado, y que la estrategia de enfrentamiento con el nacionalismo vasco no puede mantenerse indefinidamente. La iniciativa corresponde, sin embargo, al propio lehendakari y la dirección del PSOE no hará nada, salvo reiterar su ofrecimiento para la 'unidad de los demócratas', hasta que Ibarretxe se pronuncie.

Más inquietud se respira en el Partido Popular, que necesita tiempo para asimilar un resultado tan poco acorde con sus expectativas como el obtenido.

El PP asegura que está también a la expectativa de las iniciativas del lehendakari pero sus portavoces se muestran francamente pesimistas sobre una posible mejora de relaciones. 'Esperaremos hasta ver como administran su victoria', explicó ayer un asesor del presidente Aznar.

Uno de los elementos que más preocupación despierta en el entorno del propio Partido Popular, especialmente en el ámbito empresarial vasco, es la posición que vaya adoptar el presidente del Gobierno español.

Algunos empresarios creen que la estrategia seguida por los populares ha sido incorrecta, porque ha provocado un efecto boomerang en beneficio de un voto nacionalista reagrupado y esperan que los responsables del PP realicen un análisis más profundo de lo ocurrido. La peor alternativa, en su opinión, sería una actitud de cerrazón en Madrid, que pretendiera utilizar las instituciones del Estado, en una nueva batalla. El Partido Popular, señalan, debería mantenerse en la oposición y exigir garantías de seguridad para sus representantes, pero modificar al mismo tiempo la línea de confrontación radical con el PNV, si los nacionalistas moderasen sus reivindicaciones políticas.

La primera decisión del PP ha sido intentar consolidar su organización y evitar que cunda el desánimo. Los populares -y en menor medida el PSE- temen el efecto de estas elecciones sobre la elaboración de listas en futuras convocatorias electorales, especialmente las municipales. Por eso, los primeros mensajes de Jaime Mayor han sido para animar a los concejales de su partido, que continuan amenazados por ETA. El PP teme que la organización terrorista vuelva a irrumpir en el escenario tras las elecciones, y realice un nuevo atentado contra políticos vascos en fechas próximas.

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