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Columna
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Entre el nacionalismo y la libertad

Para poder tomar la decisión de separarme de Joaquín, tuve que enfrentarme al dilema de que aún seguía queriéndole pero, a la vez, quería recuperar la dignidad que con él había perdido. Siempre no había sido así. Cuando me enamoré, el quererle y el quererme a mí misma eran las dos caras del mismo sentimiento. Pero unos años después tuve que elegir entre él o yo. Y lo que me costó más fue aceptar que las cosas habían cambiado, que no bastaba con mirar hacia otro lado y olvidarlo todo cada vez, para luego tener que revivirlo. En definitiva, el dilema volvía a hacerse presente y, al final, tuve que enfrentarme a él.

De niña en el colegio me habían enseñado que las grandes elecciones de la vida son entre el bien y el mal. Pero para mí lo más difícil ha sido siempre elegir entre dos opciones que me parecían ambas deseables. Por eso intentaba no tener que decidir y quedarme con las dos. Lo que casi nunca era posible.

Mi tío Josemari, el gudari, se enfrentó al dilema de su vida a los pocos días de caer Bilbao, cuando perdido de su batallón tuvo que decidir por sí mismo si continuaba la guerra o la daba por terminada. La decisión que tomó entonces no dejó de perseguirle el resto de su vida. El hombre por quien mi tío sentía más admiración se había enfrentado a un dilema parecido apenas un año antes. Ese hombre era José Antonio Aguirre y Lekube, el primer lehendakari. Los dirigentes de su partido, encabezados por el hermano del mismísimo fundador, decían que la guerra civil era un asunto entre españoles, donde los vascos no tenían nada que ganar. Aguirre que, como nacionalista vasco era diputado en el Parlamento de la República, dijo que lo que estaba en juego era la libertad de los vascos y de todos los demócratas. En el dilema entre el nacionalismo que le empujaba a encerrarse en casa y la libertad que le empujaba a combatir por ella, Aguirre escogió la libertad.

El dilema en el que se encontró mi tío once meses después volvía a enfrentar nacionalismo y libertad. Pero esta vez el péndulo patriótico había oscilado al otro extremo. Aguirre había sido derrotado y el partido tomó la iniciativa, firmando con los fascistas italianos -ya entonces- un pacto por la paz a costa de la libertad. Como sucedería sesenta años después, la libertad a la que renunciaban era la de otros. Miles de gudaris se rindieron siguiendo órdenes de sus jefes y se consolaron luego con la pintoresca idea de que los fascistas aliados de Franco les habían traicionado. Mi tío no. Porque él había decidido por sí mismo y muchos años después seguía intentando convencerse, sin llegar nunca a conseguirlo, de que hizo lo que tenía que hacer.

El próximo domingo, mis amigos y familiares nacionalistas se encontrarán ante el mismo dilema. Y me gustaría confiar en que no optarán por negar que el dilema exista. Aunque probablemente lo hagan, diciéndose que la libertad sólo está amenazada por el Gobierno de Madrid, que quiere destruir el nacionalismo. Volverán así a cerrar los ojos y puede que hasta duerman tranquilos esa noche. No sé cuántos llegarán a darse cuenta de que la libertad de todos hoy es la condición insoslayable de su propia libertad mañana.

Para mí, la elección esta vez es más sencilla. Puesto que la historia nos demuestra que los humanos de todos los tiempos no dejan de crecer en soberbia cuanto más ejercen el poder, creo que a quienes ya llevan veinte años, debemos darles una oportunidad de que aprendan humildad. Ninguna idea se destruye por ser defendida desde la oposición. No deseo destruir el nacionalismo, pero me gustaría que dejaran el gobierno a otros que muestran más respeto por la libertad de todos.

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Este domingo los únicos que tienen que perder son los que aún tienen pendiente el dilema entre nacionalismo y libertad. Quienes lo hemos resuelto no tenemos nada que perder. Tan sólo podemos ganar en libertad y también en la dignidad que ya estábamos perdiendo. Pero, para eso, hay que llegar enteros al domingo. Así que en estos días todos los demócratas, por favor, tengan cuidado ahí fuera, al atravesar la avenida de los francotiradores.

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