Ronald Biggs quiere volver a casa
El célebre atracador del tren de Glasgow negocia con Scotland Yard desde Brasil
Casi cuatro décadas después de haber participado en el asalto al tren correo de Glasgow, Ronald Biggs, el miembro más famoso de la banda de 15 ladrones que se llevaron un botín cercano a los 800 millones de pesetas al cambio actual, quiere volver a casa. En una nota remitida por correo electrónico a Scotland Yard y firmada con su nombre y una huella dactilar, el fugitivo, de 71 años, admite que la nostalgia y los achaques propios de la edad han podido más que la vida regalada que lleva en Brasil desde su fuga de una cárcel londinense en 1965. Biggs sabe que se expone a un arresto en cuanto pise el Reino Unido, pero no desea morir sin haber tomado una última cerveza en un auténtico pub británico.
Sentimentalismos aparte, el que fuera un ladrón de poca monta hasta convertirse en un mito popular por su habilidad a la hora de burlar a celadores de prisiones y oficiales de policía, está listo para afrontar de una vez por todas las consecuencias de sus actos. A pesar del tiempo transcurrido, la legislación británica sigue considerando a Biggs un fugitivo de la justicia al que le quedan por cumplir 28 años de la pena de 30 a la que fue condenado poco después del robo. En Río de Janeiro, donde reside hoy, es un hombre libre, porque tuvo un hijo con una mujer brasileña y no puede ser extraditado. En Londres, por el contrario, regresaría a la cárcel a pesar de su avanzada edad y de haber sufrido ya tres derrames cerebrales. Él sabe lo que le espera, y por eso le ha pedido a John Coles, comisario jefe del departamento de Crimen Organizado de Scotland Yard, un pasaporte y la documentación necesaria para abandonar Brasil y ponerse literalmente en manos de los agentes.
'Estoy enfermo y no quisiera morirme sin antes haber tomado una última pinta como un auténtico caballero británico en un pub de Londres', asegura Biggs en la nota remitida a la policía y reproducida ayer por el rotativo The Sun. Luego añade: 'Estoy preparado para un arresto en el aeropuerto de Heathrow y me pondré a disposición del legislador. Siempre dije que volvería y ha llegado el momento de cumplir mi palabra'. Dada su edad, el largo tiempo transcurrido desde el robo y su delicado estado de salud, tal vez pudiera aspirar a conmover al Ministerio del Interior y recibir incluso un indulto. Lo malo es que este fugitivo es considerado un mito por sus múltiples escapadas hasta que se afincara en Brasil, pero ha llevado allí una vida regalada a base de explotar su pasado delictivo. Un oficio no demasiado bien visto por sus compatriotas, que, si bien reconocen que la única víctima del robo, el maquinista Jack Mills, sobrevivió incluso varios años a los golpes recibidos en la cabeza, que Biggs haya vendido camisetas y ejercido de guía turístico explotando sus andanzas le ha ganado pocas simpatías. El año pasado incluso festejó su cumpleaños invitando a Río de Janeiro a sus compañeros de robo todavía vivos, entre ellos el cerebro de la banda, Bruce Reynolds.
'Mi mayor pena es que ya no volveré a ver a mi hijo brasileño, Michael (Biggs tuvo otros dos, Farley y Chris, con su primera esposa), y a mi nieta, Ingrid. Es terrible, pero no me arrepiento de nada', concluye la misiva enviada a Scotland Yard. Toda una declaración vital criticada por Jim Sewell, antiguo subcomisario de la policía metropolitana londinense. En su opinión, Biggs es un delincuente y es mejor que siga en Brasil. 'Me pregunto si lo que de veras le pasa es que echa de menos la fama y sólo quiere rejuvenecerse a base de regresar', dijo ayer.
Planeado a la manera de los legendarios robos perpetrados por los bandidos del Oeste, Biggs asaltó el tren correo de Glasgow con otros 14 compinches que fueron entregándose poco a poco a la policía. Entre los más notorios destacan Bruce Reynolds, que estuvo una década entre rejas, y Buster Edwards, que acabó en las cárceles de su graciosa majestad tres años después de haberse marchado a México. La agitada vida de todo el grupo palidece, sin embargo, comparada con la fuga de Biggs en un camión de muebles de la prisión de Wandsworth a los 15 meses de su ingreso. Durante su posterior peregrinaje por España y Australia hasta llegar a Brasil, no faltó el posterior cambio de rostro a base de cirugía estética y su escapada de las garras de Jack Slipper, el policía que más cerca ha estado de arrestarle. Un accidentado periplo que Ann Widdecombe, portavoz conservadora de Interior, ha calificado de vulgar letanía de delitos de un fuera de la ley que no merece admiración alguna y debería cumplir de una vez por todas el resto de la condena que le queda en cuanto vuelva.
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