El BCE censura la política fiscal 'acomodaticia' de los países del euro
Bajar impuestos sin reformar las pensiones impide rebajas de tipos
Ni la situación es tan mala como la pintan, ni la inflación está controlada en la zona euro. El BCE hace esta defensa de su política monetaria que le ha llevado a mantener inamovibles en el 4,75% los tipos de interés desde hace siete meses. En ese periodo, en EE UU el precio del dinero ha sido modificado a la baja en tres ocasiones, hasta el 4,50% actual.
En el informe anual del BCE correspondiente a 2000, el muy cuestionado presidente Wim Duisenberg subraya que durante el año pasado la economía de la zona euro creció un 3,4%, 'el [nivel] más alto de la última década', frente al 2,5% del año anterior. A finales del pasado año la situación se ensombreció porque aparecieron los síntomas de que la crisis del petróleo y la incertidumbre sobre EE UU y Japón amenazaban a la zona euro.
Ese clima de pesimismo caló en los Gobiernos europeos, arreciaron las presiones al BCE para que bajara tipos y tanto el FMI como la Comisión Europea han acabado por revisar a la baja sus previsiones. Pero el BCE, al menos en el informe elaborado antes de que se dieran a conocer esas nuevas estimaciones, no comparte esa visión negativa. 'En los primeros meses de 2001 siguió siendo favorable la perspectiva de un crecimiento económico sostenido en la zona euro', señala.
La inflación sigue fuerte
Por el contrario, la inflación no está aún controlada. El pasado año, el índice medio de precios se situó en el 2,3%, lejos del 2% fijado como objetivo y por encima del 1,1% de 1999. En los primeros meses de 2001 aún persisten 'riesgos al alza para la estabilidad de precios', dice el informe. Y si el crecimiento es sostenido y la inflación sigue fuerte, ¿por qué bajar los tipos de interés?
No hay motivo, de momento, parece concluir el BCE después de reiterar que la inflación es su objetivo número uno. Su vicepresidente, Christian Noyer, reiteró ayer que las presiones sobre los precios se mantienen, y que la institución no debe ser 'una sucursal' de la Reserva Federal de EE UU. Si las críticas arrecian, el BCE también está descontento con 'la relajación de la política fiscal' en los países del euro.
'Muchos Gobiernos han interrumpido o incluso invertido las medidas de saneamiento presupuestario', dice el informe que califica de 'acomodaticia' la política fiscal en el año 2000. Aún será peor en 2001 por los 'importantes recortes impositivos', que no se completarán con 'un control suficiente' del gasto primario. Esas políticas fiscales 'expansivas (...) no favorecen el control de la demanda agregada ni de las presiones inflacionistas en la zona euro'.
Es decir, si los Gobiernos quieren contribuir a que el BCE abra la mano deben abordar 'una reforma estructural de los sistemas de protección social'. En especial, del gasto en pensiones para lo que propone los siguientes objetivos: ajuste de la indexación de pensiones [no vincular los aumentos anuales con la evolución de los precios], la ratio de reposición [limar las diferencias entre las pensiones que finalizan y las nuevas] y la edad de jubilación [retrasarla]. Además, según el BCE hay que fomentar los sistemas de capitalización [privados] y tener una conexión 'actuarialmente clara entre las contribuciones y los beneficios [vincular más las cotizaciones a la prestación]'.
En cuanto a los salarios, el BCE es menos crítico que en anteriores ocasiones, aunque desliza un toque de atención a Francia por el efecto de la reducción de la jornada laboral a 35 horas. Ésta es, a juicio del BCE, una de las causas de que los costes laborales totales por hora trabajada aumentaran en los tres primeros meses del pasado año el 3,8%, frente al 2,2% del mismo periodo del año anterior.
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