Las sociedades
Las sociedades de España son diversas en lo autónomo, las regiones naturales, las clases sociales. Y en cultura, conocimiento, información. En idiomas: y en dialectos; cada dialecto tiene distintos acentos, distintas músicas. En una reunión en que se hable un solo idioma se distingue de dónde es cada uno; de qué clase social, de qué enseñanza. En Madrid se sabe el barrio entre los que viven desde hace generaciones: ahora están medio juntos chinos, extremeños, mahometanos, castellanos. Hay pequeños de rasgos originales asiáticos o africanos, eslavos o americanos que han nacido aquí y han ido a las escuelas: hablan el castellano 'como nosotros'. Pero nosotros no hablamos como nosotros, sino con nuestras influencias, inglesas, americanas, y los mayores con las francesas y coloniales. Dentro de las ciudades abiertas, la integración se hace por generaciones. Nunca es total. Siempre hay señas de identidad separadas: unas inevitables, otras inadvertidas, muchas deseadas.
Hay 40 millones de maneras de hablar, con lo que supone de diferencias sociales, psicológicas, políticas, como hay 400 millones de huellas dactilares para otros tantos dedos. Nueva York no es el melting pot, el crisol de los antropólogos: no hay mezclas. Hay barrios para los separados, divididos entre sí. Hay combinación, no mezcla. Ni en España. Algunas ciudades son homogéneas. Madrid, no. Es abierta. Antes, los que llegaban imitaban el habla de corte, los cultismos: de esos esfuerzos mal hechos salió el lenguaje de Arniches. Se ha ganado algo en el sentido de que ya nadie copia a nadie.
Me preocupa que en este país multicultural vayan decantándose dos grandes grupos: los que odian y los odiados. Los que odian son, digamos, primitivos. Odian al inmigrante, algunos con falsa suavidad -tienen otra religión, sus costumbres son muy distintas, no se sabe cómo tratarlos, no quieren asimilarse-, otros con ferocidad -son sucios por naturaleza, ladrones- y algunos por conveniencia -les pagan cuartos de salario, les hacen dormir en chamizos, sin agua ni comida: y les hacen trabajar más aplicando la fuerza o la amenaza-. Hemos ido perdiendo la democracia: que no son urnas, campañas, partidos, unos jueces y unos periódicos libres, sino un comportamiento humano, una tolerancia y un respeto. En cuanto se escarba salen las elecciones vascas, tan distintas de las otras desde la muerte del tirano. Sale el odio, el rencor, las ambiciones, las castas, los viejos prejuicios.
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