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Campesinos guatemaltecos ocupan durante horas la Embajada de España

El asalto a la legación diplomática concluye pacíficamente

Veintiún años después de la tragedia de la Embajada de España en Guatemala, cuando el 31 de enero de 1980 un grupo de campesinos tomara la sede diplomática y fueran masacradas por las fuerzas de seguridad con un saldo de 37 muertos, otro grupo de campesinos tomó pacíficamente la legación española la noche del viernes para protestar contra su marginacióm por el Gobierno de Guatemala. Los campesinos abandonaron sus actitud tras llegar a un acuerdo con el embajador, Ramón Gandarias, que se comprometió a interceder por ellos ante el presidente, Alfonso Portillo.

En la masacre de 1980 perdieron la vida, entre otros, el secretario de la embajada, Jaime Ruiz del Árbol, y Vicente Menchú, padre de la premio Nobel de la Paz 1992, Rigoberta Menchú. Como entonces, los campesinos que ocuparon la noche del viernes la misión diplomática son también originarios de El Quiché (al norte de Guatemala, la provincia más castigada por la guerra civil vivida en este país centroamericano entre 1960 y 1996) y sus argumentos los mismos: protestar contra los oídos sordos del Gobierno a sus peticiones.

Según uno de los líderes campesinos, que prefirió no identificarse, la medida obedeció a la desesperación de los campesinos, quienes durante más de cinco semanas intentaron ser recibidos por el presidente Portillo, quien tras darles una cita, al final les dejó plantados. 'Sólo España, que ha demostrado ser un país amigo, puede ayudarnos en este momento. Venimos pacíficamente, porque nuestra situación no nos permite estar viajando desde nuestras comunidades a la ciudad, para finalmente ser burlados por el presidente', dijo el portavoz campesino.

'Un mínimo de dignidad'

Preguntado sobre las peticiones concretas que expondrían al presidente, el portavoz afirmó: 'Queremos que se haga realidad el fondo de desarrollo indígena, para que las comunidades rurales podamos tener las oportunidades necesarias para vivir con un mínimo de dignidad'.

Advertido del asalto por la seguridad de la legación, el recién nombrado embajador de España en Guatemala, Ramón Gandarias, se personó en la sede diplomática y entabló un diálogo cordial con sus ocupantes. Al filo de la medianoche local, los delegados gubernamentales llegaron a la Embajada donde, gracias a los buenos oficios de Gandarias, lograron un acuerdo de principio: los campesinos depondrían su actitud y el presidente los recibiría, sin excusas, el próximo lunes en una audiencia especial para conocer sus demandas. Tras este acuerdo, los ocupantes abandonaron la embajada y el personal diplomático, que en ningún momento fue víctima de maltrato, se retiró hacia sus hogares.

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