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LA CRÓNICA
Columna
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James Ellroy, un tipo duro

James Ellroy es un tipo duro, sin duda. Se gana la vida -y muy bien, por cierto- escribiendo novelas que son un éxito en todo el mundo. La última, Seis de los grandes, es la segunda parte de una trilogía norteamericana centrada en el asesinato del presidente Kennedy. Con un estilo trepidante que él califica de 'hipnótico', Ellroy traza un retrato social de la América de la década de 1960 con mafiosos, castristas, traficantes, drogadictos, millonarios, policías corruptos y algún que otro político. 'No soporto a Chandler y a sus detectives buenos', dice. 'En cambio, me gustan las novelas de Hammett'. La escuela de Ellroy para llegar a la novela negra no fue la de la literatura, sino la de la vida. Su madre era una prostituta que murió asesinada cuando él era niño y Ellroy fue un delincuente hasta los 29 años, cuando decidió reciclarse como escritor. 'No me ha ido mal', comenta con una sonrisa, 'tardé cuatro años y medio en vivir de los libros, y nueve años en ganar mucho dinero. Como delincuente, en cambio, era fatal: no tenía ningún futuro'.

'Quiero relacionar las mafias de EE UU con los dictadores suramericanos, Stroessner, Trujillo...'

Ellroy es de esos norteamericanos rudos que no se esfuerzan en ser educados ni en pulir su lenguaje. Al contrario. Por algo le llaman 'el perro rabioso de la literatura norteamericana'. Puestas así las cosas, está claro que no es el tipo de escritor con el que uno espera pasar una selecta velada hablando de Joyce o de Proust, pero cuando Santiago del Rey, su editor en Ediciones B, me propuso compartir una cena con él no supe negarme. Al contrario, me apetecía conocer al creador de libros tan interesantes como L. A. confidential, América y Mis rincones oscuros. Me apetecía conocer a un tipo duro.

Cuando llegué al restaurante del Port Vell, Ellroy y su editor ya estaban en la mesa. Se reían. Buen síntoma. Ellroy se levantó -es alto, mide más de 1,90 metros-, echó una mirada alrededor y, al ver a un grupo de japoneses en una mesa cercana, comentó:

-¡Japoneses! Me siento como en Los Ángeles.

Pedimos entrantes y paella. Creo adivinar que le gustó. Bueno, estoy casi seguro; de otro modo no se explican los lametazos que dio al plato para demostrarlo.

-Amsterdam es una ciudad de mierda -fue el comentario sobre su estancia en Holanda, la etapa anterior de su gira-. Es la ciudad más depresiva que conozco.

Luego pasó a detallar el recorrido de su intensa gira mundial. Italia, Francia, Holanda, España, Inglaterra y, como guinda, 25 ciudades de Estados Unidos. En una segunda tanda cubrirá Alemania y Japón. Ni los Rolling Stones en sus momentos álgidos.

-Cuando llegue a casa y me tumbe en la cama junto a mi mujer, estoy seguro de que me dirá: 'Lárgate, no sé quién eres' -comenta con una sonrisa de tipo duro.

A James Ellroy no le gusta viajar. Sólo lo soporta para promocionar sus libros. Por placer, nunca viaja. No le interesan ni los monumentos ni los museos. De hecho, de las ciudades de su gira yo diría que sólo conoce su editorial, su hotel y poca cosa más.

Mientras cenamos, comenta que el actor Nick Nolte le ha comprado los derechos de su novela Jazz blanco. Al mundo del cine le van los temas duros de Ellroy. Él se muestra satisfecho de cómo quedó la versión cinematográfica de L.A. confidential, pero su visión de Hollywood resulta cuando menos peculiar. Su repaso de los actores de moda se limita a clasificarlos en dos categorías: o bien son homosexuales o bien lesbianas. Bueno, admite, hay una tercera categoría: la de los bisexuales.

Mientras come el arroz acompañándose con los dedos y se limpia los mocos ostentosamente con la servilleta (hay que ver a lo que obliga ser un novelista de la línea dura), Ellroy comenta con la boca llena que no le van las exquisiteces de la comida francesa. No sé por qué, lo sospechaba.

-Odio la comida en Francia -dice-. Siempre le echan unas salsas horribles. También odio a los periodistas de allí -añade, y uno intenta poner una cara lo menos francesa posible-. Sus preguntas siempre quieren ser muy intelectuales. Hace sólo unos días, uno me hizo una pregunta tan larga que casi me duermo. Al final, como venganza, le contesté con un monosílabo: 'No'. No hizo falta ni traductor.

Hablando de traducción, Ellroy habla un poco de español aprendido en la escuela y en los bajos fondos. Ahora, sin embargo, quiere tomar lecciones a fondo porque planea irse de viaje a Latinoamérica.

-La tercera novela de mi trilogía americana se situará en países de Suramérica -explica-. Quiero relacionar las mafias de Estados Unidos con los casinos y con los dictadores suramericanos. Stroessner, Trujillo, Somoza.

-Si vas a Cuba, te recibirá Fidel Castro, seguro -le comenta Santiago del Rey-. Hace poco dedicó seis horas a Kevin Costner.

-Debía de estar muy aburrido -gruñe-. El país que me fascina es Paraguay. Es como el corazón de las tinieblas de América. Muchos nazis fueron a parar allí.

Cuando de postre pide una crema catalana y un helado de vainilla y lo mezcla todo con brío en un único plato confirmo para mí que, en efecto, la cocina francesa y él viven en mundos muy distintos.

De regreso al hotel, cuando le comento que en una gira tan larga debe hacerse un lío con todas las ciudades que visita, sonríe en plan tipo duro y suelta:

-No creas, me aclaro bastante. En estos momentos sé muy bien que tú [me señala a mí] eres Lars, que él [señala a Santiago del Rey] es Sven y que estamos en Estocolmo.

James Ellroy es un tipo duro, sin duda.

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