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'Pasárselo a Ramoncito'

Federico García Lorca abandonó Madrid para trasladarse a Granada pocos días antes de estallar la guerra civil. Tenía la convicción de que en su ciudad estaría a salvo. Sin embargo, la derecha granadina no había olvidado sus declaraciones atacando a la burguesía ni su relación con el ministro socialista Fernando de los Ríos o con su cuñado, el alcalde socialista Fernández Montesinos.

En los primeros días de agosto, un grupo de falangistas acude a su residencia de la Huerta de San Vicente en busca del capataz. Lorca es reconocido y amenazado. Pocos días después, el asedio es más serio, y el poeta resulta golpeado. Es entonces cuando, tras una reunión familiar, decide pedir ayuda a Luis Rosales, miembro de una de las familias falangistas más destacadas de Granada. Cree que, protegido por la Falange, nadie podrá hacer nada contra él.

Lorca desconoce, sin embargo, que los sublevados no son un bloque compacto. Hay odios internos, y los Rosales tienen fama de chulescos. A uno de ellos, Pepiniqui, se la tiene jurada un ex diputado de la CEDA, Ramón Ruiz Alonso, que sufrió una de sus pesadas bromas al ser abandonado en Despeñaperros, en plena carretera, y a quien Pepiniqui impidió que se entrevistara con José Antonio Primo de Rivera. A otro miembro de la familia, Luis, lo tiene también sentenciado el gobernador civil, José Valdés, por un enfrentamiento personal pocos días antes de la sublevación.

Son precisamente Ramón Ruiz Alonso y José Valdés -camisa vieja falangista, como Pepiniqui Rosales- quienes activan la maquinaria asesina contra García Lorca y que encuentran en el poeta la pieza ideal para cobrar su venganza contra los Rosales. Uno de los hechos que revela el libro es que, cuando Valdés recibe la denuncia de Jesús Casas de que el poeta está en casa de los Rosales, escribe de su puño y letra: 'Pasárselo a Ramoncito'. Y es éste, precisamente, quien se encarga de detenerlo, llevarlo al gobierno civil y ponerlo a disposición personal de Valdés. Sin remedio.

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