Ruidos y molestias
Una vez más me sorprende el modo en el que la prensa de Madrid trata el tema de los ruidos y molestias causados a los vecinos de los barrios céntricos de esta ciudad y, sobre todo, de las zonas que venimos denominando centro histórico.
En la información de El País Madrid del domingo 25 de marzo sobre la petición de los vecinos de una zona del centro de que cesen los tambores y las actividades de los músicos (por cierto, que hay músicos, artistas y otros que no lo son tanto) especialmente durante las horas nocturnas, esta noticia era tratada de forma aislada y sin documentarse con anteriores informaciones y cartas de vecinos.
Así, recuerdo una carta, que publicó su periódico, sobre el concierto de tambores que todos los domingos del año, especialmente de primavera a otoño, se estaba produciendo como novedad en torno a una plaza del centro. Ni que decir tiene de las muchas cartas que han publicado ustedes referentes a los ruidos producidos por los bares de copas y establecimientos de todo tipo con las entradas y salidas de sus clientes, etcétera. Incluso publicaron hace poco una información sobre que un juzgado había declarado el silencio como un bien, en un procedimiento judicial que unos vecinos siguieron contra una empresa constructora.
Les digo esto porque creo que ya es hora de tratar el tema de los ruidos en estos barrios con el rigor que merece, contextualizando y no como un asunto puntual y novedoso, incluso con un punto de frivolidad, sobre todo cuando hablan de los horarios de los bares con esa ligereza que debería ser propia exclusivamente de la asociación de bares de copas. La cual, como es lógico, únicamente defiende los intereses de los empresarios.
Ni es puntual el problema, sino que es generalizaco en muchas calles y plazas del centro; ni es novedoso, porque llevamos los vecinos, eso sí con ciertos temores y complejos, muchos años luchando contra los elementos, que en este caso son los empresarios de los bares, instituciones y autoridades, sean Gobierno u oposición y policía local que tan poco caso nos hacen. ¡Y esto sigue sin arreglarse! La situación se deteriora y ya cada uno toca el pito o la flauta donde le parece y a la hora que le place.
Cada uno golpea a modo de baile unas tablas a cualquier hora; cada uno abre y cierra su bar de copas cuando quiere y cada cual grita y vocea cuando y como quiere. Mientras, los bares siguen y siguen aumentando sin cesar como una auténtica pesadilla de ruidos y molestias.
Por eso creo que sería hora ya, de una vez por todas, de tratar este tema globalmente con seriedad, y no usarlo electoralmente y de forma oportunista por uno u otro partido político, para conseguir, con la ayuda de la prensa, una ciudad más humana y más habitable. Porque ni todo es juerga, ni todo es negocio, ni todo es turismo. En las ciudades, y en Madrid también, vivimos seres humanos que queremos que nos respeten en nuestras propias casas.
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