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Entrevista:INGO MAURER | DISEÑADOR

'La perfección me hace desconfiar'

Anatxu Zabalbeascoa

El diseñador Ingo Maurer (Lago de Constanza, 1933) recibió el miércoles por la noche el Premio Internacional Barcelona Disseny. A partir del 26 de abril, el Centro de Arte Santa Mónica de Barcelona acogerá una exposición en la que podrán verse muchos de sus juegos de luces: desde las bombillas con alas, bautizadas como Lucellino, hasta las lámparas de papeles colgantes Zettelz o los recientes MaMo Nouchies, desarrollados a partir de técnicas textiles japonesas. Tipógrafo y grafista, Maurer llegó al mundo del diseño industrial por casualidad, cuando construyó una lámpara que fue aplaudida por sus amigos. Han pasado 40 años. El diseñador tiene hoy su propia empresa -en la que trabajan 75 personas- y, durante ese tiempo, no ha hecho otra cosa que pensar e investigar la mejor manera de iluminar.

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Pregunta. Ha dedicado toda su trayectoria a investigar sobre la iluminación y los objetos con que iluminar. ¿Hay una manera mejor de hacerlo?

Respuesta. La luz es un material muy flexible que muchas veces ni siquiera se sabe si existe o no. La investigación en un campo así no termina nunca. Como diseñador siempre he buscado la satisfacción emocional, por encima de cualquier otro factor. Ésa es la clave de mi trabajo, pero no la vivo como un deber sino como una intuición.

P. ¿La capacidad de conmover es más importante que la ciencia?

R. Es imposible desligar una cosa de la otra. Muchas veces la investigación científica es la que permite llegar a las emociones. Sin embargo, si me obligara a elegir entre los dos atributos escogería el lado emocional: la sorpresa, la inocencia, la ingenuidad incluso. Me interesan más los diseños con defectos que los productos que parecen salidos de la mano de un cirujano. La perfección me hace desconfiar.

P. Se define como inseguro pero al regresar a Europa después de pasar cuatro años en Estados Unidos lo abandonó todo para formar su propia empresa.

R. Mi punto de partida es siempre la inseguridad, la duda. Hay tantas maneras de hacer las cosas... y posiblemente muchas estén bien. Pero cuando uno disfruta con lo que hace no busca hacer las cosas bien, quiere hacer lo mejor. Iniciar mi propia empresa también fue una cuestión de inseguridad. Por un lado ¿dónde iba a ir yo con mis productos que eran bombillas con alas? Decidí fiarme de mi intuición y aprendí a ser diseñador y empresario.

P. Pero en su empresa hoy trabajan 75 personas.

R. Tan importante como la duda es el riesgo, no sólo a la hora de diseñar sino también en la vida. Quien no arriesga vive menos y nunca llega a conocerse. Como diseñador, los mayores riesgos los he corrido cuestionando el supuesto buen gusto que no permite pensar y no deja sentir. Pero yo siempre estoy lleno de dudas.

P. ¿Qué ayuda a tomar decisiones a un inseguro?

R. Lo que me hace sentir cómodo. Tengo una norma como diseñador y como empresario: evitar la pretensión. Me gusta lo que despierta sensaciones y tiene un uso.

P. Sus trabajos tienden un puente entre el arte, la producción artesana y la industria. ¿Por qué eligió esa combinación?

R. Hay muchas maneras de hacer las cosas y a mí me suelen funcionar las combinaciones. Cada manera de trabajar tiene sus ventajas y, en mi caso, cada diseño requiere un tipo de producción distinto. El arte, por otro lado, ha dejado de ser una emoción para convertirse en una etiqueta. No quiero hacer productos intelectuales, quiero ser entendido por todos. Si una lámpara mía necesita teorías y referencias culturales y artísticas para venderse mejor consideraré que he fallado como diseñador.

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