'Los políticos son innecesarios y costosos'
Tiene 58 años y dos hijos, ha recibido dos veces los premios nacionales de Narrativa y de la Crítica y está encantado de ser jefe de Documentación del Ayuntamiento de Madrid -"Yo le saco mucha rentabilidad al municipio"-. Destila mesura e ironía y se dice defensor de la rutina, cinéfilo y lector impenitente y paseante en Corte.
Pregunta. ¿Escritor y funcionario son dos amores compatibles?
R. Sí, porque se escribe con la insistencia con la que el funcionario trabaja. Otra cosa es la imaginación.
P. En sus desengaños amorosos se compraba matarratas.
R. De adolescente, sí. He participado mucho de una serie de soluciones radicales a la hora de tener complicaciones de ese tipo.
P. Pero nunca se lo tomaba. ¿Le faltaba romanticismo?
R. Me faltaba valor, no romanticismo. El romanticismo yo lo invertía comprando el matarratas, yendo a la droguería.
P. ¿Se vive mejor aquí o en Celama, su mundo literario inventado?
R. Se vive mejor en Madrid, pero la forma que yo tengo de vivir aquí como a mí me gusta me exige, sin remisión, estar el mayor tiempo posible en Celama.
P. ¿Por qué tiene fascinación por los perdedores?
R. A mí, como escritor y en la vida, me gustan las aventuras a la vuelta de la esquina, en las que anda el ser humano común; y ese ser humano es siempre perdedor.
P. ¿No le resulta sospechoso que todos hablen bien de usted?
R. Pues sí. Y, además, empieza a fastidiarme.
P. Dicen que tiene un desnudo muy pálido.
R. Yo creo que tengo un desnudo pálido y liviano. Casi se me puede ver el alma.
P. ¿Se merecía el sillón de la Real Academia?
R.
P. Cuando allí señalan cuánto trabajo puede aportar, ¿lo dicen porque en el Ayuntamiento no pega un palo al agua, y le sobra tiempo?
R. No. Debe de ser porque han observado que yo aquí trabajo desmedidamente, soy un impenitente currito. Y han dicho: 'este chico nos interesa'.
P. ¿De qué irá su discurso de ingreso?
R. Difícilmente podré no hablar de memoria, imaginación y palabra.
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