Cuestiones de amor
En muy pocos días, entrando en vigor el derecho al matrimonio civil y a la adopción de niños por parejas homosexuales y aprobando una ley que regulará la eutanasia activa, Holanda ha demostrado que es el país más moderno y evolucionado del mundo. En ambos casos, si se mira bien, lo moderno y lo evolucionado se identifican con el amor.
Vimos en la prensa unas fotos en las que ocho personas celebraban su boda, tres parejas gay y dos lesbianas. Lo único que sugerían (dejando aparte lo histórico del momento, no por bajar la guardia sino porque lo doy por consabido) era que cuatro parejas se casaban, y se supone que la gente se casa por amor. Impedir, entonces, que la gente se case es ponerse en contra de un amor.
Por otra parte, muchas parejas heterosexuales, en Holanda y en el resto del mundo, adoptan niños a los que una u otra circunstancia les ha impedido disfrutar de unos padres, de unas personas que les proporcionen amor, y en Holanda, a partir de ahora, algunos niños más tendrán esa posibilidad. Impedir que los homosexuales adopten niños es negar también a los niños un amor. Sería bueno que los que se oponen a este derecho se dieran un doble paseo comparativo por los centros de acogida y orfanatos del mundo y por los hogares de muchas parejas homosexuales, para comprobar si, moralmente y de corazón, podrían seguir sosteniendo sus moralistas e insensibles teorías. En Holanda, son buenos tiempos para los orfanatos y para los hogares homosexuales. Buenos tiempos para el amor.
La eutanasia es un gesto supremo del amor. La vida nos pertenece y nos pertenece la muerte, excepto cuando la enfermedad deteriora de tal modo nuestro cuerpo y nuestras facultades como para poder elegir el próximo de los pasos a seguir. En Holanda, donde la eutanasia pasiva lleva practicándose mucho tiempo, hay alrededor de 2.300 personas que solicitan ayuda para morir. Sus enfermedades son terminales y sus sufrimientos insoportables; sin esperanza de vida, sólo les queda la obligación de unas penas impuestas por credos religiosos que están en su derecho de no compartir: las razones de fe no pueden imponerse y lo que imponen tales confesiones, sin embargo, son unas normas que afectan a lo esencial y tienen consecuencias inhumanas.
En muchos países, entre ellos España, algunas personas conceden a los animales ese gesto final de amor al que me refiero. La convivencia con los animales es una fuente de sabiduría para los seres humanos. Quien ha tenido la fortuna de vivir una relación de amor con un perro, por ejemplo, sabe a lo que me refiero: una lección continua de bondad, de entrega, de honestidad, de cariño, tan necesaria y aplicable a las relaciones entre seres humanos. La última lección proporcionada tiene que ver con la muerte: nos enseña a morir. Siendo el amor un sentimiento mucho más egoísta de lo que cabe identificar con su naturaleza, la eutanasia es la generosidad de ayudar a un ser amado a irse de tu lado definitivamente. ¿Quién desea separarse para siempre de quien ama?
No debe frivolizarse el dolor, ni debe uno sentirse dueño de las fuerzas del otro. La muerte, cuando llega, se ve, se huele, se siente, se certifica antes del final. La muerte es. Pero, a veces, el tránsito de la muerte es de tal dureza que la vida debe echarle una mano. Tomar esa decisión es muy difícil; siempre se agota un poco más de la cuenta el aliento del otro, siempre pudo acompañarle un poco antes, unas horas menos de agonía, un poco más de tiempo, su presencia. Pero, por experiencia, puedo decir que es un momento de absoluta bondad, de un altruismo que ayuda al que se va (tiene que irse), al tiempo que favorece profundamente al que se queda. Hace pocos días ayudé a morir a Carlos Toledano, mi perro. Se lo debía. He aprendido que soy capaz de ayudar a morir y que lo haría también con las personas que más amo.
Pero éste es un país de un atraso espiritual y legal que escandaliza. Todavía se sigue planteando la posibilidad de debatir o no, cuando las leyes holandesas, en la vanguardia mundial, se limitan a recoger asuntos primordiales, cuestiones de amor.
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