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Columna
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Zumárraga en territorio Udalbiltza

Zumárraga es una población industrial guipuzcoana, de mayoría nacionalista, pero en la que viene ganando el PSE-EE, que en la última legislatura municipal detentó la alcaldía gracias al pacto tripartito con el PNV y EA y en la actual está en la oposición por el acuerdo nacionalista. Bueno, en realidad, ni socialistas ni populares están ya en el consistorio, gracias a la política de exterminio, que los populares han sufrido en carne propia en el pueblo con el asesinato de Manuel Indiano y los socialistas han percibido más cerca tras el asesinato de Froilán Elespe en Lasarte o el brutal atentado de Martutene contra su compañero de Ordizia. Si Ermua era la metáfora de la Euskadi autonomista, Zumárraga lo es de la Euskadi mestiza en la que nacionalistas moderados y socialistas autonomistas mantenían hasta hace muy poco el equilibrio político necesario para la convivencia comunitaria.

Es el tipo de población que destaca en Guipúzcoa, con predominio nacionalista pero con una oposición autonomista importante, que solo excepcionalmente puede ser mayoritaria. Lo significativo de esta situación es que se trata de villas enclavadas en un territorio dominado por poblaciones menores de monopolio nacionalista y, en bastantes casos, de dominio del totalitarismo abertzale. Es el territorio Udalbiltza, que agrupa al 80 % de los Ayuntamientos de Euskadi, que tienen menos de 10.000 habitantes, que aportan dos tercios de los concejales del país y que solo aglutinan al 16 % de la población. Es, por tanto, un territorio donde la homogeneidad etnicista es un hecho y donde no hay sitio para el pluralismo de nuestra sociedad. Y es desde este territorio y su constitución política como la comunión nacionalista se imagina e idealiza el (su) país y es desde su limpieza de sangre como el totalitarismo abertzale se aplica al exterminio y la persecución de los infieles de las poblaciones limítrofes. Los ediles socialistas no han soportado la presión totalitaria y han tenido que pasar a la clandestinidad en una sociedad democrática (?), por la que lucharon y de la que, seguro, eran (y son) sus principales valedores.

Udalbiltza es algo más que la asociación de municipios nacionalistas de las provincias vascas, Navarra y los territorios vascofranceses del Departamento de los Pirineos Atlánticos. Es, además, un instrumento de acción política del nacionalismo más radical con vistas a la construcción de una comunidad etnocéntrica, que legitime un proyecto de unidad territorial por encima de las actuales fronteras administrativas cuyo fin es la secesión política de España y Francia. Su activación y materialización a partir de 1998 ha sido posible por la comunión de fines/principios de todas las versiones del nacionalismo, aquejadas de una grave neurosis colectiva fundacional, agravada por la obsesión ante el fracaso y la impotencia frente a unos molinos de viento convertidos en gigantes opresores por su mente enferma. Es el resultado inevitable de una obcecación ideológico-religiosa secular (que no laica) de una tradición inventada, según la cual, y sobre la base de compartir una misma lengua de origen y parentesco desconocidos, los vascos constituyen un pueblo elegido, con una unidad territorial y política desde tiempo inmemorial, que un enemigo exterior les arrebató, arruinando su estado natural de felicidad y condenándoles a sufrir agónicamente un éxodo interior hasta recuperar la patria perdida. ETA es el vicario vengador y la sangre de las víctimas el precio necesario e inevitable para la salvación nacional, que nos habrán de redimir de los vínculos paganos, de la herejía laica, de la traición heterodoxa o de los simples pecados de omisión. De momento, les basta con la exclusión política y el exterminio de los autonomistas, en versión socialista o popular. Más tarde, ya veremos.

Para el fundamentalismo religioso-etnicista la insumisión de pensamiento, obra u omisión a las prescripciones (rituales, conceptuales, simbólicas,...) del catecismo nacionalista es motivo suficiente para condenar a la excomunión (el sufrimiento y la persecución), si no al infierno (el exterminio y la muerte), por atentar contra la integridad del cuerpo místico. Lo grave de esta confusión ideológica, que implica una concepción organicista (o predemocrática) de la democracia, es que lleva a muchos ciudadanos a la alienación ética, si no a la perversión moral de la complicidad con los asesinos. El abandono comprensible de los ediles socialistas de Zumárraga debería provocar más coraje cívico para rebelarse contra esta nueva pérdida de libertad para todos. Solo un cambio de mayoría política, que haga efectivas las libertades y la seguridad individuales, puede garantizar que la política democrática de equilibrio y moderación vuelva a abrirse paso en nuestro país.

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