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Tribuna
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¿Justicia territorial o internacional para Milosevic?

Aunque en este punto tengamos que coincidir con el mismísimo presidente Bush -que ya es desgracia-, aun así, los que pretendemos defender los derechos humanos frente a los grandes crímenes colectivos seguiremos diciendo que Milosevic debe acabar compareciendo ante el Tribunal Internacional de La Haya para la ex Yugoslavia. Y ello sin perjuicio de que rinda otras cuentas ante su propia sociedad. En Belgrado le podrán procesar por abuso de poder, corrupción económica, resistencia a la autoridad y otras minucias. Pero allí nunca le van a procesar por las masacres de Prijedor, Srebrenica y otras, perpetradas en Bosnia por sus sicarios Karadzic y Mladic entre 1992 y 1995. Y estos terribles crímenes colectivos, que atañen a la humanidad entera, revisten una gravedad mucho mayor que los miserables excesos de poder que Milosevic haya podido perpetrar a nivel local.

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En estos días, algunos usan con profusión argumentos como éste: 'Sólo el día que se juzgue a Kissinger y a otros se podrá juzgar también a Milosevic'. Con esa teoría, falsamente ecuánime pero arteramente defensora de la impunidad, jamás se hubiera podido procesar a Pinochet en Londres ni a Cavallo en México. Tal postura se resume así: dado que nunca podremos castigar a todos los ladrones del mundo, ni a todos los grandes genocidas, sería injusto juzgar a unos sí y a otros no. Conclusión: dejémosles a todos libres y tranquilos, y no encarcelemos ni juzguemos a ninguno. Dejemos que los genocidas presentes y futuros continúen cometiendo sus crímenes con la certeza de que jamás serán juzgados. Así, la simpática teoría del 'café para todos o para ninguno' se convierte en la forma más eficaz de asegurar que no habrá café para nadie. En otras palabras: la más directa vía para afianzar, prolongar y fortalecer la impunidad.

La criminalidad internacional de Milosevic es una verdad flagrante, dígala Agamenón o su porquero. Más aún: ese hecho subsiste y sigue siendo cierto incluso si lo proclama el propio presidente Bush, que ya es decir. Es un hecho de tal solidez que resiste incluso el ser proclamado por alguien de tan escasa fiabilidad como el actual inquilino -por usurpación electoral- de la Casa Blanca. Vamos, pues, a los hechos, con independencia de quien los proclame.

Al desplomarse todos los comunismos europeos en 1989, Milosevic asumió, con gran rapidez de reflejos, que sólo tenía una forma de conservar el poder: convertir su antiguo comunismo en un furibundo nacionalismo, lanzando la explosiva proclama de 'la Gran Serbia' y de la limpieza étnica como arma necesaria para conseguirla. 'Serbia se extiende hasta allá donde se encuentre la última tumba de un serbio', clamaba el sátrapa Slobo en sus incendiarios discursos. He aquí otra de esas espléndidas teorías conducentes a la locura y al horror. Con esa misma doctrina, los españoles deberíamos estar batallando patrióticamente para que nuestra 'Gran España' pudiera extender su soberanía no sólo al norte de África, sino a casi toda América, cubierta de tumbas españolas. Y también a las remotas islas, a través del Pacífico, donde quedaron enterrados no pocos miembros españoles de la expedición de Elcano, así como a las islas Filipinas y a la vieja Guinea Ecuatorial. Sin olvidar a los miles de españoles enterrados en la estepa rusa en la Segunda Guerra Mundial.

No necesitaba Milosevic llegar a tan lejanos confines para cumplir su ambicioso propósito; pero sí que necesitaba, como mínimo, ocupar y limpiar étnicamente grandes zonas de la vecina Bosnia-Herzegovina. Y ahí fue donde reveló su verdadera calaña y la de sus secuaces, el psiquiatra Radovan Karadzic y el general Ratko Mladic, por desgracia no capturados aún.

En primer lugar, hay que recordar la gravedad extrema de los crímenes perpetrados por las tropas serbobosnias en diversas zonas del territorio bosnio, actuando bajo la autoridad de unos dirigentes civiles y militares de plena confianza de Milosevic, quien, por cierto, acaba de declarar ante el juez que financió aquellas campañas con fondos del Estado serbio. Según consta en documentación oficial del Tribunal de La Haya (primer Indictment contra Karadzic y Mladic), he aquí el resumen de lo ocurrido en la zona de Prijedor en 1992: 'En la municipalidad de Prijedor, el 88% de una población musulmana de 49.000 personas fue muerta o deportada'. 'En Prijedor, Foca... , la población no serbia, en su día mayoritaria, fue sistemáticamente exterminada o expulsada por la fuerza o la intimidación'. Los campos de internamiento de estas poblaciones expulsadas fueron escenario de terribles atrocidades: 'Formas de agresión sexual particularmente degradantes para las mujeres, usando una variedad de objetos, así como castraciones de hombres, algunas veces realizadas bajo coacción por unos prisioneros a otros, fueron también practicadas'. La violación de mujeres, buscando el embarazo de las víctimas, tuvo carácter sistemático dentro de la vasta operación de limpieza racial desarrollada en aquella zona desde 1992: 'A juicio del tribunal, las agresiones sexuales en los campos de internamiento sólo constituyen un aspecto de una práctica de mayor amplitud'. 'Algunos campos fueron especialmente dedicados a la práctica de las violaciones con el propósito de forzar el nacimiento de hijos serbios, y posteriormente las mujeres eran internadas hasta que ya era demasiado tarde para someterse a un aborto'. Etcétera.

Hay que recordar, por otra parte, que la población musulmana de Bosnia se caracterizaba por un islamismo moderado más de herencia cultural que de práctica religiosa, atemperado por la larga convivencia multiétnica y absolutamente distante de otros islamismos tan fanáticos como los del GIA argelino, los ayatolás iraníes o los talibán afganos. Aun así, esa carga cultural permanecía todavía con la presencia y peso suficientes como para hacer especialmente vulnerables a las mujeres en materia sexual. El dramático impacto causado todavía en las familias bosnias musulmanas por la violación de sus hijas o hermanas determinaba que éstas se vieran rechazadas y forzadas a la fuga por la reprobación de su propio grupo social, máxime si quedaban embarazadas. Factor que fue insidiosamente utilizado por los militares serbobosnios dentro de su limpieza étnica de 1992 y años siguientes mediante la violación sistemática y masiva de mujeres musulmanas como elemento de desintegración de dicho grupo.

En cuanto a la masacre de Srebrenica, en julio de 1995, recuérdese que esta ciudad y su territorio circundante constituían una de las seis safe areas (áreas seguras) designadas por la ONU para que la población civil bosnia pudiera refugiarse en ellas sin temor a ser hostilizada por las tropas serbobosnias. El general Mladic, despreciando esta limitación humanitaria impuesta por la comunidad internacional, invadió la ciudad y el área supuestamente protegida ante la imperdonable pasividad del contingente holandés de cascos azules encargado de garantizar dicha seguridad. A continuación reunieron a la población bosnia musulmana y procedieron a seleccionar a todos los hombres en supuesta 'edad militar' (entre 16 y 60 años). Fue una selección brutal, apresurada, llena de errores y arbitrariedades. Adolescentes demasiado crecidos fueron incluidos en ella pese a no alcanzar los 16 años, y hombres de edad avanzada fueron también extraídos, por si acaso se incluían en la franja de posible militarización. Conducidos en camiones y autobuses a una serie de puntos previamente seleccionados (instalaciones deportivas, viejas fábricas abandonadas), fueron fusilados en masa, en número imposible de determinar pero que las distintas estimaciones sitúan entre 7.000 y 10.000. Nos hallamos, por tanto, ante un exterminio de miembros de una determinada etnia y religión (bosnia y musulmana). En otras palabras: delito de genocidio propiamente dicho como materialización de la famosa 'limpieza étnica'.

Por este tipo de crímenes, importantes líderes serbios y serbobosnios, tanto jefes militares como destacados políticos civiles -aparte de otros criminales croatas y bosnios-, han comparecido ya ante los jueces internacionales de La Haya o esperan en sus celdas de Scheveningen el momento de ser conducidos ante el Tribunal. Fuertes condenas han sido ya dictadas, y otras aún más fuertes previsiblemente se dictarán. Resulta lamentable no poder llevar todavía a esas celdas y a esos juicios a los ya citados Karadzic y Mladic, en paradero desconocido desde hace años. En cambio, sí se encuentra en paradero conocido -y a buen recaudo- la única figura situada por encima de ellos en responsabilidad: Slobodan Milosevic.

El acta de acusación presentada contra éste en Belgrado por una alta delegación del Tribunal de La Haya referente solamente a sus actuaciones de 1999 sobre Kosovo y la reticencia de las autoridades serbias a la entrega del acusado no hacen sino acentuar el dilema planteado: ¿justicia territorial o justicia universal contra Milosevic? Nuestra respuesta sería ¿por qué no las dos? Primero la local y después la universal. Pero, si hubiera que optar sólo por una, que sea precisamente la segunda. Aunque pase primero una temporada en las cárceles serbias -lo que tendría un cierto valor didáctico para su propia sociedad-, su destino final no debe ser otro que el banquillo que le tiene preparado en La Haya la justicia internacional.

Prudencio García es investigador y consultor internacional del INACS.

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