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Columna
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Anticipo postelectoral

Yo también soy de los que creen que los partidos nacionalistas democráticos, es decir, PNV y EA, deberían aclarar ya si están o no dispuestos a recurrir a los escaños de EH en el Parlamento que surja de las elecciones de mayo. Es esta una incógnita que no puede sostenerse más. Y soy de los que creen y esperan que la respuesta del nacionalismo democrático sea la de rechazar formalmente esa posibilidad. Ahora bien: es preciso pasar a limpio lo que esta demanda significa. Todos los sondeos de intención de voto realizados por diversas instituciones (el Euskobarómetro de la UPV, el del Gobierno Vasco y el del Centro de Investigaciones Sociológicas) coinciden en dibujar tras el 13 de mayo un panorama similar al actual: al igual que ahora, PP, PSE y UA sumarían más escaños que PNV y EA, pero esa mayoría sólo sería suficiente para gobernar en la hipótesis de que se constituya ese 'Parlamento corto' sobre el que tanto se habla, es decir, en el caso de que EH desista de ocupar sus escaños, o si los partidos nacionalistas democráticos renuncian a cualquier tipo de acuerdo con la coalición que lidera Otegi..

Incluso en el caso de que PNV y EA obtuvieran el peor de los resultados previstos por los sondeos mientras que PP, PSE y UA obtuvieran el mejor, la suma de todos los escaños nacionalistas, incluidos los de EH, harían imposibles una mayoría y un gobierno no nacionalista. En estas circunstancias, pedir a los nacionalistas que rechacen cualquier acuerdo con EH mientras no cuestione expresa y definitivamente la violencia es tanto como pedirles que renuncien a conformar una mayoría nacionalista cuando, en principio, la aritmética electoral podría permitírselo. Así de sencillo.

Y que no me vengan algunas personas con discursos moralistas, especialmente quienes llevan tiempo descalificando al movimiento pacifista vasco porque supuestamente se refugia en la ética en vez de alimentar esa corriente política de fondo que, según ellos, es una rebelión ciudadana contra el nacionalismo que ha gobernado este país. Que no me vengan ahora con cuestionamientos morales de la racionalidad instrumental aplicada a la política esos que llaman a la ciudadanía vasca a decir no a cualquier manifestación o concentración silenciosa contra el terrorismo por considerar que tales convocatorias sólo sirven para alimentar la idea, según ellos tan cómoda como cobarde, de que este es un problema moral antes que político. Que no me digan los maquiavelos que asesoran hoy al mismo príncipe de siempre que PNV y EA han de renunciar a gobernar por razones 'éticas' si la aritmética les permite conformar una mayoría sumando todos los escaños legítimamente obtenidos por todas las fuerzas nacionalistas vascas que se presenten a las elecciones. Realismo sucio contra realismo sucio.

Así pues, les decía al principio que yo soy de los que creen que los partidos nacionalistas democráticos deben aclarar ya si están o no dispuestos a contar con los escaños de EH en el próximo Parlamento. Y soy de los que creen que la respuesta de estos partidos debería ser que no, que no contarán con aquellos que se enfrentan con medios y fines a la sociedad vasca. Ni tan siquiera confiando en reeditar las condiciones de tregua y participación institucional condicionadas que enmarcaron el Acuerdo de Lizarra. Ahora bien, una decisión así debería tener alguna consecuencia en el PP y el PSE. Y no concibo otra que no sea la negativa por parte de todos a aprovecharse de esta anómala situación. ¿Cómo? Imagino tras el 13-M una situación en la que la renuncia de PNV y EA fuera correspondida con un esfuerzo de reconocimiento por parte de PP y PSE de los miedos y los anhelos del nacionalismo vasco, que a su vez fuera valorado por PNV y EA con un reconocimiento similar, que a su vez... desencadenándose así un imprevisible proceso de reconocimientos y encuentros, de diálogos y acuerdos, de aceptaciones y cesiones libres, que nada ni nadie pueda, pero sobre todo quiera, detener.

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