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Columna
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Estrategia

La elección por unanimidad del nuevo Síndic de Greuges, el miércoles pasado en las Cortes, constituyó un hito en la historia del Parlamento valenciano. Nunca antes se había logrado tal resultado en la elección del titular de la institución que ha de velar por los derechos y los intereses de los ciudadanos. Un resultado que debería haber constituido motivo de satisfacción, por todo lo que llevaba implícito: fundamentalmente, el cierre, gracias al acuerdo alcanzado entre los grupos parlamentarios, de una grave y absurda crisis que había puesto en peligro la continuidad del alto organismo y cuya resolución le abría nuevas perspectivas de futuro. El pacto alcanzado entre los tres grupos parlamentarios lo había hecho posible. Sin embargo, la satisfacción por la votación en la que fue elegido Bernardo del Rosal -que ayer tomó posesión de su cargo- no fue unánime. Al menos, no en lo referente a lo que significaba de cierre de una crisis y de inicio de una nueva etapa. Y no lo fue porque pocos minutos después de la elección, y como si ese pacto no hubiera existido, los populares, por medio de su portavoz en las Cortes y de un vicepresidente del Gobierno, arremetían de nuevo contra los socialistas con unas declaraciones improcedentes y fuera de lugar -que, además, no se ajustaban a la verdad- y amenazaban con represalias. Según dijeron, el principal partido de la oposición habría incurrido en contradicción por votar a favor, después de hacerlo en contra semanas antes por considerar inadecuado al candidato. Además, los socialistas habrían inclumplido el pacto al enviar a la sesión de audiencia previa al portavoz adjunto Andrés Perelló. Obviaban los populares en esas declaraciones que los socialistas no habían criticado al candidato, sino al PP -por presentarlo de forma unilateral-, y además reinventaban el pacto, que nada decía sobre la representación de cada grupo en esa sesión. Era una nueva manifestación de la estrategia de la crispación que, tanto en las Cortes como en el Consell, parece haberse adueñado del PP, interesado en dividir como sea a los socialistas y, quizá, en buscar excusas para incumplir éste y otros pactos, como el que ha de cerrar la composición de la Acadèmia de la Llengua.

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