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Entrevista:CESARIA EVORA | CANTANTE

'La nostalgia es parte de mi cultura'

Cesaria Evora ha situado las islas de Cabo Verde en el mapa. En São Vicente di longe, disco que se publicó ayer y que presentará en una gira la primera semana de junio, la cantante ha contado con las voces de Caetano Veloso, Bonnie Raitt y Pedro Guerra, el piano de Chucho Valdés y la Orquesta Aragón.

Se sienta en uno de los sofás de la recepción del hotel y deja caer los zapatos al suelo. No los necesita. En la época colonial, con motivo de una recepción para autoridades portuguesas, de visita en Cabo Verde, la invitaron a cantar, previo aviso de que no podía acudir descalza: 'Fuimos a comprar un par de zapatos que yo misma escogí. Al llegar recorrí el pasillo y nada más alcanzar el lugar donde iba a cantar me los quité. Se quedaron todos sorprendidos. Cuando terminé los metí en una bolsa de plástico y me los llevé a casa'.

Su voz, que emociona cuando se pone a cantar las melancólicas mornas caboverdianas, ha cautivado a medio mundo. Muchos de los viajes turísticos a Cabo Verde, y a su isla de San Vicente, han nacido de la escucha de sus discos. Hasta el punto de que el Gobierno de su país le ha otorgado un pasaporte diplomático: 'Cuando se llena de sellos lo devuelvo y me dan otro nuevo', dice complacida, en un portugués con dejes africanos.

Para llegar a su casa de Mindelo, el puerto de la isla de San Vicente, basta preguntar a cualquier taxista. Las puertas están abiertas y a Cesaria le agrada ejercer de anfitriona. 'Lo mejor es ir en carnaval, ya que se forman grupos muy animados. Como en Brasil, pero más pequeño y menos rico. O bien en verano, aunque hace mucho calor, porque es la época de los festivales de música', cuenta. En cuanto a comidas recomienda 'los mariscos y el caldo de peixe -sopa de pescado- y la catchupa, que se prepara a base de maíz, frijoles, yuca, puerco...'. Y para beber, 'el grog, el aguardiente local extraído de la caña de azúcar'.

La canción que da título al disco, San Vicente desde lejos, expresa toda la nostalgia de su isla. 'Ese sentimiento hacia nuestro país forma parte de nuestra cultura desde los tiempos de la emigración', dice Cesaria Evora, que pasa ocho meses al año alejada de su tierra.

Internacional

En agosto y septiembre descansa en Mindelo, en cuyas tabernas portuarias pasó muchas noches cantando. 'Conocía el repertorio de canciones que Nat King Cole había grabado en español. La gente las pedía y yo las cantaba, pese a no hablar bien el español'. Ahora canta Tiempo y silencio a dúo con Pedro Guerra.

En el disco anterior, Café Atlántic, ya grabó con músicos brasileños y cubanos. 'Si algo sale bien, ¿por qué no volver a hacerlo?', contesta. 'Además, en Brasil y en Cuba me siento como en mi casa'. Con Caetano Veloso -'una persona maravillosa y muy sencilla que me ha ayudado mucho'- comparte Regresso, y con Bonnie Raitt, Crepuscular solidão; la Orquesta Aragón la acompaña en el bolero-danzón Linda mimosa, mientras Chucho Valdés la envuelve en su piano en Negue, de María Bethânia: 'Escuchó la cinta, fuimos al estudio y la tocamos una vez para ensayar. A la segunda se grabó'.

De nuevo ha recurrido a varias composiciones de su compatriota Teófilo Chantre. 'Yo conocía a su padre y a su madre cuando él todavía no había nacido y antes de que se marcharan a Francia', cuenta. Tampoco falta un número de B. Leza, el clásico de los clásicos de la música de Cabo Verde. 'Era un gran amigo de mis padres y venía a casa siendo yo una niña. Escribió un montón de canciones sobre San Vicente. A todos los caboverdianos nos gusta cantar sus canciones'.

Desde que insinuó la posibilidad de una retirada, Cesaria Evora está trabajando más que nunca. Se despide con una mirada de niña traviesa: 'Lo que dije es que algún día tendré que parar'.

La cantante de Cabo Verde Cesaria Evora.
La cantante de Cabo Verde Cesaria Evora.

Sueños de Cabo Verde

Son islas de emigrantes. Diez islas áridas barridas por los vientos a unos cientos de kilómetros de la costa occidental de África. Durante siglos sirvieron de escala a los mercaderes de esclavos. Del archipiélago de Cabo Verde, colonia portuguesa hasta 1975, se ha visto obligada a escapar por causa de las sequías y la hambruna más de la mitad de su población: 700.000 personas. Hay comunidades caboverdianas en París y Lisboa, Nueva Inglaterra y Canadá, Senegal y Brasil. Estas islas con escasos recursos han encontrado en la música su mejor producto nacional desde que José da Silva, un caboverdiano empleado de los ferrocarriles en París, decidió ocuparse de Cesaria Evora. Lo hizo a finales de los ochenta, cuando muy pocos hubieran apostado por aquella mujer que cantaba descalza. Él la sacó de los bares y la fue introduciendo en el mercado francés. Y el éxito de Cesaria Evora ha abierto el camino a otros artistas. Así ha salido por primera vez de su isla de Santiago, y para tocar en el festival de Montreux, un personaje como Codé di Dona, que vive en un chamizo con 12 hijos y su acordeón, un Hohnner diatónico de ocho bajos al que le ha sustituido las láminas por rollos de película fotográfica y trozos de lona plástica. Tras la estela de Cesaria se abren paso grupos elegantes como Simentera. Y músicos que han crecido en la diáspora: los hermanos Mendes, que dejaron la isla del fuego para reunirse con sus padres en Boston; la cantante Fantcha, también en Estados Unidos, donde fijó su residencia el veterano Amandio Cabral, autor de Sodade, la canción más famosa del repertorio de Cesaria Evora. Para ella compone Teófilo Chantre, que llegó a Francia con 13 años, mientras el corpulento Bana, sexagenario crooner de cabello blanco, continúa en Lisboa, la ciudad en la que se hicieron un nombre cantantes como Titina o Celina Pereira. Otros siguen en Cabo Verde: Ildo Lobo, que fue líder de Os Tubarões (Los Tiburones) y hoy ejerce de diputado de la oposición. Lobo es hijo de uno de los intérpretes más queridos de la morna, ese lamento pausado y aterciopelado. Canciones que se debaten entre el apego a una tierra desertizada y el deseo de vivir bajo un cielo más generoso.

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