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Reportaje:

El último refugio

La cría en cautividad salva de la extinción a la población europea de focha cornuda

Para celebrar el Día Mundial de los Humedales, el pasado 2 de febrero un grupo de escolares de Espera (Cádiz) liberaron en las lagunas protegidas de este municipio 40 ejemplares de focha cornuda, todos ellos nacidos en cautividad. La cifra, que podría parecer poco llamativa, adquiere su verdadera dimensión si se tiene en cuenta que la suelta de este número de individuos supuso duplicar, de golpe, la población silvestre de la especie en toda Europa. De este ave acuática, y según datos de la Consejería de Medio Ambiente, no quedan más de 40 ó 50 individuos en el continente, y en su totalidad se localizan en las Marismas del Guadalquivir y otras zonas húmedas de la región.

A menudo se la confunde con la focha común, mucho más abundante, de la que se distingue, entre otras características, por las dos protuberancias pardo-rojizas que exhibe sobre la frente y de las que toma su nombre. Aunque reúne importantes poblaciones en el África transahariana y en la isla de Madagascar, los núcleos aislados que sobreviven en el Mediterráneo occidental no suman más de 10.000 individuos, motivo por el que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza la tiene catalogada en peligro de extinción. Desaparecida de Túnez y Argelia, se enfrenta desde hace años a un acusado declive en Marruecos y Andalucía, los últimos refugios que mantiene en esta zona geográfica.

Hasta comienzos del presente siglo se distribuía por distintos puntos de la península ibérica, aunque el mayor número de efectivos, que llegaron a contarse por miles, se concentraba en la desecada laguna de La Janda (Cádiz) y en la comarca de Doñana. Ya en la década de los sesenta desapareció de los humedales gaditanos y se colocó al borde de la extinción en las marismas del Guadalquivir, donde sufrió la presión implacable de los recolectores de huevos. En esta última zona se produjo una tímida recuperación de la especie a mediados de los ochenta cuando se censaron alrededor de 30 parejas que, una vez más, sucumbieron a los efectos de las intensas sequías sufridas años después.

La única manera de evitar la definitiva extinción de la focha cornuda en Europa pasaba por intentar su cría en cautividad, experiencia que, por casualidad, emprendieron en 1988 los responsables de la que más tarde sería Reserva Natural Concertada de la Cañada de los Pájaros (Sevilla). A sus manos llegaron unos cuantos huevos recolectados por la guardería de la Agencia de Medio Ambiente en el Brazo del Este, y procedieron a su incubación pensando que se trataba de focha común. Sin embargo, los pollos que nacieron eran de focha cornuda y dos de los que se mantuvieron en este centro pasaron a convertirse en la primera pareja que, en todo el mundo, criaba en cautividad.

Endogamia

Con el apoyo de la Administración andaluza se puso en marcha un programa de reproducción que permitió, en abril de 1992, la suelta de los primeros 22 pollos de esta especie. En años sucesivos se fueron reforzando de esta manera las poblaciones silvestres, aunque, al ser tan reducido el grupo de las que se mantenían en cautividad se corría el riesgo de que manifestaran problemas de endogamia. Para aumentar la variabilidad genética se solicitó permiso a las autoridades marroquíes para recolectar huevos de la especie, algo que se consiguió en 1999. Trece huevos, procedentes de varias lagunas del país vecino, sirvieron para refrescar la sangre de las fochas andaluzas.

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En la actualidad se mantienen 10 parejas reproductoras en Cañada de los Pájaros, y se han cedido individuos a la Comunidad Valenciana, donde también han conseguido que críen en cautividad. Desde que se inició el programa se han liberado en distintos humedales unas 250 fochas cornudas, 75 son sueltas de este mismo año.

Comentarios y sugerencias a propósito de Crónica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es

El despegue de la malvasía

Al igual que ocurre con otras aves acuáticas amenazadas, como la malvasía o la cerceta pardilla, esta es una especie muy exigente, y eso es lo que explica su fragilidad. Necesita de zonas húmedas en un excelente estado de conservación y, además, requiere de mucho espacio ya que son animales con un acusado carácter territorial. La caza es otro factor que ha incidido en su regresión ya que, aun estando protegida, solía caer abatida al confundirse con la común, especie cinegética, hasta hace muy pocos años, en Andalucía. La focha cornuda no es la única de las aves acuáticas que en Andalucía parece haberse salvado de una extinción segura. Un caso parecido es el de la malvasía común o cariblanca, un pequeño pato buceador, cuya característica principal es su larga cola, que suele mantener fuera del agua y que la hace inconfundible con el resto de anátidas. La malvasía tuvo, inicialmente, sus zonas de reproducción localizadas en las grandes planicies del Kazakstan, en el oriente de la antigua Unión Soviética, y sus áreas de invernada diseminadas por Turquía, Oriente Medio, Egipto y Pakistán. Más tarde fue colonizando otros países del área mediterránea, entre ellos España. Por muy diversas causas (desecaciones, caza, contaminación), este pato comenzó a desaparecer, de tal manera que, en 1974, la situación de la especie era crítica. En su hábitat original, el oriente soviético, se calculaba la existencia de unos 8.000 individuos, pero en Europa sólo sobrevivían medio centenar de ejemplares, y todos ellos se habían refugiado en las lagunas del Sur de Córdoba. La protección de éstos y otros humedales andaluces se tradujo en una rápida y sorprendente recuperación de la especie. De las 65 malvasías contabilizadas en 1981 se pasó a 115 en 1984, 220 en 1985, 300 en 1986 y 459 en 1988. En sólo cuatro años la población europea de este pato se multiplicó por siete y era 15 veces mayor que la censada en 1979. Este crecimiento se ha mantenido con el paso de los años, permitiendo a la malvasía extenderse a otros humedales del país. En la actualidad se calcula que habitan en España unos 4.500 ejemplares. A pesar de esta recuperación, la malvasía común se enfrenta a una amenaza: la malvasía jamaicana ocupa ahora el papel de verdugo. El cruce de ambos grupos da lugar a ejemplares híbridos que pueden terminar por imponerse, condenando a la extinción a la malvasía cariblanca.

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