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La FAI sirvió en bandeja a Franco el título de 'cruzada', según Raguer

Francesc Valls

Cuando el cardenal Vicente Enrique y Tarancón no era más que un joven sacerdote escuchó en el Burgos nacional dos discursos: el del gobernador militar y el del obispo de la diócesis. Al terminar ambos, le fue imposible distinguir qué discurso pertenecía al eclesiástico y cuál al mando militar. Eran tiempos en los que el humo del cañón y el incienso se fundían 'hasta las plantas de Dios', en palabras de José María Pemán. Hilari Raguer, historiador y monje de Montserrat, acaba de publicar un libro que lleva por título precisamente La pólvora y el incienso. La Iglesia y la guerra civil española (Península). En la presentación del libro junto a Paul Preston, Raguer dijo ayer: 'La Iglesia española debe pedir perdón como lo ha hecho la de Argentina; pero aquí, a veces, parece que haya estado por encima de todo, sin pecado, como la Inmaculada Concepción'.Paul Preston actuó de maestro de ceremonias en la presentación de esta obra y coincidió con Raguer en su diagnóstico: 'En la guerra civil, la Iglesia se echó en brazos de los militares sublevados'.

El historiador británico subrayó que la obra de Raguer tiene como gran aportación mostrar el pluralismo y los matices de la Iglesia católica durante la contienda. La pólvora y el incienso arroja luz sobre las relaciones del Vaticano con los sublevados. 'Las tensiones entre Burgos y el Vaticano llegaron al borde de la ruptura', destacó el autor. Raguer -que tiene extensos estudios sobre el general Batet y Unió Democràtica- aseguró que hasta 1938 no hubo pleno reconocimiento de Franco por la Santa Sede.

En cambio, el entusiasmo castrense del episcopado era indescriptible al iniciarse la cruzada. De otra manera no se explicaría la comunión entre obispos y sublevados, porque en ningún bando de los sediciosos se hacía referencia a la religión católica, dijo Raguer. 'Los de la Federación Anarquista Ibérica, con sus excesos y la persecución religiosa, sirvieron en bandeja a Franco el título de guerra santa para la sublevación', añadió.

'Del lado nacional no salió ningún barco como los que sí lo hicieron desde el lado republicano, llenos de gentes católicas y de derechas, como el propio obispo Cartañá; desde Barcelona y Alicante salieron estos barcos para evitar que la FAI los asesinara', subrayó el historiador. Y eso no sucedió desde el otro lado

Raguer, que en su obra utiliza las cifras expuestas por el obispo Antonio Montero sobre la persecución religiosa -más de 7.000 personas-, fue crítico hacia el episcopado español y para con las recientes beatificaciones de más de 200 mártires de la cruzada.

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