_
_
_
_
Crítica:LIBROS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una investigación rigurosa

El enorme esfuerzo de movilización de recursos económicos y humanos en Alemania durante la I Guerra Mundial, el alcance de la extensión del mando único y los ambiciosos intentos de planificación de toda la economía alemana llevados a cabo por los mariscales prusianos causaron asombro en su tiempo. Era la primera vez que la prolongación de un conflicto bélico, acompañada de una alta capacidad de planeamiento apoyada en modernas tecnologías de comunicación y transportes, permitía asistir a una transformación casi total de una economía de paz en una economía de guerra.

De ello tomaron buena nota los estados mayores de todos los ejércitos y también, de modo poco sorprendente, las mentalidades totalitarias de izquierdas y de derechas que habían de poblar la escena política europea del mundo de las entreguerras. Lenin mismo no fue inmune al atractivo movilizador de los métodos de guerra alemanes, y hay quien ha achacado mayor influencia en la implementación de la planificación central en la economía de la guerra civil rusa (destinada a quedarse para siempre en la URSS) a Ludendorff que a Marx (véase P. Johnson, A history of modern times, o E. Hobsbawm, Age of extremes).

De mitos y milagros

Antonio Gómez Mendoza Edicions Universitat de Barcelona, Fundación Duques de Soria

En algunos sectores, el desarrollo de la empresa pública acabó con las posibilidades de la empresa privada -

También los estados mayores de España en la época (1915) constituyeron unas comisiones militares de movilización industrial. Estas comisiones consideraron, a la luz de lo que acontecía en Alemania -y, en menor medida, en Inglaterra-, que prácticamente todo el sector industrial español constituía la retaguardia militar de España y que su poderío militar quedaría limitado si no era capaz de movilizarlo en caso de necesidad, por un lado; de autoabastecerse de toda materia prima estratégica, de otro, y de acabar con los intereses extranjeros en las industrias claves para la defensa, que, como hemos dicho, eran casi todas.

De estas fuentes bebió el ingeniero militar español, que es el protagonista del libro editado por Antonio Gómez Mendoza, De mitos y milagros, Juan A. Suanzes, fundador y primer presidente de lo que iba a ser llamado Instituto Nacional de la Autarquía y que acabó, por presiones políticas, llamándose más discretamente Instituto Nacional de Industria (1941). El hombre que tuvo durante muchos años la confianza de Franco en materia económica y que ya durante la guerra civil comenzó a pergeñar el proyecto de rearme industrial de España, que siempre concibió el servicio de un bien superior por encima de los intereses individuales de los ciudadanos de España y por encima, por tanto, de las ataduras jurídico-administrativas que regulaban las actividades de los demás agentes económicos (ver el intercambio de informes entre Suanzes y Carrero Blanco con ocasión de la venta de buques a la Compañía Trasmediterránea por la Compañía Elcano, páginas 151-153, donde se refleja la concepción del primero de que la autonomía del INI lo ponía -en la persecución de sus superiores objetivos- al resguardo de las decisiones del propio Gobierno).

De mitos y milagros es un libro de investigación rigurosa en la historia industrial de España en las dos primeras décadas del régimen franquista. Gómez de Mendoza edita el esfuerzo de diversos autores y contribuye con siete de las 10 monografías que constituyen la publicación. Las escritas por Eduardo Barrera y Elena San Román, sobre Suanzes o sobre la gestación castrense del INI, obra de esta última autora, o la realizada por Jesús María Valdaliso sobre la empresa Elcano, en nada desmerecen de las del propio Gómez de Mendoza, formando un conjunto bien trabado -aunque no exhaustivo- de los principios y las formas de actuar del INI de la época de Suanzes.

Como el título provocativo ya indica, el interés de los autores es derribar algunos de los mitos y leyendas que por la historiografía oficial u oficiosa se constituyeron sobre la personalidad de Juan A. Suanzes, o sobre la contribución del INI a la reconstrucción industrial de España. Víctima de este proceso de demolición es, en primer lugar, la supuesta vocación subsidiaria del INI en todo lo que dependía de la capacidad de acción de Suanzes en tanto en cuanto otros intereses económicos u otras facciones políticas del régimen franquista no se lo impedían. La filosofía del INI hasta 1963, mucho después de la supuesta supremacía de los tecnócratas del Plan de Estabilización de 1957, era recelosa de la iniciativa privada, arbitraria en el uso de los procedimientos administrativos para hacer prevalecer los intereses de la empresa pública frente a la privada, enemiga de la inversión extranjera, partidaria a ultranza de la autarquía y promotora del crecimiento a través de la sustitución de importaciones.

En aquellos aberrantes años no se puede hablar de auténtica política económica, sino de un cúmulo de actuaciones basadas en un intervencionismo ignorante de la más leve noción de economía, sujeto a las contradicciones propias de la falta de una visión global y a las marchas y contramarchas impuestas por la presión política exterior que exigía a veces adoptar aires relativamente liberales para que el régimen no pereciera entre los estertores de su propia asfixia. Pero en un mundo de total intervención en el sector financiero, de cuotas y cupos, de restricciones cuantitativas a la importación, de precios intervenidos y comercio dirigido, el papel del INI fue particularmente significativo, pues no sólo contribuyó a su organización y mantenimiento, sino que lo utilizó descarnadamente a su favor aprovechando su gran influencia política y olvidando frecuentemente lo que podrían ser los intereses generales a los que decía servir.

Los estudios sobre el papel del INI en la producción y distribución de electricidad, en el Plan del Nitrógeno o en el sector naval, dan fe de cómo entendía el INI de Suanzes la subsidiariedad si no encontraba adversarios de suficiente peso. Ni los intereses de los agricultores por los abonos nitrogenados -ni el de los consumidores por mayores cosechas en aquellos años de racionamiento hasta bien metida la década de los cincuenta-, ni el de los transportistas, ni la posibilidad de crear un cartel eléctrico detuvieron al INI en sus intentos de protagonizar el desarrollo industrial en cada uno de estos sectores desplazando a las empresas privadas. Es lástima que el libro no extiende sus investigaciones al sector del aluminio, de la navegación aérea, del refino de petróleo, de la construcción naval o de la siderurgia, donde el hostigamiento del INI a la empresa privada fue tan importante como en la minería o en la química.

El segundo mito que cae es el de la gran labor del INI y su importante aportación a la reconstrucción y el desarrollo industrial de la posguerra. Los autores demuestran el trecho que medió entre los fantasiosos planes del INI a principios de los cuarenta y sus realizaciones al final del periodo autárquico. Muestran cómo en algunos sectores el desarrollo de la empresa pública acabó con las posibilidades de sostenimiento de la empresa privada al implantar unas reglas del juego alejadas no ya de la libre competencia, sino de una competencia que aunque estuviera regulada restrictivamente fuera, al menos, era leal con igualdad de oportunidades para todos los participantes.

También la tesis muy querida a la izquierda intervencionista de los fallos de mercado como justificante de la acción pública y del papel crucial de las empresas públicas como testigos de funcionamiento del mercado en los sectores donde desarrollan su actividad quedan mal paradas en mitos y milagros. En ningún caso se ve claro que la presencia de las empresas del INI sirviera como acicate a la competencia en los sectores correspondientes, como han mantenido algunos autores, ni que el mercado funcionara más eficientemente después de su implantación. Se podrá decir con razón que en un universo intervencionista y proteccionista difícilmente tales objetivos se podían llevar a cabo. Pero lo cierto es que cuando en la España de los años ochenta hubo que emprender seriamente un esfuerzo de reconversión industrial fueron precisamente los sectores con gran presencia de la empresa pública los que exigieron mayores recursos y más hondas transformaciones.

De especial interés en el libro es la monografía de Gómez Mendoza sobre el INI y la industria eléctrica, cuya lectura es muy recomendable. Del mismo modo que Lenin definió una vez el comunismo como el poder de los sóviets más la energía eléctrica, el INI de Suanzes descubrió muy pronto que sus planes de protagonismo en el desarrollo industrial pasaban por hacerse cargo del sector eléctrico, arrinconando a las empresas privadas que ya estaban trabajando en la producción y distribución de electricidad. De manera contrapuesta a procesos de socialización de los sectores eléctricos que se produjeron en la Europa de los años treinta y cuarenta, el objetivo del INI no era racionalizar un sector con una deficiente red de transporte con insuficientes interconexiones entre los mercados regionales y sin un sistema de dispatching centralizado -es decir, aumentar la eficiencia y reducir el coste de la energía eléctrica en aquella época de carestía-, sino asegurar el suministro para las grandes plantas industriales del INI en sectores de alta intensidad energética haciendo al mismo tiempo negocio. La reacción del sector privado encabezado por José María de Oriol y Urquijo constituyendo el cartel de Unesa (1944) fue sintomática de los equilibrios extraños del régimen franquista entre los diversos poderes fácticos. Cuando llegué al Ministerio de Industria y Energía en 1982 ya no era Oriol el presidente de Unesa, pero seguía siendo el líder indiscutido de la patronal eléctrica, aunque Endesa iba aumentando paulatinamente su peso dentro del sector.

Nos encontramos, en fin, ante una investigación histórica del mayor interés no sólo para los profesionales de la historia económica de España, sino para quien quiera entender el desarrollo industrial de España en los últimos 60 años. Es cierto que tiene un enfoque limitado, como es consustancial a este tipo de trabajos, y que, para evitar una lectura sesgada del panorama empresarial de las primeras décadas franquistas, debería complementarse con un análisis detallado del desarrollo de la iniciativa empresarial y capacidad de emprendimiento privado en la misma época. No vayamos a concluir que el empresariado español era magnífico y sólo las presiones políticas le impidieron desarrollar todas sus potencialidades.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_