Articulación y futuro de Andalucía
Durante las últimas semanas se ha abierto el debate sobre la articulación de Andalucía. Capitalidad, cajas de ahorro, datos sociales o económicos, cualquier tema es bueno para que alguien se despache a sus anchas sobre diferencias, preponderancias, singularidades, privilegios, discriminaciones, etcétera. Desgraciadamente, la mayor parte de lo visto no pasa del mero discurso retórico del conservadurismo tradicional, dirigido a la galería, y normalmente con un ánimo que desde luego dista mucho de ser desinteresado. De ahí la necesidad de una reflexión serena y con visos reales de futuro.
En este sentido, como bien señalan los expertos, en el mundo de la globalización existe una tendencia a apreciar los extremos, lo inmediato y lo global, en detrimento de todas las distinciones que se sitúan en el intermedio (lo regional, lo nacional). Sin embargo este aprecio es poco racional cuando se trata proyectos sociales, pues ni existen proyectos de ámbito mundial (todavía no tenemos ni algo tan elemental como un Tribunal Internacional), ni los proyectos locales tienen capacidad de difusión para extenderse más allá del ámbito comarcal. Dicho de otro modo, los proyectos de transformación social, incluidos por supuesto los económicos, requieren una dimensión que sobrepasa lo local y que no pueden ser mundiales, por lo que nos vemos obligados a movernos en escalas intermedias.
De hecho, es en ese ámbito intermedio en el que se mueven los proyectos sociales de más pujanza en la actualidad: la construcción europea y la descentralización regional de los Estados que la componen. Ambos proyectos tienen un marcado carácter federalizante y fijan una tendencia de futuro, basada en la búsqueda de una dimensión adecuada para enfrentarse socialmente a la globalización económica (Unión Europea) sin que ello suponga una crisis de identidad para los ciudadanos (Europa de las regiones).
Frente a esta perspectiva de futuro se encuentran las reacciones conservadoras defensoras del status quo, basadas en usar a los Estados como parapeto para defender los privilegios frente a la competencia que implica la globalización y en un localismo feroz que intenta garantizar el modus vivendi social de los tradicionalmente acomodados. Afortunadamente esta reacción conservadora está condenada al fracaso a largo plazo pues ni la dimensión de los Estados tradicionales permite frenar la competencia globalizadora, ni el localismo consigue algo más que crear guetos temporales. No obstante, el fracaso del conservadurismo social a largo plazo no implica su desaparición, de ahí que nos veamos avocados a tener que volver cada cierto tiempo a discutir sobre cuestiones hace tiempo solucionadas y que se reabren interesadamente, como ocurre ahora con la cuestión de la articulación de Andalucía y los desequilibrios territoriales internos.
Para empezar, no es cierto que exista desarticulación de Andalucía. De hecho, es imposible que exista desarticulación ya que el 92% de los andaluces se considera tal, lo cual sería imposible si no se percibiese que existe un proyecto andaluz que nos une y articula. Pero además, es totalmente falso que existan los desequilibrios internos de los que tanto se habla. Para comprobarlo sólo hace falta un sencillo ejercicio estadístico: tómese la variable social que se desee para las provincias andaluzas y calcúlese su varianza, o cualquier otra medida estadística de dispersión, y después hágase después lo propio para la misma variable utilizando las Comunidades Autónomas y podrá comprobarse que normalmente la desviación es mucho menor para el caso andaluz que para el total de España (mayor es aún la diferencia si hacemos el ejercicio para los países de la Unión Europea). Con ello quedará demostrado que los desequilibrios son sensiblemente menores en el interior de Andalucía y, por tanto, que lo que no es un problema para defender un proyecto español o europeo no puede venderse aquí, mediante la manipulación política, como un problema para el proyecto andaluz.
No obstante, lo que sí existen son nuevos retos que hemos de afrontar los andaluces porque afectan al proyecto social de Andalucía en el marco de una construcción europea. Así, existe un reto político, del que larvadamente se están sentando las bases, que se pondrá de manifiesto con toda su crudeza en el momento de que se plantee la solución federal de España. Será ese un momento para el que tendremos que estar preparados y tan atentos como lo estuvimos hace dos décadas para garantizar el máximo nivel de autonomía.
Ahora bien, más cercano es el reto económico que se traduce en la necesidad de consolidar una estructura productiva de dimensión andaluza, competitiva en un entorno globalizado. Las pymes dan una dimensión suficiente para atender mercados locales e incluso para crear comarcas de expansión productiva, pero son del todo inoperantes para grandes proyectos económicos y para las cada vez más necesarias inversiones en I+D. Andalucía necesita producir un salto adelante que pasa por la integración de su producción mediante la concentración empresarial.
Ambas cuestiones marcarán los designios de nuestro proyecto y capacidad futura y por eso los problemas han de ir enfocándose desde su perspectiva. Es así como cobra verdadero sentido mantener una postura reivindicativa frente al Gobierno central en lo referente a las competencias autonómicas y a la financiación, con independencia de quien gobierne, por su posible incidencia en el marco de un futuro Estado federal; y como la fusión de las cajas de ahorro adquiere relevancia, ya que la existencia de una gran entidad financiera puede ser un factor primordial para impulsar la integración de la producción andaluza.
Desgraciadamente la evidencia del proyecto y sus retos queda distraída por debates públicos estériles, alimentados por algunas instituciones locales que interesadamente enarbolan el localismo como método de supervivencia política, azuzados desde sectores conservadores. Ello me lleva a pensar que probablemente sea este un buen momento para plantear un debate profundo sobre un 'pacto por Andalucía' y la posible creación de algún órgano de coordinación territorial, a modo de consejo territorial de Andalucía, que sirva de foro para aunar los esfuerzos de todas las instituciones ante los nuevos retos con los que se enfrenta el proyecto andaluz y elimine las distracciones localistas que hoy nos enturbian la visión de la Andalucía real.
Luis Ángel Hierro es profesor de la Universidad de Sevilla y diputado socialista en el Parlamento de Andalucía.
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