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'El objetivo no era ganar dinero para los inversores'

Enric González

Warren Buffett es uno de los pocos inversores que se sienten felices estos días. Hace un año, su compañía, Berkshire Hathaway, era el hazmerreír de Wall Street por su escasa rentabilidad y su obstinación en mantenerse lejos de las empresas tecnológicas y de Internet. Pero en estos últimos 12 meses, mientras el Nasdaq se desplomaba, las acciones de Berkshire Hathaway han subido un 74% y el sábado presentó unos beneficios de 3.300 millones de dólares, unos 580.000 millones de pesetas, un 114% superiores a los del ejercicio 1999. Los nuevos ricos de las puntocom tildaban a Buffett de 'antigualla', pero él está riendo el último.

La clave del éxito de Warren Buffett en este ejercicio tormentoso radicó en buscar lo sólido: invirtió en fábricas de ladrillos, moquetas y zapatos, al margen de mantener sus grandes participaciones en Coca-Cola, Gillette, The Washington Post y American Express. El modelo empresarial de la llamada nueva economía, afirma Buffett, era el de la pirámide. 'El objetivo no era ganar dinero para los inversores', explica en una carta, 'sino sacarles todo lo posible'.

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Buffett se ha convertido en uno de los hombres más ricos de Estados Unidos ateniéndose a un principio básico: no invertir jamás en negocios que no pueda comprender por completo. Juega al bridge con Bill Gates, pero nunca ha puesto un dólar en Microsoft. Prefiere los seguros, la aeronáutica o las fábricas de muebles, cree que lo fundamental es la calidad de los equipos directivos y, cuando puede, adquiere participaciones lo bastante grandes como para dominar el consejo de administración.

El sábado, en su carta anual a los accionistas, Warren Buffett cargó contra la 'estupidez' de la mayoría de los inversores y contra la codicia de Wall Street.

El billonario cree que el desastre de las puntocom debería servir como lección: 'Después de una experiencia de este tipo, normalmente la gente sensata se comporta como Cenicienta en el baile. Saben que si se quedan demasiado tiempo en la fiesta (es decir, si siguen especulando con compañías absolutamente sobrevaloradas en relación a los ingresos que pueden generar en el futuro) acabarán encontrándose con la calabaza y los ratones'.

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