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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Libertad, educación y aulas de compensación

Convencido por las promesas y por el dinero, que en estos momentos aún no ha llegado en su totalidad, de la nueva educación compensatoria propuesta por el señor Villapalos, acepté, como el ciego del Lazarillo de Tormes tomaba las uvas, impartir clases en el ACE de Leganés, dependiente de un instituto. Mas viéndome entrar por aquella puerta y adivinando el mensaje oculto del cartel, desvencijado y taciturno, del que las letras colgaban, despeñándose, sin piedad, por la pared, comprendí que había llegado, en efecto, a la casa lóbrega y oscura que anteriormente visitara el propio Lazarillo, en donde nunca se come y se bebe, entendiendo estos actos como cercanos al sentido etimológico del término educación.

En su interior, el polvo se amontonaba junto a la basura que manaba misteriosamente de un contenedor abandonado a su suerte. Los cristales nunca compartieron la compañía de los rayos del sol, que, por temor a quedar pegados, huyeron despavoridos, y el suelo, acaso temiendo las goteras del techo, siempre rechazó el agua.

Pronto los alumnos comprendieron que aquel lugar no era castillo, sino venta; que estas aulas representaban su condena y su galera, y nos consideraron rehenes en nuestro propio campo de concentración. Y por aquellos pasillos, que antaño oyeron recitar la lección de un viejo maestro 'enjuto y seco', ahora se oyen los insultos y groserías de una serie de alumnos que, de cuando en cuando, también amenazan y agreden a los maestros. Es la ley del Bronx.

Y como el propio don Quijote, cerca de Sierra Morena, pensara, ante la cadena de condenados, que es libre nuestro albedrío y que no hay yerba ni encanto que le fuerce, pido que me dejéis romper esas cadenas que atan a mis alumnos. Dadme los medios para intentar que no sientan la vida como una guerra, para que no sean unos niños yunteros.

Y escribo estas líneas, a veces creyéndome un maestro humillado, a veces viéndome, como el propio don Quijote, herido por las piedras de los propios presos liberados; pero siempre con las armas necesarias para derrotar al bellaco y al traidor, al tirano y al mentiroso: la palabra y la razón.

Gracias a Cervantes, a Antonio Machado, al autor de Lazarillo de Tormes y a Miguel Hernández por prestarme algunas de sus palabras.-

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