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Las especulaciones se disparan

En Washington se han disparado las especulaciones en torno al futuro político de Dick Cheney. Si el vicepresidente fallece o dimite, el presidente George Bush, según contempla la 25ª enmienda de la Constitución, puede escoger a la persona que quiera para sucederle en el cargo, aunque el Congreso de EE UU debe confirmar el nombramiento.

Es lo que ocurrió en los años setenta cuando, tras la renuncia por un asunto de corrupción de Spiro Agnew, Richard Nixon nombró vicepresidente a Gerald Ford. Lo curioso fue que Nixon dimitió luego por el escándalo Watergate y Ford ocupó la Casa Blanca sin haber ganado nunca unas elecciones.

Como vicepresidente, Ford escogió a Nelson Rockefeller, así que Estados Unidos estuvo gobernado durante 1973 y 1974 por una pareja que no había pasado por las urnas.

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En 18 ocasiones el puesto de vicepresidente de EE UU ha quedado vacante en mitad de mandato por fallecimiento o renuncia de su titular o por suceder éste al presidente.

Cuando alguien le preguntó, en su comparecencia ante la prensa, quién podría reemplazarle, el vicepresidente Cheney, siempre sonriente, contestó el pasado miércoles: 'Bueno, estoy seguro de que hay un montón de voluntarios. Nunca hay carestía de aspirantes a este puesto'.

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La prensa norteamericana ya ha sugerido algunos nombres como sucesores. Colin Powell, el popular secretario de Estado, lo haría muy bien, pero él siempre ha rechazado los cantos de sirena para que fuera candidato republicano a la presidencia o vicepresidencia.

Otros nombres gratos a los oídos de Bush son los de Tom Ridge, gobernador republicano del Estado de Pensilvania, y Frank Keatin, que ocupa ese mismo cargo en Oklahoma. También el ex congresista de Ohio John Kasich y el senador de Nebraska Charles Hagel.

Pero Dick Cheney tiene voluntad de aguantar en su actual cargo y, según los médicos, es probable que lo consiga. En este país que adora el género, su caso se ha convertido en el primer culebrón de la nueva presidencia republicana.

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