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Columna
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El Parlamento 'corto' y la soberanía

Durante los últimos meses se ha culpado a los partidos nacionalistas de haber provocado, con su giro soberanista, la grave crisis política por la que actualmente atraviesa el País Vasco. No estoy muy de acuerdo. En mi opinión, al margen de lo acertado o pertinente de las mismas, la defensa de unas ideas no puede ser motivo de semejante follón como el que estamos viviendo. Si defender el soberanismo, el derecho de autodeterminación o la independencia de Euskadi es motivo que justifica una crisis política, es que algo no va bien en nuestra flamante democracia. Y uno empieza a pensar que algo de esto hay también cuando le oye decir a Aznar, en tono amenazante, que el País Vasco es y será siempre España.

El problema, en mi opinión, no está en la defensa de la soberanía -más allá de la valoración que a cada cual merezca esta reclamación en el momento presente-, sino en hacerlo apoyándose para ello en una alianza con los que justifican el crimen y el terror, con quienes entienden y contextualizan la persecución y la violencia contra quienes discrepan. Eso sí que ha dividido profundamente a la sociedad, haciendo retroceder varios lustros cualquier proyecto de país. Por ello, pienso que un reto que se les plantea a los partidos nacionalistas democráticos es el de ser capaces de defender el soberanismo -en abstracto o concretándolo en el derecho de autodeterminación- contando para ello con sus propias fuerzas, sin caer en la tentación de aprovecharse del apoyo de quienes, además de votos, ponen -sobre todo- pistolas encima de la mesa. En los últimos tiempos se han oído algunas voces dentro del nacionalismo democrático pidiendo el aplazamiento de la reivindicación soberanista mientras persista la violencia, la amenaza y la coacción. Reconozco que la propuesta tiene su lógica y que resulta sugerente. Ahora bien, podría caber también la posibilidad de defender el soberanismo, enfrentándose al mismo tiempo a ETA y HB.

Algunos dirigentes del PNV han diferenciado entre dos escenarios de representación para después del 13 de mayo: el Parlamento 'largo' -formado por todos los elegidos- y el Parlamento 'corto', en el que los asuntos se ventilarían al margen de HB-EH dado que, además, esta formación no parece muy dispuesta a asistir. Pues bien, si se quiere plantear una defensa democrática del soberanismo, ello debería hacerse en el Parlamento 'corto', al menos mientras HB-EH no rompa con ETA. Aunque, como dice un buen amigo mío, entre el mundo de HB y ETA existe un vínculo sagrado. Y los vínculos sagrados no suelen romperse.

Siempre habrá -Aznar ya ha enseñado los dientes- quienes nieguen la posibilidad de llevar a cabo los postulados nacionalistas, haya o no haya violencia. Pero ese discurso difícilmente calaría en la sociedad ante un nacionalismo democrático que, a la vez que reclama la autodeterminación, negara radicalmente y sin matices cualquier colaboración política con los totalitarios; ante un nacionalismo cívico que fuera capaz de plantar cara, con todas sus consecuencias, al nacionalismo étnico del censo patriótico.

Oí decir el otro día a un comentarista radiofónico que el problema vasco persistirá aunque ETA desaparezca. Me sorprende que a estas alturas haya gente que todavía no comprenda que, hoy, el problema vasco es ETA y que, si la violencia, la coacción y el nacionalismo étnico desaparecieran, los demás problemas quedarían reducidos a una mera cuestión de correlación de fuerzas democrática, digan lo que digan la Constitución o Aznar. Otra cosa es que, a lo mejor, sin crímenes y amenazas, dicha correlación no exprese una clara voluntad de cambiar el famoso marco jurídico-político. Que, si se deja por un momento de pensar en como calmar a la fiera y se vuelve la vista hacia la sociedad vasca, unos y otros sabrían leer que ésta, en su inmensa mayoría, desea vivir aceptando las identidades compartidas y en un marco jurídico posiblemente no tan distinto del actual: con Estatuto plenamente desarrollado, la posibilidad de representaciones compartidas ante la UE como los länder alemanes, y selecciones deportivas propias como en Gran Bretaña. ¿O no?

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