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Tribuna:LAS ALTERNATIVAS DE UNA REGIÓN
Tribuna
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¿Hacia dónde va Centroamérica?

El autor señala que los países centroamericanos tienen en su entorno latinoamericano un referente para su futuro.

Desde el punto de vista socioeconómico y geopolítico, Centroamérica es algo más que los cinco países cuyos presidentes se reúnen esta semana en Madrid, en una suerte de Cumbre Centroamericana.

En efecto, cuando uno analiza la propuesta Puebla-Panamá del presidente Fox, de México, para desarrollar un gigantesco plan de infraestructura que integre plenamente el sur de México con el istmo centroamericano propiamente dicho, se descubrirá que ésa es una inteligente apuesta que responde a una realidad socioeconómica y a una consideración geopolítica de primer orden.

El sur también existe, se titula un documento de altos funcionarios del recién concluido Gobierno del presidente Zedillo, que de alguna manera ha servido de base a la propuesta Puebla-Panamá, y en el cual se analizan las significativas diferencias de desarrollo entre el México que va de la capital de ese país hacia el norte, y el México que se extiende hacia el sur hasta confundirse con los países centroamericanos.

Como se comenta con frecuencia, desde el punto de vista económico hay dos Méxicos: el México NAFTA, en referencia a las siglas en inglés del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Canadá, Estados Unidos y México, en el cual la velocidad promedio de los camiones de carga es casi semejante a la de Estados Unidos y Canadá (100 kilómetros por hora); y el México Centroamericano, en el cual la velocidad promedio es más parecida a la de los países centroamericanos (menos de 50 kilómetros por hora).

Pero no se trata de automotores y velocidades, sino de diferentes realidades socioeconómicas y, también, políticas e institucionales. Las carreteras que van de la capital de México hacia los Estados Unidos tienden a parecerse más a las autopistas de este país, así como los que van hacia el sur lucen más centroamericanas, tanto en sus características físicas como en el ambiente político-institucional que las rodea: menor seguridad, mayores abusos policiales, más ineficacia administrativa de los controles y aduanas, y un gran potencial de conflictos.

Viendo otras cifras, esta realidad es más evidente; el México-NAFTA tiene un ingreso per cápita promedio de 4.987 dólares; en el México Centroamérica es de 2.700 dólares, más cercano al ingreso promedio de Centroamérica, que es de 1.600 dólares; si de esos promedios se excluyen los ingresos petroleros de Veracruz, Campeche y Tabasco, el parecido entre ese 'México que también existe' y Centroamérica es mayor. Algo semejante ocurre con los indicadores de pobreza, educación y salud. En efecto, si alguien viaja entre Guatemala y México no encontrará mucha discontinuidad étnica, cultural y socioeconómica.

¿Hacia dónde vamos con estas reflexiones? Primero, a la racionalidad de la propuesta del presidente Fox. El TLC, a la vez que ha imprimido un gran dinamismo a la economía mexicana, al extremo de que México es hoy el segundo socio comercial de los Estados Unidos, tiende a profundizar las diferencias entre el México NAFTA y el México Centroamericano, donde, no olvidemos, anida una guerrilla, aletargada ciertamente, pero guerrilla al fin. El plan Puebla-Panamá sería el soporte básico de un gran corredor de modernización económica que integraría el sur con el norte de México y, a la vez, con los países centroamericanos.

Si como tantas veces lo ha demostrado la historia, y el caso reciente de México lo acredita, la modernización económica se apuntala recíprocamente con la modernización política, el plan Puebla-Panamá puede ser un poderoso inductor del destino de Centroamérica. Esto es particularmente cierto en el contexto de la reunión de Madrid que mencionamos al inicio. Se trata del Grupo Consultivo Regional para Centroamérica que, coordinado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), reunirá a las más altas autoridades, empresarios y representantes de la sociedad civil de Centroamérica, con la comunidad financiera internacional, incluyendo inversionistas privados de los países desarrollados.

El propósito de la reunión, que originalmente se iba a realizar en enero pero debió suspenderse por el primero de los terremotos que han castigado a El Salvador, es examinar, con un enfoque regional, las posibilidades de cooperación y de inversión en torno a una importante cartera de proyectos de infraestructura, desarrollo de recursos humanos, modernización tecnológica y protección ambiental que, de ejecutarse, darían a las economías y sociedades centroamericanas el impulso de modernización económica que aguarda desde el fin de los conflictos bélicos de los años ochenta.

Esa cartera de proyectos contempla un corredor logístico -carreteras, puertos y otras facilidades- que vendría a tornar realidad el 'estrecho dudoso' que con angustia buscaron los españoles en el siglo XVI, tratando de encontrar el tránsito entre los océanos Atlántico y Pacífico. Ejecutados esos proyectos y puesta en marcha la iniciativa del presidente Fox, se materializaría, con todo su potencial de desarrollo, la privilegiada posición geográfica de esos países, que tendrían, por primera vez, la oportunidad de dejar de ser 'la delgada cintura del sufrimiento', en expresión de Neruda que recientemente recordaba en estas páginas Carlos Fuentes.

Esa promesa podría no materializarse, desde luego, si el proceso de consolidación de la gobernabilidad democrática en los países centroamericanos se detiene o revierte, pues, como lo señalamos en esta misma sección en ocasión del huracán Mitch que azotó a esos países en 1998, la mayor vulnerabilidad de los mismos, que explica incluso su vulnerabilidad económica, social y ambiental, es la política institucional.

El segundo aspecto al cual conducen las reflexiones iniciales tiene que ver con el hecho de que los países centroamericanos tienen en su entorno latinoamericano dos grandes referentes para su futuro. El primer referente es el eje integrado por Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, por el sur, y México por el norte, países en franco proceso de modernización política y económica, aunque subsistan importantes problemas; el otro referente es la llamada 'cornisa andina' o 'arco norte' de Suramérica, con graves problemas de guerrilla, violencia, drogas, debilitamiento institucional, inestabilidad e incertidumbre política.

¿Hacia dónde va Centroamérica con sus 60 millones de habitantes, si a su población agregamos los 23 millones de mexicanos del sur? ¿Por cuál de los dos referentes será atraída? Las consecuencias no serán las mismas en uno y otro caso, ni para los países centroamericanos propiamente tal, ni para México y los Estados Unidos, que constituyen un solo corredor de países separados por fronteras extremadamente porosas. ¿Será Centroamérica un corredor de traslado hacia del norte de los problemas de la cornisa andina, o bien un canal de transmisión hacia el sur de los efectos modernizantes del norte, que unidos a los efectos modernizantes provenientes del Cono Sur y Brasil podrían proporcionar un entorno de alivio a la crujiente cornisa andina? Si los conflictos de esta cornisa se amplifican hacia el norte, ¿qué impedirá que se amplifiquen hacia el sur?

Ése es el telón de fondo de la Cumbre Centroamericana que se realiza con el océano Atlántico de por medio. Hay más cosas que dinero en juego, entonces, en esta minicumbre económica. Quizá, por tanto, el titular de este artículo debiera ser ¿Hacia dónde va América Latina?

Edmundo Jarquín ha sido embajador de Nicaragua en España.

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