Ibarretxe sale en falso
Las encuestas reflejan que por primera vez existe en el País Vasco una posibilidad realista de que de las urnas salga un Gobierno sin presencia de formaciones nacionalistas. De ahí los movimientos para optimizar los resultados mediante coaliciones como la acordada este fin de semana entre el PNV y EA, por un lado, y el PP y Unidad Alavesa, por otro. De ahí también ciertos comportamientos, como mínimo irregulares, por parte de un lehendakari que no comprende por qué hay gente que no comparte las evidencias que proclama.
Los nacionalistas llevan más de 20 años al frente de las instituciones vascas, y es lógico que una parte del electorado considere conveniente intentar otras fórmulas de resolver el problema de la violencia, percibido por la mayoría como el más grave del momento. En estos 20 años, el PNV no ha sido capaz de persuadir a ETA y tampoco de derrotarla utilizando las competencias de la Ertzaintza en materia antiterrorista. La sensación de indefensión de los cada vez más amplios sectores de la población amenazados anula la advertencia nacionalista de que un cambio de mayoría podría agravar las cosas. El argumento alternativo es que las cosas difícilmente pueden ir a peor, y que tal vez puedan ir a mejor con un Gobierno vasco que coopere con el de Madrid en la lucha contra ETA.
Otro motivo para considerar verosímil el cambio es que la dirección nacionalista está dando muestras de agotamiento. Algunas de sus últimas decisiones revelan una creciente pérdida de contacto con la realidad.
En octubre, como respuesta a las mociones de censura que pusieron de relieve que el Gobierno de Ibarretxe estaba en minoría, el lehendakari convocó una manifestación por la paz y contra ETA. Pese a algunas resistencias internas, los socialistas se sumaron a esa movilización. Ibarretxe ha convocado ahora una nueva marcha, el 10 de marzo, esta vez contra ETA y contra 'el no al diálogo del PP y el PSOE'; es decir, contra ETA y contra aquellos a los que ETA ataca, incluyendo los socialistas, que hace cuatro meses respaldaron su anterior llamamiento, y con quienes, según Arzalluz, intentará pactar el PNV tras las elecciones.
Se trata, según Ibarretxe, de un intento de 'avivar la llama de la ilusión que prendió en el Kursaal'; es decir, en el acto organizado hace unos días en San Sebastián en apoyo a su propia propuesta de diálogo sin condiciones que había sido rechazada por la oposición en el Parlamento vasco. Ibarretxe cree que ha llegado el momento de 'plantear en la calle' la existencia de una mayoría que no está con ETA, pero tampoco con el PP y el PSOE 'por su negativa al diálogo'. Para el PP y el PSOE, ese diálogo es la fórmula para que los no nacionalistas avalen con su presencia en un foro los cambios del marco político acordados por ETA y los nacionalistas en 1998.
Fue precisamente el escaso eco social de la propuesta del lehendakari lo que hizo que su Gobierno lanzase una campaña de publicidad, financiada con fondos públicos, destinada a difundirla. Se trata de una fraudulenta confusión del plano institucional con el partidario, lo que se confirmó cuando, días después, Arzalluz anunció que tal propuesta sería el eje de la oferta electoral del PNV. Es un comportamiento irregular, probablemente ilegal, que ilustra hasta qué punto el nacionalismo ha interiorizado la idea de que conservar el poder es un objetivo que justifica cualquier medio, lo cual podría alimentar la desconfianza de quienes temen que, de volver a ganar los nacionalistas, se sentirían autorizados para practicar por su cuenta y riesgo políticas abiertamente rupturistas, de hechos consumados.
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