La Feria del Libro de La Habana
No todo fue negativo en la Feria del Libro de La Habana. Quienes participaron sin demasiados prejuicios en la X Feria Internacional del Libro, clausurada el sábado 10 de febrero, han de estar de acuerdo con esta conclusión que cerraba la crónica de Mauricio Vicent, corresponsal de EL PAÍS en la capital de Cuba. Críticos con todo lo que haya que ser críticos, respetuosos con aquello que sea digno de ser respetado o preservado de la polémica, éste ha sido también el balance de quienes asistimos, formando parte de la representación cultural e institucional de Extremadura, a una feria que este año tenía a España como país invitado.
Así, por ejemplo, a nadie podría parecerle mal que la Editora Regional de Extremadura haya alcanzado un principio de acuerdo para coeditar La edad de oro, de José Martí, y no sólo porque estas lecturas infantiles -ampliamente demandadas por todos los cubanos- constituyan un clásico de la literatura universal de un valor intelectual y moralmente compartido por todo el mundo, sino también porque la infancia debe quedar al margen de las guerras de los mayores.
Es cierto que las lecturas de los autores extremeños invitados por la Junta de Extremadura, tal como dice Vicent en su información, no pudieron celebrarse en el día señalado 'por problemas de organización'. Pero ha de añadirse que cuando los representantes de la Junta enviaron sobre la marcha una queja formal al Instituto Cubano del Libro la respuesta fue rápida y eficaz: aquella tarde todos los miembros de la delegación extremeña fuimos recibidos por el ministro cubano de Cultura y al día siguiente los escritores -entre ellos Luis Landero, aludido en la crónica de Mauricio Vicent- tuvieron la oportunidad de leer y departir con alumnos y profesores de la Facultad de Letras y Artes de la Universidad de La Habana. Los grupos musicales y de teatro que viajaron con la Junta de Extremadura actuaron también ante un nutrido público habanero, ávido y generoso, y quienes acudieron a la representación de los facsímiles hechos por la Editora Regional de los libros que se hallaron emparedados en el pueblo extremeño de Barcarrota pudieron escuchar el mensaje que nos transmite esta 'biblioteca clandestina' del siglo XVI, el mensaje esperanzador de que los libros prohibidos logran a veces sobrevivir a los inquisidores.-
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