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LA CRÓNICA
Columna
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La economía vuelve a entrar en el debate político

La pasividad del Gobierno ante los malos datos de crecimiento, inflación o empleo contrasta con el debate suscitado en otros países europeos

Soledad Gallego-Díaz

La Asociación Española de Banca (AEB) y algunos grupos de estudio de otras organizaciones privadas empezaron la semana pasada a lanzar discretas señales de preocupación: la situación económica española se está deteriorando más de lo que era previsible como consecuencia de la desaceleración económica estadounidense y europea. Lo sorprendente es que esa realidad no haya alcanzado todavía en España al debate político, mientras que en los otros países de la Unión Europea (UE), con datos menos preocupantes, ocupa ya la mayor parte de los discursos del los respectivos Gobiernos y Parlamentos. Incluso organismos internacionales, como el G-7, reunido este fin de semana en Palermo, han considerado que tenían que lanzar mensajes tranquilizadores.

En España, el lunes y martes de la semana pasada se hicieron públicos dos datos importantes. El primero es el relativo a la inflación subyacente (la que no tiene en cuenta el precio de la energía ni de los alimentos frescos, es decir la más sólidamente instalada en el sistema), que creció en enero medio punto, la subida más fuerte desde 1996. Esto supone que los precios en España siguen creciendo más deprisa que en el resto de la UE y que la culpa no la tienen el petróleo ni los salarios.

El segundo dato importante es que, por primera vez desde 1994, en el último trimestre de 2000 se produjo destrucción de empleo. Es cierto que se siguen creando puestos de trabajo, pero el ritmo fue en 2000 un 30% inferior al de 1999, y bajará todavía más en este año. Y el parón se está produciendo cuando todavía hay un paro superior al 13,6% de la población activa.

Todos los problemas para 2001 se concentran en la desaceleración del crecimiento. El Gobierno calcula que será del 3,6% (cuatro o cinco décimas menos que en 2000), pero otros organismos creen que no pasará del 3,3% o incluso, según la AEB, del 3,1%. Los últimos datos de la Unión Europea indican que el crecimiento español en el último trimestre estuvo por debajo de la media de la zona euro (un 2,4% frente a un 2,8%).

Lo que los expertos y grupos de estudio financieros echan de menos es la irrupción de estos datos en el debate político. El presidente Aznar se mantiene en silencio y sólo es posible conocer los análisis del Gobierno a través de las previsiones de los Presupuestos y los datos del reciente Plan de Estabilidad. Con esos papeles en la mano se deduce que Aznar cree que podrá compensar la disminución del consumo interno con un aumento de las exportaciones, pero según pasan las semanas esas previsiones son más dudosas.

'Extraña que teniendo como tienen mayoría absoluta y una palpable voluntad de colaboración de la nueva ejecutiva socialista no hayan salido a la palestra a inyectar ánimos y asegurar al ciudadano, y al consumidor, que hay alguien en el timón', manifiesta preocupado un alto ejecutivo de la banca.

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Un ex ministro, retirado ahora de la política y vinculado al mundo de los negocios, se queja de esa falta de reacción. Según él, no hay motivos para análisis catastrofistas pero sí para actitudes menos pasivas. 'Parecen estar tumbados, y éste no es momento de discursos grises y piñones fijos, sino de iniciativas y apariciones públicas que refuercen la confianza', asegura.

Todo el mundo sabe que la Unión Europea no es inmune ante lo que suceda en Estados Unidos (no sólo porque la UE consiga exportar allí más o menos, sino también porque las empresas europeas han comprado o invertido en empresas norteamericanas más de 240.000 millones de dólares desde 1997). España no va a quedar fuera de ese proceso y necesita ir adoptando sus propias medidas y acuerdos para hacerle frente. La falta de 'comentarios' sobre esa realidad, imprescindibles en la marcha de la economía moderna, es lo que hace que la situación se vuelva más opresiva.

'La diferencia entre el 3,6% de crecimiento económico que anuncia el Gobierno y el 3,1% del que habla la AEB puede depender, en parte, de la actitud más o menos activa del Gobierno', reconoce un economista de la Asociación Española de Banca. Y de esas décimas arriba o abajo en el crecimiento económico es exactamente de lo que hablan ya los políticos en casi todas las capitales europeas.

'Es verdad que la discusión politica española está deseconomizada desde hace más de un año', admite un miembro de la actual ejecutiva socialista. 'Pero creo que eso ha sido bueno para este país, porque ha permitido que otros temas, como la Ley de Extranjería o el Plan Hidrológico, pasaran a primer plano y ocuparan el centro del debate', añade. Sin embargo, reconoce que esa deseconomización, más o menos buscada por la oposición cuando todo parecía ir bien para la política del Gobierno, se ha convertido ahora en un problema, cuando resulta evidente que la economía tiene que entrar en el debate político. Ahora es el Gobierno el que no quiere hablar del tema, 'el que necesita tiempo para comerse el sapo de que estábamos en el mejor de los mundos posibles'. 'Lo mejor sería que entre todos dejáramos de perder el tiempo', comenta el ex ministro.

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