_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No sé qué ponerme

Vicente Molina Foix

Que en Madrid coincidan siempre la feria de arte Arco y los desfiles de la Pasarela Cibeles más que casualidad parece un destino. El peso de las dos manifestaciones descansa sobre la novedad. Si un año Arco apostaba fuerte por las instalaciones, el siguiente era el vídeo lo dominante, y éste o el próximo puede que la fotografía autobiográfica o unos soportes aún por confirmar se lleven de calle a los feriantes.Las colecciones de ropa, prácticamente lo mismo. El color avellana de la temporada pasada ha sido desplazado ésta por los tonos azafranados, el largo de la falda sube y baja de la rodilla sin propósito de lascivia, y la corbata, desterrada de nuestras yugulares masculinas por un edicto milanés, puede reaparecer en la mujer del mañana, que experimenta lo hombruno mientras el hombre se da al pareo y a los chalecos de lentejuelas.

No es ése con todo el mayor punto de conjunción, sino otro,que resumo en una pregunta tan perogrullesca que tal vez les parezca propia de un paleto. ¿Quién se pone estas cosas? ¿Quién se lleva a casa los últimos modelos de instalación artística ofrecidos para la venta en Arco, que pueden consistir en 30 receptores de televisión diseminados por las aguas teñidas de púrpura de un estanque? ¿Quién de nosotros -gente de a pie- sale a la calle con el metacrilato remachado en algunas gabardinas contemporáneas, con las camisas que un día fueron de popelín forradas de plumón de avutarda, con la malla de acero corten que las chicas de la pasarela llevan sin agobio como top de sus cuerpecitos?

Si usted, lector, y yo no tenemos estómago ni sitio en el piso para las nuevas creaciones plásticas, si no tenemos osadía para hacer llevadera la última moda en nuestra vida corriente, ¿a quién va destinado el arte moderno, para quién cose sus vestidos el modista célebre?

Mis preguntas no son nostálgicas. Ni cínicas. Tampoco pretenden una llamada al orden. No está en la pintura de caballete ni en el cuello de almidón ni en la rebeca de punto mi paraíso perdido. Simplemente me duele (pues me considero un hombre de mi tiempo y del género curioso o explorador) contemplar que lo que hoy constituye el istmo que une a la vanguardia, a la mayoría nos expulsa, nos aísla.Y no es cuestión de gustos o preferencias, de nombres concretos. Entre los artistas que cultivan las formas más antimateriales o antiartísticas hay talentos de una calidad formal y una potencia tan arrolladora como la que sin duda tienen ciertos diseñadores de ropa. Pero unos y otros trabajan para el museo, para el escaparate, renunciando de antemano a su objetivo natural: usted, yo mismo, el comprador medio de arte, la persona que trata de ser elegante. Enfrentado a la vulgaridad de una masa que ni siquiera cree que aquello es arte o prêt-à-porter, el recurso del vanguardista será saltarse el eslabón del público de pago. Sólo las grandes salas de exposición, las bienales, las colecciones de arte de las instituciones, los comisarios, responsables de espacios experimentales y compradores aúlicos le dan salvoconducto a la posteridad y medios para comer.

Esta aberrante ruptura de la cadena artística no se produce, sin embargo, en el cine o la novela, ni siquiera en tal grado en el teatro. Lo fácil, lo retrógrado, lo insignificante, triunfan, como ha sido siempre en todas las artes, más que lo ambicioso, lo innovador, lo desasosegante. Pero las obras se hacen a la medida del hombre, no del director de un museo. El lector exigente, la espectadora cinéfila, buscarán en el anaquel de las librerías pequeñas, entre los carteles de las multisalas, los títulos nunca anunciados por televisión, y aunque el libro esté lleno de polvo y sólo haya cuatro desgraciados en el pase, la relación buscada por el autor se establece sin mediadores ni aparatosos catálogos.

Pese a todo, iremos ilusionados a Arco y a ver qué tendencias marca la moda en primavera.Falda no me voy a poner a estas alturas (aunque fui, con mi hermano, pionero de las camisas de flores en Alicante), y las paredes de casa las tengo llenas de libros y cuadros, pero si algún creador imposible me rompe los esquemas, voy a pensármelo.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_