Algo sobrenatural
Horas antes de su inauguración oficial, ya se acumulaba el gentío en los pabellones feriales de Arco 2001. Se trataba de los visitantes profesionales -críticos, conservadores y coleccionistas- que, al parecer, son ya miles en nuestro país y cuya vocación les hace ignorar el soleado día primaveral con que los hados han querido celebrar el vigésimo aniversario de este evento fascinante, como caído del cielo y, por tanto, no tan al alcance de la humana comprensión.
Sea como sea, auguro que esta edición batirá de nuevo las marcas establecidas de repercusión en los medios de comunicación y afluencia de público. En suma: una nueva apoteosis. Cuando se llega a este nivel de éxito, tampoco es necesario preguntarse el qué, ni el por qué, sino limitarse a subrayar reverencialmente el fenómeno.
Ciertamente que en nuestro país, donde apenas se vende arte contemporáneo, una feria comercial llegue a celebrar su vigésimo aniversario podría parecer, en principio, algo sobrenatural, o, por lo menos, 'sobreferial'. Y es así: los organizadores, desde hace años, insisten en que lo verdaderamente importante de esta convocatoria está más allá de lo comercial y por ello atiborran el recinto con todo tipo de muestras e iniciativas paralelas de 'interés cultural', a la vez que ya no queda un sólo Gobierno autonómico, ni municipio de más de 10.000 habitantes que ya no tenga un pabellón. Por lo demás, da la impresión de que la gente no acude a Arco sólo a ver, sino a verse, lo cual no hay duda de que redundará en una mejora de las relaciones humanas.
No hay este año ningún cambio apreciable respecto a los anteriores. Se ha rectificado, eso sí, la política de admisión, aceptando a algunas firmas antes incomprensiblemente rechazadas, con lo que la representación de las galerías españolas sigue siendo buena, pero ahora sin el lastre de la arbitrariedad. La imagen de profesionalidad de la feria es asimismo cada vez mejor, tanto en lo que se refiere a la distribución y al tratamiento del espacio, como a casi todos los servicios e instalaciones. La presencia internacional, sin embargo, continúa en su habitual línea irregular, de escasa y aleatoria representatividad, pero es muy difícil corregir esta deficiencia porque la razón para acudir a una feria desde el extranjero no admite otro fundamento que el de la rentabilidad, la cual en España es todavía más que discutible. De todas formas, este año, el país invitado, el Reino Unido, ha sabido adaptarse mejor a la realidad de Arco y ofrece un panorama, a mi juicio, más coherente, discreto y eficaz.
En este mismo sentido, lo que se exhibe, por parte de las galerías españolas y extranjeras, tiene también cadaº vez un mejor acoplamiento con la realidad de la demanda del público español. La mayoría ha optado por presentar a varios artistas, con una obra de orientación y estilo muy diverso y huyendo casi siempre de los grandes formatos. La relación entre fotografía y pintura está más equilibrada que en otros años anteriores y hay una calidad media no sólo aceptable, sino más serena. Es también digno de reseñar el nivel de excelencia en las esculturas, lo que tampoco es tan raro teniendo en cuenta que el arte último español ha destacado en este campo. Por otra parte, se nota que los juegos de ingenio, aunque siguen, entran en una fase decreciente, que se ha atenuado el furor 'gracioso' que parecía convertir el arte joven en una declamación de chistecitos fáciles. En todo caso, a una feria uno no va a encontrarse con 'programas o tendencias', sino algo inesperado perdido en un rincón, que repentinamente te cure el desaliento. Si esto ocurre, pues ¡ya está! Y si no, tampoco es mala suerte haber pasado el rato.
Pero Arco no sólo asume funciones extraferiales en su propio recinto, sino que se proyecta al exterior y, en cierta manera, fagocita toda la realidad artística española del momento y hasta se puede decir que la de toda la temporada. A nadie sensato se le escapa el posible efecto arrasador que puede derivarse de esta tendencia a convertir el arte en una pura excrecencia de Arco y no al revés, pero hay que reconocer que no es este un fenómeno peculiar de nuestro país, ya que, cada vez más, la única vanguardia restante es la que promueve el mercado y sus comisarios son hoy los galeristas. Nos encontramos ante el espectáculo de la mercancía, que se presenta como la genuina obra de arte total del presente. Desde este punto de vista, la historia de Arco ha sido pionera, porque ha creado un mercado futurible con el ensalmo exclusivo de una imagen de marca admirablemente publicitada. Su técnica de proveer una imagen prêt-à-porter es ideal, por otra parte, para el satisfactorio consumo de los políticos, que, en vez de inaugurar un edificio, pueden presentar un stand, con lo que salen igual en las fotos, pero con menos gasto del contribuyente, siempre y cuando no decidan hacer las dos cosas simultáneamente.
¿Y los artistas? Todos quieren ciertamente estar en Arco, porque no estar representados allí es como no existir, aunque yo los noto, en general, algo melancólicos. A mí me parece lógico, pero también puede ocurrir que el único que esté realmente melancólico sea yo.
Mi melancolía puede provenir de constatar el triunfo de la supraestructura sobre la infraestructura. En Arco circula un vendaval de información ideológica que no deja resquicio tecnomoderno sin usar, trufado de anglicismos. No hay homeless sin project room, ni young artist sin su cutting edge, ni siquiera hay un claustrófobico que no tenga su open space, ni, aún menos, un parlanchín que no esté contratado para una discussion. Los descreídos del pincel o del escoplo se pueden resarcir con la imagen digital, y, por doquier, florecen los internautas como una plantación de setas tras una estación lluviosa. Es cierto que el arte necesita animación si quiere entretener a un público ansioso de diversión. Arco ya cuenta con una masa de visitantes que en unos pocos días podría sumar la cantidad suficiente para llenar por completo los estadios de fútbol del Camp Nou y el Bernabéu, sin que además nadie se sienta perdedor. Pero ¿qué podrían hacer los carcamales viciosos en medio de este tinglado? Por de pronto, no perder la esperanza de toparse con el hallazgo imprevisto de alguna obra bien tangible. En una primera visión, yo me he encontrado con algunas excelentes de, entre otros, Juan Muñoz, Eduardo Arroyo, Cristina Iglesias, Blanca Muñoz, Alberto García Alix, Andreu Alfaro, Adolfo Schlosser, Juan Carlos Savater, Marta Cárdenas, Pablo Palazuelo, Peio Irazu, Susana Solano, José Manuel Ballester, Darío Urzay, Luis Frangella, Luis Mayo, Susi Gómez, Laura Lío, Chema Madoz... Cito de memoria, entre olvidos, pero no desespero no sólo de recordar sino de, en los días sucesivos, conseguir nuevos hallazgos. Esto es lo impresionante del arte, que, sea como sea, no deja de salirte al paso.
Babelia
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