_
_
_
_
Reportaje:

EE UU frente al enemigo invisible

El escudo antimisiles impulsado por Bush puede provocar una carrera armamentista sin resolver los verdaderos problemas de seguridad de EE UU

Europa será terra incognita para George W. Bush, pero en sus primeros contactos con el Viejo Continente no se ha inhibido. Apenas se acaba de instalar en la casa donde una vez vivió su padre, pero el presidente tejano ya ha enviado a su sheriff al otro lado del Atlántico para recordar a los nativos quién es el que impone la ley en el Oeste.

El flamante secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, llegó a una reunión en Múnich con sus homólogos de la OTAN la semana pasada plenamente consciente de que todos se oponían al proyecto americano del escudo antimisiles (NMD), y que éste iba a ser un tema sumamente contencioso y delicado en las relaciones entre Estados Unidos y Europa en los próximos meses. Pero Rumsfeld no vino con la misión de persuadir, negociar, convencer. Ni siquiera de escuchar.

Es más probable un ataque contra EE UU con un artefacto pequeño que con un misil de largo alcance

'Estados Unidos', declaró, 'tiene la intención de desarrollar y desplegar un sistema de defensa contra misiles cuyo fin es defender a nuestra gente y a nuestras Fuerzas Armadas. El pueblo americano no debe quedar completamente indefenso. No es tanto una cuestión técnica como una cuestión de responsabilidad constitucional de un presidente. La verdad es que, en muchos sentidos, es una cuestión moral'.

El problema, entonces, estaba resuelto. Pero resultaba que Rumsfeld se había enterado de que los europeos tenían sus propios planes militares. Había oído decir que, sin pedirle permiso a EE UU, habían decidido crear una fuerza de reacción rápida de 60.000 soldados lista para entrar en acción en el año 2003.

Tal fuerza, explicó Rumsfeld a sus interlocutores, 'corre el riesgo de inyectar un factor de inestabilidad en una alianza de enorme importancia'. Y aparte, no es que los europeos estuviesen pensando invertir dinero en esta fuerza, sino que la iban a confeccionar con parches de los ejércitos ya existentes. Con lo cual, Rumsfeld se vio moralmente obligado a lanzar a los europeos una advertencia.

'Si yo viese a los países europeos poner más dólares en sus presupuestos para incrementar la fuerza de la OTAN, me resultaría alentador. Pero no he visto tal cosa, y lo que a mí me interesa es sumar y no restar'.

Lo que no quedó claro fue si Rumsfeld se equivocó o, quizás como su propio presidente, realmente cree que la moneda que se utiliza en Europa es el dólar. Lo que sí está muy claro es que Rumsfeld no va a ganar el premio diplomático del año en Europa. Ese honor, en cambio, le podría llegar a corresponder al general Colin Powell, el secretario de Estado del presidente Bush. Tras la visita de Rumsfeld a Múnich, Powell intentó dar otra imagen en sus reuniones con altos funcionarios europeos en Washington

Tras una reunión de dos horas, por ejemplo, con el ministro de Relaciones Exteriores británico, Robin Cook, Powell afirmó que estaba convencido de que la fuerza europea de reacción rápida fortalecería la OTAN, en vez de debilitarla. Powell también dijo que EE UU consultaría con sus aliados europeos antes de poner en marcha el proyecto antimisiles.

Esto podría reflejar no tanto una táctica conjunta para desequilibrar a los europeos como diferencias de opinión entre el Departamento de Estado y el Pentágono. Powell personalmente está a favor de la NMD, pero no todos sus asesores lo están. Según una fuente del Departamento de Estado, la opinión general institucional, independientemente de si hay un republicano o un demócrata en la Casa Blanca, es muy parecida a la opinión que se tiene en Europa: que el proyecto NMD es un costoso disparate (se habla de 25.000 millones de dólares, unos cuatro billones y medio de pesetas) que generará más peligros, y no menos, y que atentará contra la paz mundial. Porque el problema que, más que ningún otro, amenaza con crear un clima de hostilidad polongada entre EE UU y Europa tiene más de ficción que de verdad.

'El NMD será una realidad económica, especialmente para la industria multibillonaria que desarrollará el proyecto, y en el sentido de que existe una realidad psicológica, que a su vez se traduce en un factor político', explicó por teléfono desde Ginebra un veterano diplomático en el terreno del desarme nuclear. 'Estamos hablando aquí de reacciones primitivas de parte de los norteamericanos, de gestos de interés antropológico, comprensibles en una tribu que quiere proteger a los suyos. Ahora, si el NMD va a proporcionar una defensa, una protección verdadera contra los malos, sean quienes sean, esa es otra cosa. Yo lo dudo mucho'.

¿Cuáles son los factores psicológicos y políticos al que se refiere el escéptico diplomático? Primero, los norteamericanos son gente que, más que cualquier otro grupo en Occidente, cree que se puede eliminar todo riesgo en la vida; que puede existir una versión de Superman, o del pistolero bueno tipo Clint Eastwood, capaz de garantizar la protección de los buenos contra los malos.

Cualquiera que dude de que George W. Bush comparte esta visión simplista y reaganiana del mundo, que oiga lo que dijo en plena campaña electoral el 31 de mayo del año pasado en Albuquerque: 'Éste es un mundo mucho más incierto que en el pasado... Pero, aunque es un mundo incierto, estamos seguros de algunas cosas. Estamos seguros de que, a pesar de que haya muerto el imperio del mal, el mal sigue existiendo. Estamos seguros de que hay gente que no puede soportar lo que representa América... Estamos seguros de que hay locos en el mundo, y terror, y misiles'.

Y ahora que es presidente, Bush ofrecerá un escudo impenetrable como protección contra los locos y sus misiles. Lo cual resulta muy atractivo para un hombre recién ascendido al puesto más poderoso de la Tierra y que quiere aprovechar la oportunidad para dejar su huella en la historia. El problema es que el entusiasmo de Bush, de Rumsfeld y de su pueblo por el NMD esconde una serie de graves defectos en su argumentación.

Primero, como dice Rudolf Sharping, el ministro de Defensa alemán, está el problema de la viabilidad tecnológica del escudo antimisiles. Reagan gastó miles de millones de dólares en su iniciativa de defensa estratégica, pero el proyecto nunca funcionó. Durante la era Clinton, el aparato científico militar intentó desarrollar sistemas capaces de destruir misiles en el aire, pero también fracasaron. Un sistema que funcione, según varios expertos, podría tardar 25 años en llegar.

Segundo, los locos que tanto teme Bush seguramente no tendrían la capacidad de lanzar un misil de un continente a otro. Es más probable que consigan una bomba nuclear del tipo que los mismos norteamericanos desarrollaron: una bomba que pese unos 40 kilos, que tenga la capacidad destructiva de la que destruyó Hiroshima, y que podría entrar en suelo norteamericano en una maleta, o en un coche, o en barco. Un informe de la CIA publicado en diciembre hace una proyección de las amenazas globales para el año 2015 y dice que hay más probabilidades de un ataque contra EE UU utilizando un artefacto pequeño y barato que un misil de largo alcance.

El tercer argumento, el más generalizado, es que, como dijo el presidente de Francia, Jacques Chirac, el mes pasado, el plan norteamericano 'indudablemente reiniciará la carrera armamentista en todo el mundo'. Los europeos en la OTAN temen que los rusos se pongan a construir nuevos misiles diseñados con la tecnología necesaria para eludir los sistemas de detección de la proyectada NMD.

En resumen, como decía el diario The Independent en un editorial el mes pasado, el argumento en contra de la NMD es sencillo: 'Es caro, no se ha demostrado que funcione, destabilizará los esfuerzos por controlar la carrera armamentista y ni siquiera responde a las amenazas más probables, la mayor de las cuales es la llamada maleta bomba'.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_