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Entrevista:JUAN ARIAS | AUTOR DE 'JESÚS, ESE GRAN DESCONOCIDO'

'Jesús jamás habría pisado el palacio de un dictador como Pinochet'

Revolucionario o caudillo. Entre los mártires o con los inquisidores. De parte de los pobres o con el César. Miles de escritores se han ocupado de la vida de Jesús, el líder cristiano nacido hace unos 2000 años en Belén o Nazaret (ni siquiera en el día o el lugar del nacimiento hay acuerdo), y cientos de iglesias anuncian su nombre y predican unas doctrinas que él nunca escribió. Juan Arias (Arboleas, Almería. 1932), que estudió Teología en la Universidad de Roma y fue muchos años corresponsal de EL PAÍS en Italia, presenta en Madrid su personal interpretación sobre este famoso judío de Palestina que es el Mesías para unos y un simple agitador para otros. El libro se titula Jesús, ese gran desconocido, editado por Maeva.

Pregunta. Después de leer su libro, hay que caerse de un caballo para creer que el Vaticano sigue las enseñanzas de Jesús.

Respuesta. Ni el Vaticano ni ninguna de las Iglesias que se fundaron en su nombre. Creen imposible que Jesús fuera tan alérgico al poder. Han llegado a escribir que era de la clase media burguesa y que aconsejó respetar al César. Pero cuando Herodes le manda a decir que deje de predicar, como hizo el Vaticano con Leonardo Boff, respondió: 'Id y decidle a esa zorra...'. Jesús es difícil de digerir para los burócratas de las Iglesias.

P. Amigo de pobres y prostitutas, poco familiar, revoltoso, radical, discutidor con los jerarcas de su secta farisea... ¿Haría carrera Jesús en el Vaticano? ¿Soportaría, por ejemplo, una inspección teologal del cardenal Ratzinger?

R. Por no ser, no era ni sacerdote. Y no. No hubiese hecho carrera eclesiástica. ¿Sería condenado por el Santo Oficio? Para eso no hace falta ser radical como Jesús. Hasta al moderado Pablo VI le abrió un expediente la antigua Inquisición. Jesús se tendría él mismo al margen del aparato de poder de una Iglesia que, como defiendo en mi libro, no quiso fundar.

P. ¿Qué pensaría Jesús de Lutero y su reforma? ¿Se imagina al profeta con un látigo en los templos del Vaticano, entre tanta parafernalia y ostentación?

R. Jesús fue un protestante de su religión, la judía. Por eso quería purificarla de sus viejas escorias, de su dureza con los pecadores y marginados, de legalismos y de hipocresías. Hoy sería igual de crítico con quienes usan el lujo y la ostentación en la religión como lo fue contra la jerarquía del templo de su tiempo, que se enriquecía con los sacrificios de la pobre gente a la que se amedrentaba con la idea de un Dios juez y deseoso de sangre. De ahí su frase: 'Misericordia quiero, que no sacrificios'. Podría ser un buen lema también hoy para la Iglesia. Es lo que dicen los teólogos del Tercer Mundo que le falta a la Iglesia: compasión, es decir, sufrir con los que sufren, más que gozar con los satisfechos.

P. Peor es imaginar a Jesús merendando con el sanguinario Pinochet o amigado con Reagan.

R. El recuerdo más triste que tengo del Papa Wojtyla, de quien admiro el que quiera morir en la brecha y sus últimas aperturas ecuménicas, fue cuando coqueteó con Pinochet en el Palacio de la Moneda aún ensangrentado por el asesinato de Allende. Aquella bendición impartida a la multitud desde el balcón del palacio con Pinochet a su espalda, que daba también la bendición, fue un bocado amargo de digerir. Jesús no hubiese pisado nunca el palacio de un dictador. Sólo para ser condenado a muerte, como así ocurrió ante Pilatos.

P. Miremos a los primeros cristianos perseguidos en las catacumbas de Roma, o quemando la ciudad, al menos metafóricamente. ¿No estaban provocando a gritos que el emperador Nerón les aplicase una ley de extranjería?R. La Iglesia primitiva era la fuerza revolucionaria que suelen traer todas las emigraciones: ideas nuevas y culturas diferentes que amenazan a las culturas hegemónicas de unos pueblos que se sienten superiores. Los dioses nuevos que traen consigo los extranjeros dan siempre miedo. Lo diverso es un peligro para quienes se sienten en posesión de la verdad. En una sola cosa Jesús no fue un judío de raza: en su acogida a los de fuera de Israel, a los gentiles, a los pueblos que no compartían la fe de sus padres. Su corazón era universal.

P. ¿Por qué los últimos papas hablan tanto de la Virgen, una figura circunstancial en los evangelios, y tan poco de Jesús?

R. Porque la Virgen no les crea problemas. Hicieron de ella una caricatura de mujer sometida y fuera del mundo, y no la mujer fuerte y batalladora que probablemente fue. De ella no se sabe prácticamente nada. Fue más fácil crear el mito. Jesús crea más problemas. Es difícil hablar de él. La escena de la mujer adúltera salvada de la lapidación por Jesús, que tanto gustaba al cineasta Pasolini, estuvo prohibida durante siglos.

P. Las mujeres tienen protagonismo en la vida de Jesús. Mientras Pedro le niega cobardemente tres veces la noche de la detención, las mujeres dan la cara en todo momento. Y Jesús trata a la mujer como a igual ¿De dónde bebe la Iglesia católica las barbaridades sobre la mujer-pecado, incluso la mujer sin alma? ¿En qué principio se sostiene que la mujer no pueda ser sacerdote?

R. Desde el momento en que el gran pecado para la Iglesia es el sexo, la mujer, a la que ve como la gran tentación sexual, acaba siendo una amenaza. Y se crea el mito de la virginidad para defenderse de tal peligro. La mayor revolución Jesús la realizó en el campo de lo femenino. Rompió todos los tabús de su tiempo. Puso a la mujer como símbolo y metáfora del reino de Dios y la amó sin tapujos. La exclusión de la mujer del sacerdocio no se sostiene ni teológica ni bíblicamente. Es una cerrazón del Vaticano. Es el último retazo de intransigencia en la defensa de los derechos humanos de la sociedad moderna.

P. ¿A quién elegiría Jesús ahora como su sucesor?

R. A nadie, Jesús nunca pensó en sucesores. Ni en la primeras comunidades los apóstoles y obispos se sucedían unos otros. No había jerarquias, sino carismas.

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