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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Lavieja, Birloque y Periquín

¡Qué gran tipo, Lavieja! Durante siglos sus métodos han inspirado contabilidades familiares, pero ha tenido que ser en los albores del tercer milenio cuando su talento para hacer cuentas se vea reconocido por el poder.

La consejera de Servicios Sociales de la Comunidad, Pilar Martínez, lleva semanas explicando, sin rubor aparente, el fundamento laviejista de la nueva regulación de las ayudas a centros de disminuidos psíquicos. En una familia formada por tres personas, el padre cobra cinco millones anuales; la madre, siete (pongamos un ejemplo progresista y con sueldos de Españavaderrechupete); y la hija, con una minusvalía del 90%, percibe una pensión de 300.000 pesetas anuales. (A mi hija le corresponden seis mil pesetas al mes, pero mi familia no es la del ejemplo; seamos generosos con la Administración y pongamos esa pensión).

Cinco millones, siete millones, 300.000. Bien. Mediante cálculos inspirados en Lavieja, se suman las tres cantidades y se obtiene la cifra de 12.300.000 pesetas. Aquí interviene el método Periquín, discípulo de Lavieja: se divide esa cantidad entre los tres miembros de la unidad familiar y se obtiene como resultado que la hija minusválida tiene unos ingresos anuales de 4.100.000 pesetas.

Sería injusto atribuir en exclusiva la paternidad intelectual de esta operación a Lavieja y Periquín. Sin duda, la nueva ley bebe en las fuentes de ese otro pensador reconocido universalmente: el gran Birli Birloque. De otra forma es imposible convertir 300.000 pesetas en cuatro millones. Vaya con la minusválida, debe pensar la consejera: cuatro kilos al año y todavía andará quejándose y pidiendo caridad.

Total: pensando, pensando, la consejera ha decidido cobrar a los disminuidos psíquicos su plaza en los centros asistenciales en función de su nuevo sueldo, obtenido mediante la ciencia de Lavieja, Periquín y Birloque.

Lo curioso es que esa nueva doctrina, sin duda revolucionaria, sólo se aplica a los disminuidos psíquicos. ¿Por qué no, por ejemplo, a los viejos? ¿Qué diría Lavieja de los viejos? ¿Se les cobra su plaza en la residencia en función de su pensión o en función de lo que cobran sus hijos? Ahí hay un campo virgen para la exploración de vías progresistas, porque seguro que hay en Madrid viejos con pensiones inferiores a un millón anuales, ¡pero con hijos que cobran seis o siete u ocho! ¿Y si hay viejos con hijos con sueldo de consejero de Gobierno autónomo? ¿Qué hacemos?

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Sólo desde la consideración de que los disminuidos psíquicos son seres humanos de segunda división se puede entender que se tenga en cuenta el sueldo familiar para su asistencia social. El disminuido psíquico tiene los mismos derechos que cualquier otra persona (qué vergüenza tener que escribir una obviedad parvularia, qué vergüenza), y, si los servicios que precisa son caros, la Administración tiene varias opciones, a saber: a) cobrar más impuestos; b) gastar mejor los impuestos.

Cierto, existe la alternativa c, que suele ser la más codiciada por la Administración: cobrar una tasa. Pero tendrá que ser en función de los ingresos de la persona que se beneficia del servicio, no de su padre o de su tío o del amante de la vecina, que es generoso y le compra chuches cuando va los miércoles de visita.

Pero en Mundoalrevés las reglas son otras y es la consejera la que argumenta que, mediante su nueva ley, el que más tiene más paga. Por seguir con citas ilustres del último milenio: manda huevos. Los disminuidos psíquicos no forman un gueto que deba resolver sus problemas internamente. ¿El minusválido que más tiene que más pague? ¿El enfermo de sida que más tiene que más pague? ¿El futbolista que más tiene que más pague? ¿Por qué no? Por ejemplo, cuando el hijo de Raúl González llegue a la universidad la matrícula podría costarle 123 millones. De esta forma los hijos de los futbolistas del Getafe estudiarían gratis.

La familia del ejemplo Españavaderrechupete, la de los 12 millones anuales, contribuye a Hacienda con, aproximadamente, cuatro millones de pesetas. Se podrá discutir si eso es mucho, poco, lo justo, lo necesario o si hace falta cobrar más para atender a los disminuidos psíquicos..., pero habrá que cobrar más impuestos a todas las familias que cobren 12 millones, no sólo a las que cuenten con un minusválido entre sus miembros.

En realidad, el sistema de la consejera convierte a los disminuidos psíquicos en artículos de lujo por los que hay que pagar un impuesto especial. Debo decir que mi hija me parece estupenda, incluso en alguna de las acepciones del Manuel Seco acepto que mi hija es un lujo, pero estoy persuadido de que esa ley, por encima de ser un disparate, es inconstitucional, porque obvia que mi hija es titular de derechos, independientemente de lo que yo cobre. Estoy dispuesto a invertir tiempo, esfuerzo y dinero en demostrarlo. Qué tonto, el tío, podría pensar la consejera, se va a gastar más dinero en tribunales de lo que le costaría la plaza de su hija en una residencia cuando cumpliera dieciocho años. Tendría razón quien pensara así, pero no se me ocurre nada mejor que hacer con mi tiempo y mi dinero que defender los derechos de mi hija frente a las abracadabrantes doctrinas de Lavieja, Birloque y Periquín.

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