_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La ley deshuesada

El diario es como un chuletón. Se le quita el hueso, y ya no es lo mismo. Las noticias ya no saben igual si no nos muestran las durezas. El momento de opinar sin saber ya ha pasado. Pero, ¿quién diablos sabe lo que hay que hacer para frenar la encefalopatía espongiforme? Entre las innumerables noticias que se prestan a combate, tenemos una que es nuestra propia realidad. De todos los reportajes que se ofrecen a nuestro entendimiento, el más importante es nuestra propia vida. Y nuestra vida ahora, por lo visto, depende de un simple hueso de chuletón.

Si una noticia nos hace reír, la olvidaremos pronto, pero quedará ajustada a nuestro estado de ánimo como una carcajada. En la actualidad la carcajada de la vaca loca se ha convertido en un estremecimiento de pánico. ¿Cuál es de todas la noticia más importante ahora? Para muchos es la de los huesos de los chuletones, que no estarán presentes en las comidas de negocios, ni en las bodas, ni en las fiestas de las sidrerías. Los chuletones blandos, carentes de hueso, dureza que era su propia e intrínseca denominación de origen hasta ahora, serán los sucedáneos del genuino chuletón con hueso. El comentario que está en boca de muchos es que hay que comerse un chuletón con hueso antes de que los prohíban definitivamente. ¿Se convertirá el chuletón en un objeto de trafico ilegal? ¿Sucederá algo parecido a lo acaecido en América durante la ley seca? La del chuletón debería llamarse la ley deshuesada. Una ley sin hueso que pese a todo no parece que vaya a resolver el problema de la encefalopatía espongiforme. La palabreja que nos aterroriza en una pura psicosis de masas.

Procuremos no digerir mal la noticia. Para no odiar al propio cuerpo, lo mejor es no creerse aquellas noticias que no resuelven nuestra vida en absoluto. La contradicción es necesaria en aquellos momentos en los cuales no sabemos con entera certeza cuál va a ser nuestro futuro. Y después de tantos chuletones devorados, ¿quién nos dice que no estemos ya infectados? Podemos tranquilizarnos de diversas formas. Pensemos que hay quien mantiene que la carne no es en absoluto necesaria para la alimentación humana. Pero este es no es un consuelo para los carniceros y ganaderos, que ven menguar desesperadamente sus ingresos. Por eso, si no se quiere dejar de comer carne, el primer consejo a la hora de comprar es que sea de buena fuente. Publicaciones alarmistas avisaban ya hace mucho tiempo de que algunas sustancias administradas a los animales destinados a la matanza eran peligrosas, y entre ellas se encontraban la penicilina, la tetraciclina, bolitas de residuos cloacales descontaminados con cesio-137, agentes engordantes y multitud de otras sustancias y antibióticos que mejoraban el animal para la venta. La Nutrition Healt Review informó hace ya muchos años, en 1981, que algunos ganaderos administraban a los bueyes destinados a la venta polvo de cemento para que pesaran más. Por delirante que parezca, no se demostró que a los humanos les hiciera daño ingerir un poco de polvo de cemento en cada filete.

En fin, que lo de la carne en el mundo es una chapuza. Con ello no quiero desmerecer a la ganadería vasca. Hace poco escuché por la radio la petición de socorro de una carnicera que había tenido que hipotecar su casa. Lo decía con lágrimas, y aseguraba que cuando había pedido ayuda a su banco, éste le había contestado que lo de la encefalopatía espongiforme era problema suyo. ¿Problema suyo? Evidentemente, la pobre señora no le preguntó al empleado de banca el menú que le esperaba en casa. Para aquel señor, la encefalopatía era un problema económico exclusivo de la carnicera. Los demás hemos de decidir si depositamos nuestra confianza en un simple pedazo de papel que se da en llamar label de calidad. Un certificado racista que no quiere ver ni en pintura a las vacas de otras partes del mundo. Pero la terrible enfermedad, incluyendo a otros animales y otras vías de contagio. Así que lo mejor para muchos es no creerse demasiado las noticias. Pensar que todo esto es excesivo, e irse a comer un genuino chuletón con hueso antes de que sea más difícil de encontrar que el oro en el Gorbea.los científicos se hacen ya innumerables preguntas sobre

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_